Epílogo: Culpa

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ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas de violencia explícita, sangre y esas cosas. Lees bajo tu responsabilidad y a tu consideración.

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Shoto observó molesto al teléfono sonar por décima vez. Su irritante chirrido le ponía los pelos de punta y estaba seguro de que Katsuki se encontraría tan afectado como él.

Sin querer soportarlo más, tomó las tijeras de la repisa cercana a la pequeña mesa y cortó el cable del teléfono. Desconectarlo no podría ser suficiente para él. Ni para sus suegros, que eran los responsables de tantas llamadas.

Se rio un poco, aún con las uñas entre sus dientes. Seguro ambos estarían tocando su puerta con insistencia dentro de poco. Su expresión se endureció en cuanto recordó a Katsuki.

Mierda, mierda, mierda.

Debía sacarlo de ahí, pero no era capaz.

Subió las escaleras a paso rápido, incluso aprovechándose de sus piernas largas para ignorar varios escalones y así llegar más rápido a su dormitorio, donde Katsuki yacía con los ojos cerrados y los puños apretados sobre su cama, luchando por no hacer ruido.

—Katsuki. Katsuki. Estoy aquí —murmuró dulcemente mientras acariciaba sus finas hebras rubias.

—Shoto —le respondió el otro abriendo un poco sus ojos y relajando sus dedos para sostener con ellos los de su esposo—. Estamos tan jodidos.

Ambos rieron con pesadez. La tristeza los tomaba por completo.

Shoto sentía la culpa devorando su interior poco a poco. Esos malditos efectos secundarios, los que sabía que aparecerían, pero se negaba a aceptar. Estaban ahí, frente a sus ojos, amenazando con llevarse a Katsuki de su lado.

—Shoto —lo llamó Katsuki de nuevo. Le dio toda su atención—. Sólo... mátame por favor.

Y su mundo se derrumbó un poco más.

—Amor... amor, no puedo hacer eso —el agarre de sus manos se volvió más fuerte y los ojos de Katsuki huyeron de los de Shoto que lo miraban tan tristes, pero con ese toque de calma tan suyo.

—Claro que puedes. Eres capaz de matarme a mí y a otros miles. Lo sabes mejor que nadie —una sonrisa cansada adornó su rostro. Luego continuó lentamente—. La policía vendrá por ti y yo me quedaré solo... Ese policía de antes. Él no se va a dejar engañar, aunque parezca un total idiota.

Las risas que soltaba de vez en cuando hacían añicos el corazón de Shoto, porque sabía que hablaba en serio. Pero no podía llorar. Ninguno podía. Este siempre fue su destino. Lo supieron en cuanto se conocieron.

—Tú lo prometiste —por fin lo miró a los ojos—. Prometiste que no me dejarías envejecer demasiado, cuando yo te prometí no tenerte miedo nunca. ¿Lo recuerdas?

Shoto asintió. Por supuesto que lo recordaba.

—Incluso así, rompí mi promesa varias veces. Lo siento mucho, Shoto —Él le sonrió más, haciéndole saber que no había problema—. Es muy difícil no tenerte miedo en ocasiones, eres un maldito monstruo muy aterrador... pero también eres bastante guapo.

Shoto recibió gustoso la mano debilitada de Katsuki que se elevó con cuidado hasta alcanzar y acariciar su rostro.

—¿Qué edad tenemos ahora? ¿Treinta?

—Un poco más que eso.

—Somos tan viejos —suspiró—. Es tu turno de cumplir con tu parte de la promesa.

Pesadilla  [Todobaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora