Soledad

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Finalmente un momento a solas para pensar.
Su casa, su lugar seguro... Bueno, no su casa, más bien el apartamento dónde él vivía.

Tiró sus cosas al suelo luego de cerrar la puerta, estaba cansado de tanto llorar, su cara y ojos estaban de lo más hinchado que cualquiera que lo viese, no lo reconocería, para todos él era una persona de lo más seria con quién no se podía bromear para nada.

Pero dejando todo de lado, él si tenía una parte amorosa... Una que ya tenía dueño.

Al menos hasta ese día.

Tuve sexo con otro hombre.

Y aquellas palabras vinieron a su mente destrozando su alma.

Él no fue suficiente para su chico, y ahora que lo pensaba bien, era cuestión de tiempo para que él le terminara, realmente no es un buen partido... Vamos, ¿Quien querría quedarse con un idiota antisocial que no sabe hacer absolutamente nada?

Nadie.

Él lo abandonó una vez hace 4 años, aunque fue por su bien, para que creciera como debía y no con un idiota como hermano, ni siquiera hermano... Su amante.

Pero dolía como la mierda el separarse de él.

Rompió en llanto, en medio de la amplia sala, arrodillado sobre el frío suelo, dejó salir todo lo que le asfixiaba. Lo amaba, lo amaba incluso más que hace 4 años, ahora quería llenarlo de regalos, de mimos, de todo el amor que siempre se mereció, quería protegerlo y demostrarle que jamás lo abandonaría de nuevo... Pero no pudo, por algún motivo, el universo de ponía en su contra y cuando creía que todo iba viento en popa, le caía un balde de agua fría.

— T-Tan...jiro... — Lloraba sin control.

A pesar de esa traición, lo seguía amando.

Ahora ya no tenía nada que lo ate a él, era libre de hacer su vida lejos, Giyuu podía irse todas las veces que quisiera pues ya no tendría la obligación de cuidarlo

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Ahora ya no tenía nada que lo ate a él, era libre de hacer su vida lejos, Giyuu podía irse todas las veces que quisiera pues ya no tendría la obligación de cuidarlo.
Sabía que esas palabras le lastimaron, pero pronto, en algunos meses cuándo él ya no esté, Giyuu podrá seguir su vida como debió de ser, sin él, consiguiendo alguna mujer que pueda darle hijos, alguien de su edad, alguien... Que no lo haga sufrir tanto.

— Tanjiro, mi niño. — Saludó la mujer que le crió desde la puerta de su habitación.

Agradecía infinitamente estar acostado boca abajo en la cama para que no le viese la mala cara que traía encima.

— Hola, Okaa-san. — Se acomodó de tal forma que su rostro quedara contra el colchón de su cama. — Estoy muy cansado, bajaré en un momento a cenar.

Makomo suspiró, realmente no lo culpaba, los exámenes y tantas tareas eran agotadores.

— De acuerdo, aunque no era eso lo que venía a decirte cariño.

A Little Secret [Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora