Ese era su lugar. Entre sus brazos. En sus besos. HyungWon estaba asustado por la intensidad de sus sentimientos.
No había tenido cabeza para pensar en nada una vez que salieron de la universidad.
—¿Sucede algo? —HyungWon apenas levantó la cabeza para mirarlo. Hoseok lucía despeinado, los labios con el color de las cerezas y las mejillas arreboladas. Precioso.
Sacudió la cabeza y le sonrió. Oh, tonto corazón. ¿Qué me estás haciendo?
—Pareces un emperador romano, sólo te falta la corona de laureles y algunas uvas en la boca.
Hoseok inclinó la cabeza y le dio un suave beso en la sien que fue cayendo a lo largo de su cara hasta desembocar en el largo cuello. HyungWon solo podía suspirar entre beso y beso.
—De repente siento un deseo terrible por comerte la boca —HyungWon apretó los dedos en las sábanas—. Eres la cosa más sensual con la que me crucé en la vida...
La voz ronca de su alumno vibraba contra la piel de su pecho. La electricidad le había abierto las puertas al encanto y ahora se ahogaba en el anhelo de fundirse en esa piel alunada que se friccionaba contra la suya. Sus labios parecían haberse olvidado de las palabras y sólo parecían ser capaces de suspirar. Y gemir. El corazón le pesaba de tanto desearlo.
—Es que no lo entiendo... —la boca de Hoseok consentía su ombligo. Sus manos acariciaron el pelo oscuro del bibliotecario. Cerró los ojos, alejándose de la realidad con cada caricia—. El poema...
—¿Mmff? —ese murmullo inentendible y Hoseok sonrió—. Era para ti.
HyungWon sonrió en medio del delirio.
—¿Te gustó? —los besos iban cayendo desordenados por la línea de su cadera y su cuerpo serpenteaba feliz.
—Tengo la absoluta convicción de que nada de lo que hagas podría disgustarme, Hoseok. Me gusta que me pienses.
—Y a mi me gusta pensarte. —Se apoyó en sus antebrazos y descansó su barbilla en la pelvis de su profesor—. Es más, creo que se convirtió en mi pasatiempo favorito. —Sus ojos se desviaron hacia abajo y se mordió el labio inferior—, aunque creo que podría encontrar un pasatiempo más interesante...
Bajó su boca y levantó la mirada. La mirada del tigre que HyungWon ya conocía bien. El calor se derramó por todo su cuerpo.
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¡Lo que habían hecho unos pocos días entre sus brazos! HyungWon estaba totalmente desorientado. La luz de su faro estaba apagándose y ahora andaba a tientas, intentando no perderse en el camino de su deseo. Cada paso lo hundía más en la perdición del cuerpo contrario. Ese cuerpo de locura, el cuerpo en el que quería pasar el resto de sus horas, de sus minutos, de cada segundo de su existencia.
—Estoy tan perdido, Hoseok...
Con el poco aliento que le quedaba, tiró de Hoseok hacia arriba y giró para apresarlo entre sus brazos.