Escombros

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La luna cubría los páramos mientras que la extenuante y férvida bola de fuego llamada sol caía sobre el pastoso horizonte, en el medio del verde campo lleno de malezas y con algunos árboles aislados había un encharcado camino de barro,  por aquél chubasqueado sendero cabalgaba Heurengio montado en Nahuelito, con mirada firme, pero algo inquieta, cómo si la ansiedad y la preocupación lo estén destripando por dentro, el mensajero era de un tono de piel trigueño, poseía un bigote recortado, prolijo estilo morsa, además que su pelo era frondoso y hacía atrás. El mensajero montaba un Parasaulophus, un dinosaurio muy preciado entre los burgueses aristócratas, no era muy rápido pero su porte era elegante.

La cabalgata era intensa y algo cansadora, el joven vampiro debía llegar antes de los primeros momentos del alba para reordenar y organizar cómodamente sus tropas.

El recuerdo de Lour lo sosegaba, lo ahogaba y lo hundía, no quería que la morena se ensucie las manos por protegerlo a él, no quería que la morena pase por lo mismo que él pasó... sus heridas físicas estaban amainando pero sus heridas emocionales cada vez sangraban más.

Al correr de las horas el vampiro iluminado por la fina luz de la luna logró llegar a su hacienda, allí vio a 200 guerreros firmes acampando, esperando órdenes… apoyó sus manos sobre una valla de madera que cubría su plantación de cacao y empezó a pensar… ¿qué me pasa? Desde que hablo con Lour ya no pienso más en mi pasado, ya no pienso en cuanta gente maté por salvar mi vida, esa morena está salvando mi vida con sólo su mirar pero ¿yo le gustaré a ella? ¿estará ella enamorada de mí? ¿estará dispuesta a soportar a todos mis demonios y a las pesadillas que me persiguen durante la noche? Esos miedos al desamor empezaron a sucumbir la mente del ser pálido, pensamientos bajo la luz de la luna.

Tras pensar por un rato fue a la posada de la hacienda y ordenó despertar a todos los guerreros.

—Buenas noches guerreros, yo sé que esta no es la mejor manera de despertarlos pero nuestro rival, nuestro maldecido rival ya está en el ducado, ya arribó a las murallas de Yaritagua.

—Recuerden esta tierra, recuerden estos fértiles prados, yo tal vez sea extranjero, se nota en mi acento, yo tal vez sea hacendado, se nota en mi vestimenta pero soy un guerrero, cómo ustedes y defenderé estas tierras, las tierras de mis campesinos… con mi vida ¡vamos guerreros! ¡a la batalla!  —Gritó fuertemente el vampiro—

Se tenía constancia de que la legión que estaba en Yaritagua no estaba muy bien provista de armamento, era más bien infantería, cómo la legión que lideraba Heur

 —Pedro Antonio, tú serás el centurión de la legión Secunda, yo seré el centurión de la legión Prima ¿está bien?

—Muy bien patrón, entonces ¿los rodearemos? —Preguntó con firmeza el moreno—

 —Sí, yo por su parte iré por el norte, cerca del feudo La Piedra, tú irás por el sur, cerca de Las Velas… las murallas seguro ya están destruidas, son de madera, en eso no se nos complicará

 —he estudiado por días  para crear alguna estrategia, me he molido la cabeza pensando en Barquisimeto, por suerte pensé en una estrategia bien planificada para las curias chicas, la clave son 100 guerreros cada 10 kilómetros. —explicó Heur con un mapa en mano—

—Nuestra aventura comenzará —respondió Don Pedro—

—¡Guerreros a la batalla!

Al exclamar este ultimo feroz rugido de guerra las tropas campesinas del vampiro empezaron a caminar, aún la oscuridad del inframundo gobernaba la región, pero los guerreros no temen enfrentarse ante la hueste enemiga en la atestada oscuridad. El vigor y la euforia reinaba en las legiones de los centuriones defensores, el campesinado se había levantado en armas y estaba dispuesto a defender su fértil tierra y su cálido hogar.

Al pasar ciento veintitantos minutos de caminata la corajuda tropa logró llegar al verde condado de Yaritagua, en mitad de la penumbra y con los grillos haciendo una débil orquesta sinfónica las legiones se escabullieron por los bonacibles cerros, con sigilo y cuidado los guerreros penetraron las murallas arruinadas y empezaron a presionar a los invasores

Don Pedro empezó a atacar por el sur de la ciudad, con su agilidad superó los escombros de la rústica muralla, empezó a asesinar a los merideños de guardia, agitaba su espada entre gritos y sudor, clavaba su filosa cuchilla en la dorsal de sus enemigos y lideraba con ferocidad su ejército.

El moreno avanzó por la ciudad, fue rodeando y erradicando a sus rivales con pequeñas escaramuzas. de paso los ciudadanos que se encontraban encerrados en su casas asustados por el asedio invasor salieron a defender su ciudad y se unieron a la centuria de Pedro.

La batalla estaba muy lejos de cesar, el feroz Pedro vigilaba cada escondrijo del sur de la ciudad, buscando sigilosamente a su enemigo, cómo un fuerte puma cazando y rastreando a un asustadizo conejo. en un oscuro callejón logró encontrar a un pequeño grupo de guerreros, los restos azorados de una legión que no hace mucho rompió las murallas de granito y rocas. Al rodear al grupo Pedro se acercó a un señor de pelo marrón, enrulado y con nula barba. Observó que en su armadura poseía un águila, lo que informaba que era el centurión de dicha legión.

—¿cómo te llamas? —preguntó empuñando su espada el campesino—

—Augusto, pero eso no te incumbe —espetó el centurión y dio un paso adelante.

—No intentes atacarme lampiño, estás rodeado, mis soldados están masacrando a tu centuria, y Heurengio viene pronto, antes de morir dime… ¿dónde está tu base de operaciones? —preguntó con firmeza Don Pedro—

—podré ser un perdedor, pero nunca un traidor —exclamó Augusto.

—Un traidor y un perdedor son lo mismo, uno pierde una batalla y otro la dignidad, ambas cosas nunca deben perderse, si traicionas quedas cómo un muerto para el resto y si pierdes también, porque este mundo odia al perdedor —pronunció Pedro—

Tras terminar de rodear a Augusto los soldados de Pedro masacraron a su centuria y Don Pedro lidió un duelo con el merideño, a pesar de no tener mucha experiencia militar la consistencia física de Pedro era musculosa, él vivía trabajando en el campo por lo que era fuerte y ágil, Augusto ya era viejo pero experimentado, será un duelo bastante igualado.

—esta es tu última noche centurión de pacotilla, mándale saludos a San Pedro —exclamó batiendo su espada el campesino—

Augusto esquivaba muy bien los espadazos de Pedro, además detenía con eficacia los ataques del campesino, nunca estuvo mejor dicho "la práctica hace al maestro" el merideño con cabellera de algarrobo no dejaba ni un hueco desprovisto de defensa, con velocidad se abalanzaba para el contraataque. Augusto observó un hueco en la defensa de Pedro, el campesino no estaba defendiendo bien su brazo izquierdo, el centurión intentó aprovechar esto pero cuando estaba por blandir su espada se tropezó con una roca y sin querer hizo que la espada de su enemigo le perforara la pierna... un error fatal causó su derrota, se estaba desangrando, cada chorro de sangre que expulsaba lo hacía agonizar, ya no podía caminar correctamente, la espada le atravesó un nervio y un par de venas.

—eres mi rival, pero todos merecemos tener una muerte lo menos dolorosa posible, dejarte tirado sería lo que todo soldado haría, pero acabaré con tu sufrimiento —expuso el muchacho—

Augusto asintió la cabeza gritando de dolor y Pedro lo decapitó, tras esto se juntó con Heure en el centro de la ciudad, el asedio había terminado y con pocas bajas aliadas, al amanecer se reunieron en el parque principal y discutieron el futuro de la campaña, 200 nuevos hombres se incorporaron al ejercito, ahora sumaban 400. Se pactó que la legión Prima vaya a asediar los feudos de El Cercado y Vergaracha, a su vez la legión Secunda asediará el feudo de Cabudare

Idilio LóbregoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora