Epílogo: Promesa

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Cuando el sol estaba a punto de ponerse y el frío viento hacía sus cabellos volar desordenados, es cuando se sentían libres de sentarse frente a la ventana de su cuarto, sólo ellos dos, donde Katsuki se podía sentir protegido si cerraba un poco los ojos.

Shoto acariciaba su cabello con cuidado, mirando su expresión suavizándose y sus pestañas rubias cerrándose sobre los ojos rojos. Katsuki tomaba su mano libre y recostaba su cabeza en el regazo de Todoroki, como lo hacía cuando no estaba seguro de que realmente estuviera ahí.

—Mi mamá ya no quiere que esté contigo, Shoto —le dijo después de estar en silencio un rato, sacando a ambos de sus pensamientos—. Cree que mataste a tus padres.

Shoto sonrió un poco ante esto. Sus padres habían muerto hace una semana. La cocina de su casa se incendió con ambos dentro. Murieron de camino al hospital y él se quedó solo, pero no parecía ser algo que le pesara, más allá de la herida en su ojo izquierdo.

—¿Crees que lo hice? —preguntó sin dejar de acariciar su cabello.

—No, Shoto —abrió los ojos para mirarlo—. Estoy seguro. También estoy seguro de que tu herida no fue por ese incendio.

Todoroki amplió su sonrisa. Amaba la forma en la que Katsuki lo decía sin dudar en absoluto.

—¿Y qué opinas? —Katsuki lo pensó un momento—. ¿Tú quieres seguir conmigo?

—Por supuesto que sí. Desde que te conocí supe que eras un hijo de puta —su ceño se frunció ligeramente—. Sabía a lo que me metía.

—¿Y no te asusta?

—A veces —afirmó—. Pero eres tan hermoso y tan bueno conmigo que haces que se me olvide. Además, sabes que le temo a muchas cosas, que tú me asustes no significa nada.

Shoto soltó otra risita, observando a Katsuki ponerse colorado tras decir esas palabras.

El amor que sentía por él realmente lo hacía hacer y decir cosas que no creyó ser capaz de hacer o decir antes. Había matado a sus padres, sí; se había tirado agua hervida en el ojo para encubrir su culpa, sí. Pero a Katsuki jamás le haría nada que no deseara.

Era capaz de hacer muchas cosas. Pudo arrancar la cola de un gato, matar un pájaro de una sola pedrada, podría hacer mil veces lo que les hizo a Rei y Enji, mientras Katsuki no saliera herido.

Pero Katsuki ha estado herido toda su vida. Encerrado temiendo. Sin ser consciente de qué cosas eran reales y cuáles no. Le dolía a él también.

—Te prometo que estudiaré muchísimo y te ayudaré con eso —dejó de acariciar su cabeza para tomar con cuidado sus mejillas, haciendo que el otro vuelva a abrir los ojos para mirarlo—. Hay que casarnos. Cuando seamos mayores, y yo te curaré.

—¿Harías eso? —sus pestañas se enchinaron en una sonrisa y Shoto asintió serio—. Me casaré contigo si prometes no dejarme llegar a viejo, ¿bien?

—¿Por qué? —preguntó confundido.

—Odiaría envejecer y olvidarme de ti. Sé de lo que hablo, una vez que no puedes ni identificar la realidad de la imaginación, olvidarlo todo es mil veces más probable —se entristeció—. No quiero eso, Shoto. Sólo prométeme que no lo permitirás y seré tu conejillo de indias.

—Está bien, está bien. No lo permitiré —volvió a sonreír—. ¿Y tú no me tendrás miedo y escaparás?

—No, te lo prometo. No me iré nunca.

Sus labios entonces se tocaron, como una forma de sellar las promesas que acababan de hacerse.

Era lindo besarse sabiendo que pase lo que pase, estarían juntos hasta el fin. Eran ambos tan amorosos a su manera, que nadie más podría amarlos así.

Eran sólo ellos contra el mundo entero.

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Última carta, esta vez en serio.

La cagué, hombre.

Me había dicho que no te enviaría ninguna carta, pero este es en serio mi fin y, por ende, el de Katsuki.

Definitivamente no nos volveremos a ver. Y todo porque fui un idiota. Pero ahora te estoy mandando esto como despedida. Ni siquiera sé cuándo la recibirás, pero para cuando lo estés leyendo yo ya habré muerto y Katsuki también.

Maté a tres tipos casi por mero impulso. Era de noche y estaba harto de todo. Cuando empezaron a joderme y recordé todo lo que estaba pasando en mi vida, supe que no tenía escapatoria, ni ganas de encontrar una.

Mi esposo estaba empezando a manifestar síntomas que no eran buena señal. No tardaría en pedirme que acabara con eso, y yo no podría negarme. La policía ya estaba enterada de todo, entonces ni siquiera tenía esperanza de hallar la forma de salvar a Katsuki por lo menos otros dos o tres años.

Sólo los dejé tirados ahí para que al otro día ese policía con cara de estúpido llegara temprano a mi casa.

O mis suegros, porque no he cumplido con la visita y deben estar asesinándome en su mente. Al menos la señora lo está.

Esta es prácticamente una carta suicida. Espero que, si estás vivo, observes desde tu comodidad como mi estupidez se convierte en historia.

Puedes volver si quieres. Leer todas las otras cartas que te escribí, ir a visitar nuestras tumbas.

Haz lo que quieras, me alegro de que al menos tú hayas decidido ser libre de toda culpa.

Gracias por todo.

—Todoroki Shoto, tu viejo amigo.

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Midoriya terminó de leer la carta que recién recibió.

Se talló el puente de la nariz con los dedos y suspiró con fuerza.

Después de todo, Shoto había terminado lo que comenzó, incluso luego de que él hubiera escapado como un cobarde al enterarse de todo lo que su amigo hizo y planeaba hacer. Se sentía algo culpable por dejarlo de ese modo, pero no se sentía culpable por haber hecho lo que cualquiera con sentido común haría.

No quería ser más parte de eso, si Todoroki lo utilizó todo ese tiempo, no importaba más.

Encendió un cigarrillo y comezó a fumarlo, mientras que con el fuego de su encendedor quemaba lentamente el papel de la carta.

—Imbécil de mierda —soltó, las palabras amortiguadas por el cigarro aún entre sus labios—. Ya sabía que estabas loco.

Una última mirada a las letras escritas con prolija caligrafía por su amigo antes de su muerte. Joder.

Metió el encendedor en su bolsillo y guardó de nuevo la carta, arrepentido de haber querido quemarla en un inicio.

Se asomo por la ventana, recargándose en el alféizar. Sus labios se curvaron cuando miró al suelo desde ese quinto piso, pensando en el tiempo en que él y Shoto eran amigos.

—Supongo que debo pagar mis deudas, Shoto —jaló el humo del cigarro en una calada profunda—. Seré yo quien los lleve a la historia.

Apagó el cigarrillo en el borde de la ventana, y observó el humo consumirse en el aire, casi como si el alma de su amigo lo respirara en consentimiento.

Era seguro: ni la muerte podía arrebatarle a Todoroki Shoto lo que le pertenecía.

Por derecho, o por arrebato. 

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Epílogo publicado entre:

12/07/2024 — 14/07/2024

Pesadilla  [Todobaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora