Es como si el cielo me pidiera perdón

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Estamos irresistiblemente atraídos por quien va a traernos los problemas que necesitamos para nuestra propia evolución.

—Alejandro Jodorowsky—



Miré el cielo aquella noche y me sentí tan solitario, como si todas las personas hubieran desaparecido de la faz de la tierra, dejándome allí, sentado en aquel lugar que apestaba a tristeza.

Desperté en variadas ocasiones, pero del mismo modo que me sucedió hace unos meses cuando tuve fiebre, no podía saber si lo que vi mientras era trasladado de camino a casa era real o simples alucinaciones causadas por mi estado perturbado de la mente. Vi, como las luces se movían oscilantes en el cielo, como si bailaran lentamente unas con otras alguna especie de Vals invernal; luego cerraba los ojos, acomodaba mi oreja a una zona cálida y sentía sobre la sensitiva piel de mi mejilla el golpeteo de lo que podía ser un corazón salvaje, este golpeaba similar al revoloteo de una pequeña ave que deseaba volar.

Luego sentí el frío de golpe, abrí mis ojos debido al movimiento brusco de algo bajo mi cuerpo, en esa ocasión solo vi el brillo de una ventana mientras una melodía se escuchaba de fondo, era una canción, una hermosa canción, pero mis oídos aun vibraban repletos de confusión, siendo las palabras en otro idioma, una borrosa frase que se distorsionaba debido al constante pitido en mis oídos; me sentía incómodo y triste, porque estaba seguro que conocía esa canción, yo en el fondo, aunque no pudiera comprobarlo, sabía que ese sonido lo había escuchado muchas veces.

«I ought to leave the young thing alone, but ain't no sunshine when she's gone, only darkness everyday. Ain't no sunshine when she's gone, and this house just ain't no home anytime she goes away».

Mientras trataba de interpretar aquel sonido, cerré mis ojos con fuerza, volviendo una imagen a mi cabeza, unos ojos tristes me observaban, no sabía quién era esa persona, pero su voz vibró en mi mente como el golpeteo agresivo de un martillo contra una superficie de metal; abrí mis ojos de golpe y moví mi cabeza a un costado, de forma borrosa una figura apareció de la nada, estaba sentado de espaldas a mí, moviendo sus brazos contra algo circular, al parecer conducía un vehículo.

—Me pregunto esta vez dónde ha ido, me pregunto si se ha marchado para no volver, —sus labios se movían alegremente, como si estuviera cantando algo que en el fondo sabía qué era— no brilla el sol cuando ella no está y esta casa no es un hogar, cada vez que ella se va.

Y sé, —modulé sin voz— y sé, y sé...

—Yo debería dejarla sola, —sonrió, volteando levemente su rostro cuando el vehículo se detuvo— pero no brilla el sol cuando ella no está.

Luego de eso, solo fue oscuridad.

El brillo de unas farolas me despertaron tiempo después, sentí que algo remecía mi cuerpo de forma desesperada, por lo que mis ojos torpemente se abrieron, vislumbrando un rostro repleto de agonía. Sé que era alguien conocido, pero dolía tanto mi cabeza que el pensar o simplemente tratar de identificar quien era, se volvía una hazaña casi titánica, por lo que simplemente me quejé, sintiendo las vibraciones en mi garganta, pero sin saber si fue alto o bajo mi tono, pues mis oídos aun no dejaban de doler.

Sé que aparecieron dos personas, me movieron de ese lugar para luego dejarme en lo que parecía ser mi habitación, alguien tomó mi mano, se sentía completamente helada, contrastando con mi cuerpo que ardía tanto o más que aquel salón en llamas; por lo que su frío era una calma asombrosa que recorría mis venas hasta llegar a mi cerebro, pude desear en aquel instante que esa piel helada me cubriera entero, ingresando incluso a través de mis oídos para así calmar a mi pobre sistema auditivo inflamado.

Gangster HerzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora