Los recuerdos de un estratega

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Lo bueno de una persona fría, es que lo poco que demuestra, es totalmente verdadero.

­Anónimo­





Había despertado esa mañana con absoluto agotamiento, desde que habíamos iniciado con lo del sexo, Yuu se empeñaba en intentar abrir mi corazón; al inicio pensé que todo se debía a un absurdo deseo fetichista que tienen todos quienes se acostumbraban a la pornografía, usar poses extrañas y escuchar los gemidos altos, locos y fingidos de sus parejas en la cama, debía confesar que me sentí asqueado la primera noche, entendía su comportamiento, y sacaba mis propias conclusiones del por qué era de ese modo, pero al final de cada sesión de sexo, sentía que una pequeña parte de mí comenzaba a sentir algo cálido al estar en compañía de ese hombre, lo que le daba más de una llamada de alerta a mi cerebro, sabiendo que entraba en un lugar bastante peligroso.

No pude dar todo, me negué a obsequiar más de lo que ya estaba cediendo, no deseaba sentir más que quizás un poco de placer inevitable, pero él, continuamente intentaba hacerme caer, buscaba de forma insistente en lo más profundo de mi alma, despertando recuerdos e incluso ilusiones que siempre había deseado, sintiendo una felicidad momentánea tan maravillosa que, podría durar en recuerdos por toda la vida.

Simplemente me golpeó duramente con sus palabras, abriendo una grieta en aquella armadura que tanto intentaba proteger, sus ojos anhelantes, su abrazo repleto de algo similar al amor, sus palabras, sus malditas palabras me descompusieron, estuvieron presentes durante todo el día, durante toda la noche y quizás permanecerán por siempre en mi pecho.

­—¡Maldita sea! ¡Lo admito! No quiero que te vayas.

La negación en ese momento se debatía con lo que yo deseaba escuchar por parte de él, ya me lo había advertido miles de veces, me lo repetí una y otra vez, «solo buscas algo diferente que hacer», «no sientes nada por él», «no lo mires a los ojos, juega con él, eso es lo que ambos buscan», pero, yo no me sentía satisfecho al saber que él admitía su derrota, sino que me sentía emocionado porque asumía que mi partida era algo que no deseaba.

Creí que al tener razón le diría claramente cuan equivocado estuvo al querer tenerme a su lado, pero, no pude. Sus palabras eran el vivo reflejo encarnado de lo que mi corazón oculto tras esa coraza deseaba, yo también quise decirlo esa noche, «no me sueltes, no permitas que me vaya, ¡no me dejes ir de tu lado!» pero no podía, jamás podría estar con él, yo había puesto mi propia condena, caminaba sobre ella y me agachaba a sabiendas para que cortaran mi cabeza en la guillotina.

Dejé que su cuerpo me abrazara esa noche y mientras él dormía profundamente, mis dedos se unieron a los de él, rogando a todos los cielos que este chico tuviera una vida muy larga, feliz y conociera a alguien que lograra romper esa imagen absurda que mostraba. Siempre me decía que yo era una persona que ocultaba muchas cosas, de hecho, fue su curiosidad quien nos atrajo, pero en realidad yo también estaba curioso sobre él, tenía tantas facetas que me gustaban, aquella extraña dulzura al dormir, sus ojos brillantes cuando conseguía sonsacar información, sus bromas absurdas, esos celos contra mi pequeña Midori que, él ni siquiera sabía lo que eran, su oscuridad, incluso aquella tan astuta oscuridad me gustaba, me hacía sentir completo, como si realmente él pudiese aceptar y comprender mi realidad.

Pero, no es lo mismo lo que uno desea y lo que debe suceder, lo tenía claro esa mañana al levantarme, mirando el calendario y sabiendo que debía retornar a ese lugar otra vez luego de varios días sin haber vuelto. Me quedé unos minutos parado frente a su rostro, observando sus facciones, deseando decirle "cariño" de nuevo, aunque fuera para seguir sus bromas, pero, no podía. Le dije que saldría y sabiendo que era mi día libre, que ya había salido otras veces antes, esa fue la primera vez que me preguntó dónde iría, pero eso me hizo sentir más roto aún, porque él ya no debía saber más, obligatoriamente todo estaba oculto, porque mientras más quisiera saber de mí, yo más anhelaría protegerme en su pecho y no debía flaquear, menos ante un hombre que pertenecía al mismo circulo vicioso del cual tanto quise escapar.

Gangster HerzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora