Nuevas Reglas

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El clic que hizo la cerradura de la puerta resonó por toda la sala de esa silenciosa casa e inevitablemente la mirada rubí del rubio se tornó confundida.

Shoto sacó la llave de la cerradura y la guardó en su bolsillo. Giró su cabeza hacia él y sonrió ligeramente.

—A partir de ahora tendremos nuevas reglas, Katsuki—dio unos golpecitos en a su pantalón haciendo tintinear las llaves dentro para luego continuar—. Yo me quedaré con esto

—¿Qué dices?

—Pon atención, cariño. No quiero futuros desacuerdos—se paró justo a mitad de la sala, dio un suspiro y volvió a mirarlo—. A partir de hoy, no podrás salir a ningún lado sin antes pedir permiso. No bajarás al sótano ni subirás a la azotea. No abrirás mis cajones. Cuando quieras realizar una llamada deberás decirme con quién hablarás y debes hablarme de todos los nuevos amigos que hagas. ¿Entendido?

—Bueno—encogió los hombros en señal de indiferencia. No cuestionaría a su esposo.

Todo esto que se le ocurrió a Shoto repentinamente no le afectaba en lo más mínimo, podría llevar una vida cómoda obedeciendo. De igual forma, no planeaba hacer nada de lo que le estaban prohibiendo ahora.

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Aquella mansión parecía sacada de una película de terror, era grande, oscura y fría. Shoto la consiguió para ellos dos, siempre pensando en su comodidad.

Katsuki vagaba de un lado a otro, queriendo memorizar todos los rincones de lo que sería su hogar.

Las cortinas estaban cerradas todo el día, para que no entrara la luz del sol y por ende los Hombres Oscuros, a los que tanto temía. Los candelabros que colgaban del techo siempre estaban apagados por la misma razón y las paredes eran gruesas, para que no escuchara los alaridos de las bestias del exterior.

Cuánto amaba a Shoto, era un hombre tan considerado.

Se detuvo frente a la puerta del sótano, cerrada con llave, al igual que los cajones y la puerta principal. Le daba un poco de curiosidad saber por qué su esposo no quería que bajara, pero conociéndolo, era para protegerlo de algo, o para proteger sus propios secretos. No lo cuestionaría, confiaba en él.

La azotea estaba fuera de discusión, desde tan alto vería el exterior, escucharía claramente los llantos y el rojo de la sangre se colaría por sus pupilas hasta dejarlo ciego y asqueado. Pero de nuevo, Shoto se encargó de que eso no ocurriera.

—¡Katsuki! ¡La cena está lista!—se escuchó desde la planta baja.

Oh, cierto, otra de las reglas de Shoto. Esta en realidad tiene más tiempo. Fue establecida el día en que Katsuki casi se atraviesa el pecho con un cuchillo de cocina, entonces Shoto le prohibió acercarse a la cocina sin supervisión.

No se quejaba mucho, la verdad es que le parece algo excitante que su marido lo vea cocinar de cerca con esa mirada lasciva que lo recorre por completo, provocando ese familiar escalofrío por toda su columna vertebral. Es ciertamente estimulante.

Bajó las escaleras sintiendo cada vez más el delicioso aroma de la carne bañada en su salsa favorita. Seguramente para festejar su llegada a la nueva vida de casados.

—Espero que te guste. Las albóndigas están deliciosas, a mi parecer.

Le dirigió una sonrisa, y volteó hacia su plato sosteniendo el tenedor en su mano derecha.

—Ojos humanos—soltó en voz baja—. Marrones, y algunos negros

—Shhh—lo silenció el contrario, acariciando su mejilla con sus fríos dedos—. Albóndigas, ¿Está bien?

—Bien... Albóndigas

Clavó el tenedor en aquellas esferas de carne y se las llevó a la boca, saboreando a cada mordisco el delicioso sabor de aquellos ojos... Perdón, albóndigas.

⚠︎⚠︎⚠︎

Comenzando con esto que se me ocurrió repentinamente.

Los capítulos serán cortos, así como las notas :)

Nota de hoy: Ya subí esto. Había dicho que el lunes, pero me quedé sin internet.

Siguiente parte mañana

Pesadilla  [Todobaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora