Contra la espada, la pared y mi corazón

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“A veces perder es ganar y no encontrar lo que se busca es encontrarse”

―Alejandro Jodorowsky—

***

Comencé a correr sin percatarme de mi entorno, las sandalias eran solo un estorbo por lo que las lancé lejos pareciendo un niño berrinchudo, para luego continuar con mi persecución descalzo contra los adoquines con extrañas florituras en el suelo. Mis pies comenzaron a sonar de forma implacable, anunciando de una manera poco suave que alguien seguía a ese hombre desagradable.

No intenté esconderme, pero tampoco provoqué más ruido, no quería alertarlo, sus ojos se habían desviado del frente observándome con cautela, por lo que simplemente llevé mis manos al rostro fingiendo que lloraba mientras corría torpemente tras él. Sus ojos oscuros casi cubiertos por un flequillo largo volvieron al frente, sosteniendo con mayor fuerza a Midori que lloraba sonoramente junto a su hombro derecho.

Mi corazón comenzó a latir con más fuerza, era la desesperación de ver a aquella niña en un estado de completo estupor lo que me aterraba, deseaba arrancarla de las manos de su captor y matarlo, golpearlo duramente hasta ver su cuerpo sangrante, para luego cortar su garganta con lentitud, sintiendo entre mis dedos la desesperación de su anticipada alerta de muerte.

Sentí que los sonidos de pronto comenzaban a aumentar su apogeo, las bocinas de los servicios de bomberos, ambulancia y la policía resonaban con fuerza en el ambiente, volviendo todo aún más estresante de lo que ya era. En un instante, teníamos una separación de media cuadra, ralenticé con suavidad mis pasos, el hombre no era idiota, sabía que lo seguía y por lo mismo desvió su ruta hacia un callejón desolado.

Mis sentidos se pusieron alerta, no tenía claro si aquel callejón tenía alguna conexión con otra calle o si estaba cerrado, en la mejor condición no habría salida, pero yo no tendría una excusa válida para acercarme, la actuación no era especialmente mi naturaleza, por lo que simplemente empuñé mis manos, deslizando lentamente mi mano hábil a una daga pequeña que ocultaba en mi Obi, tenía un arma de fuego oculta en mi muslo pero no quería asustar aún más a Midori, tampoco deseaba alertar a alguien que transitara cerca, por lo que aquella arma sería utilizada solo en caso de emergencia.

Caminé el resto de explanada que me faltaba, con cautela ingresé al callejón, él me esperaba con una sonrisa en el rostro, Midori estaba atada cuidadosamente temblando de miedo junto a la pared, mis ojos se entornaron de furia, más aun cuando el rostro de aquel hombre me demostraba que sabía el daño que le provocaba a mi corazón, él quería verme alterado porque pensaba que yo sería más débil de ese modo, pero lo que él no sabía era que, a más presión, mejor eran los resultados para mí.

Canalicé mi furia, ocultándola suavemente en una sonrisa siniestra, solté suavemente el *Obi, liberando un poco la tela de mi *Komon en la zona entre el pecho y las piernas, para luego volver a ajustar el cinto, ocultando con astucia la daga entre la palma de mi mano y la manga de mi traje; caminé lentamente con pasos suaves y discretos, el hombre no se movió pero me dedicó una resplandeciente sonrisa, luego de eso, todo se volvió muy confuso.

En una milésima de segundo, el hombre se abalanzó contra mí atrapándome completamente desprevenido, mi instinto natural me hizo retroceder un paso, enterrando contra mi pie derecho un fragmento de vidrio regado contra el suelo, sentí la sonrisa desquiciada del hombre, debía suponer que él utilizó el poco tiempo de distancia que nos separaba, para preparar el suelo, limitando mis movimientos, observando con mucha astucia la desventaja al tener mis pies descalzos.

Gangster HerzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora