Capitulo 6

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La mente de un asesino funciona distinta a las de las demás personas, un asesino calcula el momento adecuado para matar a una persona y las diferentes maneras de poder hacerlo, pero lo que no se sabe con certeza, es si de verdad lo hacen, o su mente está diseñada para cometer asesinatos, a lo mejor, simplemente no lo piensan, y simplemente se dejan llevar por su mente enferma.

La mente de Amara es una mente enferma, una mente que se divide en dos partes, compitiendo la uno con la otra, para ver quien toma el control. Dos partes, una de ellas, se podría considerar que es racional, pero de igual manera, esta parte está enferma. Aunque es la parte que actúa mayor parte del tiempo, (cuando no está matando a gente, claro) La otra mitad, es la más enferma de las dos, esta parte se alimenta de sangre, y no se sacia hasta que varias personas han perdido la vida, y las manos de Amara están cubiertas de sangre. Si juntamos estas dos partes, da lugar a la perfecta mente de una asesina, la perfecta mente de un enfermo con el síndrome de Amok.

Normalmente los que padecen del síndrome de Amok, lo han desarrollado por una situación traumática, o simplemente pierden la razón, pero sobre todo este síndrome afecta en la adultez, pero este no es el caso de Amara.

Desde que tiene uso de razón, Amara escucha una pequeña voz, que la intentaba convencer, que cometiera pequeños accidentes, como envenenar a los peces del acuario de su padre, con lejía, o aquella vez en la que empujo a su abuela por las escaleras.

Sus padres no pensaban que era algo tan grave, como el comienzo de un síndrome, que será el causante de varias muertes.

Pero años más tarde todo empeoro, la voz se hizo más fuerte, y más exigente, hasta el punto de no conformarse con pequeños accidentes. A la edad de 13 años, Amara cometió su primer asesinato, y su primera víctima fue su propio padre.

Su muerte fue la más premeditada hasta la fecha.

22 de diciembre de 2004

Está empezando a llover. El tiempo perfecto para cometer un asesinato, las lágrimas se mezclarían con la lluvia, y el dolor de la pérdida. Por ese entonces, la madre de Amara, aún no sabía nada de la condición de su hija, simplemente ignoraba los extraños comportamientos que mucha veces mostraba, y los excusaba diciendo "está en la edad". Un grave error.

Ese día, Julia la madre de Amara, se había quedado dormida en el sofá, de fondo se escuchaban las voces de una película antigua que estaba viendo antes de caer ante en cansancio. En la habitación de matrimonio, se encontraba Abel, al igual que su esposa se encontraba durmiendo, las luces de la habitación estaban todas apagadas, únicamente se escuchaba el ruido de la lluvia, y los ronquidos de Abel.

La puerta que hasta este momento se encontraba cerrada, se abrió. Lo único visible, es una figura de media estatura de complexión delgada. Por ese entonces, Amara ya tenía el aspecto de muerta viviente que presenta a sus 30 años. Amara se acercó hasta el lado derecho de la cama, donde su padre se encontraba durmiendo.

Amara se tomó unos segundos para observar la habitación de sus padres, esa era la segunda vez que entraba en ella. La habitación era muy sencilla, estaba decorada con una cama de matrimonio en el centro de la habitación, con sábanas blancas. El único mueble que decora la habitación es un viejo armario de madera de roble, está en la pared de la izquierda de la habitación.

Amara observa en silencio el rostro de su padre.

- Mátalo- susurra una voz en su cabeza.

- No, es mi padre- responde Amara, a la voz de su cabeza.

- Da igual, mátalo- la voz se hacía cada vez más fuerte.

Amara sollozo, y levanto el cuchillo que momentos antes había cogido de la cocina. Las manos le temblaban, y el cuchillo se resbalaba por el sudor de su mano, afianzo su agarre sosteniéndolo con las dos manos. Las lágrimas empiezan a brotar de sus ojos, la enfermedad estaba ganando, y ella lo sabía, pero la voz era más fuerte que ella.

- ¡MÁTALO!- Grito la voz.

Y así lo hizo, le clavó el cuchillo a su padre en el pecho, la sangre le mancho las manos. Los sollozos de Amara se hicieron más fuertes, y comenzó a gritar cuando sacó el cuchillo del pecho de su padre, y lo volvió a clavar. Dos puñaladas bastaron para matarlo, Amara soltó el cuchillo lleno de sangre, este cayó al suelo con un golpe seco, el metal tintineo cuando toco el suelo.

Las manos llenas de sangre, las mejillas húmedas por sus lágrimas, y una sonrisa. Ya no había solución, la enfermedad ya había ganado, Y la chica que Amara podría haber sido, murió al mismo tiempo que su padre lo hacía.

El tren de las 05:00 AmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora