El juego del maestro

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"Contemplé, experimentando un agudo y a la vez doloroso placer en hacerlo: el placer que pueda experimentar quien, sintiéndose envenenado, bebe, a sabiendas, el dulce veneno que le lleva a la tumba."

—CHARLOTTE BRONTE, Jane Eyre—




Desperté de forma desesperada, como cuando reacciona el cuerpo ante ese tipo de pesadilla en la que caes sin poder detenerte; mis ojos se abrieron de par en par adaptándose a la poca luminosidad de un lugar que apestaba oxido, humedad y desinfectante. Normalmente estaba acostumbrado a ese tipo de cosas, a ese aroma e incluso a esa horrible sensación de incomodidad, pero cuando los recuerdos golpearon mi mente, me di cuenta que en realidad ésta no era una situación común, yo, estaba condenado a morir en ese maldito instante.

Estaba recostado en forma fetal sobre un suelo de concreto bastante frío, me levanté débilmente para terminar sentado, apoyando mi cabeza sobre la pared del mismo material que el suelo, según mis instintos, estaba en un cubículo cubierto de concreto, piedra, sin ventanas, con una luz al centro que estaba a la mínima potencia y debía suponer que al fondo habría una puerta reforzada, de la que era imposible salir.

—Hasta que despiertas...

Habló una profunda voz oculta entre las sombras, me hizo temblar por una reacción reflejo, al creer que estaba sólo cuando en realidad alguien más me observaba. Adapté mi visión y me di cuenta que Hara estaba sentado de medio lado sobre una silla de madera, ya no estaba con su típico traje tradicional, sino que ahora, al igual que siempre veía a Yutaka, vestía de negro, en sus largos dedos se movía una navaja estilo mariposa, que se deslizaba de un lado a otro de forma veloz; cualquiera hubiera pensado que aquel hombre estaba alardeando frente a mí sus habilidades, pero yo sabía que no era así, él simplemente...

¿Estaba cansado de esperar?

No pude evitar sonreír al recordar las palabras de Yutaka antes que ambos perdiéramos completamente la conciencia:

—«Finge que estás inconsciente, tiempo Yuu, tiempo».

Creo que ahora comprendía porqué me decía eso, la misión era: Extender el tiempo, minimizar el daño y salir vivo de ese lugar. Algo sumamente difícil para alguien como yo, que la mayoría del tiempo le gustaba dejarse llevar por las emociones del momento, empeorando todo, Yutaka lo sabía, como también conocía a la perfección a Hara, si yo cedía ante sus insinuaciones, si me alzaba contra quien se creía superior, terminaría muerto antes del amanecer, de esa forma, los esfuerzos de Yutaka por ayudarme serían completamente en vano.

Odiaba admitirlo, de hecho, ni siquiera deseaba que él viniera a este lugar, pero si ese era el único modo de volver a ver sus ojos y salir de aquí para estar seguros en cualquier otro sitio, cedería ante sus peticiones, ante sus orbes piadosas, para dar mi mejor esfuerzo, puesto que yo también tenía algo que entregar y aun no lo había concretado.

—Estoy tan agotado Shiroyama, ¿Sabes por cuanto tiempo he seguido a esa escurridiza ardilla? —se levantó con rapidez, aun manteniendo aquella arma entre sus hábiles dedos— al principio era frustrante, luego fue un desafío, ya cuando por fin se volvía entretenido, desaparece completamente para que al final terminara a tu lado, —me observó con odio— ¿Qué hiciste para atraerlo hacia ti?

—Nada, —susurré— yo no hice nada.

—Pensé que luego de la paliza que te habían dado los rusos, ya no volverías a este mundo, —caminó lentamente de un lado a otro, desesperándome— pero mira qué casualidad el verte aquella mañana en el barrio rojo, honestamente no te presté atención cuando ibas con tu secuas, no había nada raro en alguien que estaba tan destrozado como tú, por eso pasé de largo sin siquiera fijarme en detalles, —se paró frente a mí, pero a una distancia prudente— pero ese es un error en este mundo, cada detalle es importante, más si dentro de esos pequeños puntos hay uno tan imprescindible como Yutaka, —sonrió, acomodando nuevamente la navaja entre sus dedos— ¿Qué tiene Yutaka contigo?

Gangster HerzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora