Conseguir lo que quieres es tan difícil como no conseguir lo que quieres.
Porque entonces tienes que averiguar qué hacer con ello,
en lugar de averiguar que hacer sin ello.
—El reino de la posibilidad de David Levithan—
***
Llegamos a la cafetería y nos acomodamos lo mejor que pudimos en una esquina apartada del local. Él pidió un Caramel Macchiato y un té verde con limón para mí; quise objetar en sus peticiones, pero yo no podía beber café debido al consumo de mis medicamentos, y, a fin de cuentas, era él quien me estaba invitando. Me di cuenta, que tendía a arrugar el entre cejo cuando algo le disgustaba y que mordía su labio inferior de forma inconsciente cuando las palabras se detenían, como si de algún modo quisiera evitar en todo lo posible el silencio.
¿Qué hacemos aquí Yuu? —susurró sin dejar de mirarme a los ojos, acto que extrañamente no me incomodaba.
—Dímelo tú, —sonreí— tú me invitaste aquí.
—Quizás la pregunta no fue la correcta, —suspiró, pero no en un modo agotado sino como una pausa dramática— ¿Qué quieres de mí Yuu?
—¿Debo ser honesto? —le miré a los ojos— ¿O debería mentir?
—Prefiero la honestidad, pero también acepto las mentiras, —dio un sorbo a su café— más, si esas mentiras son capaces de hacerme feliz, aunque sea por un segundo.
—¿Tan poco dura la felicidad de una buena mentira? —reí discretamente.
—Tiendo a descubrir las mentiras a tiempo. —fijó su mirada más allá, en algo invisible que yo no era capaz de ver.
—¿A tiempo? —pregunté con curiosidad.
—A tiempo, antes que me destruyan.
—Tal vez, —suspiré, sintiendo un extraño vacío en mi pecho, como si supiera que todo esto ya habría terminado antes que yo mismo volviese a parpadear— quiero agradecerte por ayudarme.
—Es lo que cualquier persona en mi lugar haría, —volvió a beber lentamente su café y extrañamente observé con emoción los movimientos de su cuello al tragar— no soy un héroe y dudo que lo pienses.
—No, —le miré, como si su sola imagen fuera algún tipo de imán que no me dejaba voltear para prestarle atención a alguien más— sé que no lo eres, pero, pensé que moriría; muchas personas me vieron en esa condición tan lamentable, tú fuiste el único que me ayudó, él único que devolvió sus pasos para recogerme y llevarme a un lugar seguro.
—Las personas no ayudan a los que están destinados a morir, —me observó con su rostro inexpresivo— tú estabas listo para sucumbir ante el dolor, lo vi en tu rostro, lo sentí en el aire, pero hubo una cosa que me hizo retroceder y ayudarte, aunque eso me costara la vida.
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Gangster Herz
FanfictionEl mundo comenzó a mecerse de forma brusca, la campanilla se golpeó contra el suelo rompiéndose hábilmente contra el tatami, lo libros cayeron uno por uno de los estantes, él se levantó para caminar de forma pausada hasta abrir las puertas corrediza...