No hay felicidad o infelicidad en este mundo; solo hay comparación de un estado con otro. Solo un hombre que ha sentido la máxima desesperación es capaz de sentir la máxima felicidad. Es necesario haber deseado morir para saber lo bueno que es vivir.
—El conde de Monte Cristo de Alexandre Dumas—
***
Luego de sentir el frío punzar con una asoladora fuerza quemante en la planta de mis pies, comprendí de muy mala forma que, de hecho, todo era real. Caminé dando vueltas por ese lugar repleto de nieve, aquel cubículo me pareció enorme en ese momento, antes lo veía como una jaula muy pequeña, ahora era un maldito laberinto sin final que me enviaba una y otra vez a un inicio que no quería volver a cruzar; llegué a la pared del fondo, esa era la quinta vuelta que daba, no tenía sentido el seguir caminando, pero mis pies no deseaban detenerse, incluso mi cuerpo ya no temblaba, de hecho, yo no podía sentir más.
Mis dedos acariciaron la rugosidad de la pared, las flores de Camelia habían caído debido al peso de la nieve, me arrodillé junto a ellas sintiendo la humedad atravesar la tela de mis pantalones, en ese momento cuando acaricié los pétalos ya oxidados debido al hielo, comprendí que estaba completamente sólo otra vez; una parte de mí me decía claramente que todos siempre estábamos solos y que debíamos aprender de eso, luego de tanto tiempo ya conocía como era ese mundo, lo tenía que aceptar, yo, de una u otra forma debía admitir aquella noticia, olvidar, olvidar y olvidar...
Debía olvidar a aquel chico porque, aunque fuera una mentira su muerte, ya no nos podríamos volver a ver nunca más. Esa perspectiva de las cosas me destruía tanto o más que pensar en la muerte, es doloroso cuando amas a alguien y éste desaparece de tu vista para siempre, la muerte es la separación definitiva de todo, cuerpo, alma y emoción se desvanece junto al último suspiro del organismo, es algo doloroso de afrontar, pero vivir día a día con el padecimiento de no poder estar junto a quien amas, era tan nefasto como la muerte.
Así pensaba a diario, si yo muriera, sería algo fácil de afrontar, quienes me rodeaban comprendían la fragilidad de la vida, por ende, todos sentirían que sucedió lo que simplemente debía pasar, «predicción de una muerte anunciada», en cambio al morir quienes yo apreciaba, era algo difícil de afrontar, porque siempre mi corazón tenía la astuta tendencia de aferrarse a lo que no debía desear, ese sentimiento se transformaba en mi debilidad, lo que luego me rompía en miles de pedazos, quedando nimias partículas de un corazón que alguna vez fue algo más que un musculo en constante movimiento.
No supe cuánto tiempo estuve en esa posición; las voces a mi alrededor habían desaparecido hacía mucho rato, quizás el único sonido amortiguado que me acompañaba en ese momento era la nieve que caía de vez en cuando al suelo, acumulándose bajo los árboles o en la orilla de la casa, creando montículos deformes sobre el césped que ya ni siquiera se veía oculto bajo aquel manto blanco. El sol comenzó a quemar mi piel entumida, siempre luego que nevaba, el cielo se despejaba para mostrar su rostro más brillante, contrastando contra el inexpresivo suelo blanco; me gustaba el cielo en días así, porque al mirarlo, al levantar mi vista para observar aquel azul brillante sentía que todo podía mejorar, como la calma posterior a la tormenta o, la luz luego de la oscuridad, era hermoso, un hecho fantástico que me hacía creer que yo, podía llegar algún día a tocar ese cielo y ser feliz.
—Deberías terminar con tu rabieta...
Las manos de Toshimasa tocaron mis hombros desnudos, fue algo extremadamente doloroso, el contraste de sus tibias manos sobre mi fría piel era molesto, como cuando masticas un cubo de hielo teniendo la boca ardiente, la sensación punzante de una inexistente aguja que cruzaba la carne, enviando el dolor en diferentes olas de intensidad, desde el sorprendente inicio, el valle permanente y el agobiante final, así eran sus manos sobre mi piel, un hecho que no deseaba pero que esperaba, conociendo el proceso sensitivo y reaccionando de forma involuntaria al final.
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Gangster Herz
FanfictionEl mundo comenzó a mecerse de forma brusca, la campanilla se golpeó contra el suelo rompiéndose hábilmente contra el tatami, lo libros cayeron uno por uno de los estantes, él se levantó para caminar de forma pausada hasta abrir las puertas corrediza...