Pueblo en llamas

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La sangre y el sudor se mezclaban en el suelo, el panorama de aquél lánguido feudo era fosco, tenebroso cuanto menos. Aquél pueblo a orillas del Caribe se convirtió en un sepultorio de valientes guerreros y inmundas criaturas. La hueste exterminadora de Heurengio aniquilaba poco a poco al abismal conjunto de carne y piel en putrefacción que conformaban a los zombies pero estos eran demasiados, no iban a poder con todos.

Se hacía de noche y aunque Heurengio lo desee con todo su ser no podía vencer a las criaturas, eran demasiadas, y el ejército ya estaba cansado. El vampiro fue a buscar a Don Pedro y los dos tomaron la decisión de levantar un campamento en el bosque y descansar allí.

Caminaron 3 kilómetros por un arroyo y descansaron debajo de un verde robledal, tardaron unos minutos en hacer las carpas pero más temprano que tarde todos se hallaban descansando debajo de las verdes hojas

— perdimos 20 hombres —espetó el vampiro con tristeza en su ser.

— desde que tengo memoria nunca he visto zombies así de fuertes... ¿que estará pasando? —suspiró Don Pedro con melancolía—

— No lo sé, pero nuestro imperio ya está bastante jodido con los merideños cómo para verse con una plaga zombie —confesó Heure—

— hemos sabido aprovechar las épocas tranquilas para expandirnos, espero que sepamos defender nuestras conquistas en las épocas difíciles —exclamó Don Pedro.

— sólo el destino lo sabe —espetó Heure.

— el destino es para las personas valientes Heurengio, personas que no teman incendiar todo para erradicar las malezas del campo y allanar el camino —afirmó el moreno—

— incendiar todo para erradicar malezas... ¡ya lo tengo! Prenderemos fuego el pueblo y los zombies arderán en el infierno —razonó el vampiro—

—  uhmm, no lo sé Heurengio ¿no te parece arriesgado? —preguntó Don Pedro—

— ¿quieres que estos zombies lleguen a Guatire? —preguntó el vampiro con tono dominante—

— Claro que no, pero, ¿que tal si el emperador nos echa la bronca por quemar un pueblo entero? —preguntó Don Pedro con cierta confusión en su voz—

— no pasará nada Don Pedro, vayamos a dormir así descansamos —exclamó Heurengio.

El pelinegro cerró los ojos, entre nubes de inconsciencia y con su cuerpo totalmente sedado logró ver la silueta de una bella mujer con un liso pelo color dorado. ¡Miroslava! Gritó el vampiro. La mujer se dio vuelta y levantó su mano derecha, pero esta silueta ya no era una mujer rubia, era más bien de tez oscura, pelo negro y ojos claros.

Esta silueta empezó a debilitarse, su piel se brotó de sarpullidos y su nariz comenzó a sangrar sin detenerse, ¡espérame Lourénne llévame contigo! La silueta se esfumó y Heurengio despertó...

— Te extraño —susurró el vampiro entre lágrimas—

Pasaron las horas y por fin llegó el sol, Heure se despertó algo cansado pero debía preparar el incendio del pueblo, el plan sería este, como hay 30 edificios en el pueblo los soldados fabricarán 150 lanzas de madera en llamas que lanzarán a cada una de las casas, la confección de estas lanzas tardó horas pero por fin durante la noche las terminaron.

Caminaron kilómetros hasta llegar al pueblo y allí con una antorcha las incendiaron, con las lanzas encendidas los soldados empezaron a quemar el feudo.

Las paredes de madera de las construcciones empezaron a resquebrajarse y el fuego se expandió cada vez más, con el fuego expandido los zombies comenzaron a arder entre las llamas del inframundo.

Sí el olor antes era nauseabundo ahora con los zombies ardiendo era nocivo, por eso es que antes de perder hombres por intoxicación retrocedieron unos metros.

El pueblo por completo estaba ardiendo, la carne putrefacta de los monstruosos zombies estaba siendo calcinada, dejando a estos cómo esqueletos tétricos, esto parecía el infierno.

Este mundo es una lucha constantemente por la supervivencia, es un mundo en dónde seres tan terroríficos cómo zombies y tan imponentes cómo dinosaurios conviven, es un mundo en dónde las posibilidades de sobrevivir son casi nulas, es un mundo envuelto en una apocalipsis continua, es Finisterra, el fin del mundo.

Tras pasar las horas el pueblo quedó en cenizas, los zombies habían sido erradicados y los guerreros volvieron a Caracas para dar las noticias, sin embargo parece que se adelantaron a dar por terminado el rebrote. Pues al cabo de unas 2 horas de viaje llegaron a Cumaná y se encontraron con un paisaje extraño

Las calles estaban vacías, las ferias desoladas, las tiendas cerradas y las ventanas tapadas. La gente parecía estar en cuarentena, dentro de su hogar.

— todo está muy desordenado —dijo Don Pedro caminando con lentitud.

— la gente está encerrada en sus casas, hasta los mercaderes dejaron sus puestos, algo raro está pasando —expresó Heure desconcertado—

Un chirrido resonó por las calles de aquella curia, los hombres de inmediato desefundaron sus espadas y se pusieron en guardia.

— ¿oyeron eso? ¿serán zombies? —preguntó Pedro—

—sí los zombies llegaron hasta aquí algo muy feo se le viene al imperio —dictaminó con desesperanza el vampiro—

— ¡cuidado! —gritó un soldado—

— ¡escudos en mano! ¡a resistir el choque! —vociferó Pedro—

Una horda hambrienta apareció y impactó con dureza contra la hueste
el ejército empezó a blandir sus espadas y contraatacar, los zombies de esta ciudad eran aún más recientes, por lo que tenían fortaleza...

— ¡Son pocos! ¡será fácil acabarlos! ¡guerreros sigan atacando! —gritó el vampiro—

Los escudos de madera resistían las embestidas de los muertos y las espadas de reluciente hierro degollaban sus cuellos.

La gente que aún vivía en el pueblo empezó a atacar a los zombies con todo lo que podían, tiraban lanzas, cuchillos, aceite, desde sus ventanas para ayudar a los guerreros de Heure.

La batalla se hizo pesada pero los guerreros intentaron resistir. El escenario de batalla era angosto, por lo que la movilidad y agilidad resultaba afectada, esto hacia que los zombies ganen terreno y acorralen a sus víctimas.

Un guerrero con valentía se encontraba lidiando contra la horda cuando en un parpadeo levantó su mirada y vio que estaba rodeado, en su intento por salir de ese acorralamiento el soldado empezó a luchar más fuerte, pero esto no funcionaba, los zombies cada vez lo alejaban más de sus compañeros del pelotón

Idilio LóbregoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora