Estaba sentada bajo un árbol leyendo "Cuentos mitológicos". Un libro lleno de imaginación y muchas historias que eran entretenidas para pasar el invierno. Un invierno largo y frío. Por esas horas, no se escuchaba ningún ruido, todos dormían o se resguardaban en sus casas. Los únicos sonidos que se escuchaban eran los cantos de los pájaros y los relinchos de los caballos.
Vivía en Azon, un pequeño pueblo a las afueras del país, que apenas tenía dos o tres escuelas y la mayoría de la gente que vivía allí trabajaba en el campo y se autoabastecían. Mi tío, Baldo, era el dueño de esos enormes campos que se veían alrededor de todo mi mundo de fantasías. Había un club hípico con más de cincuenta caballos, de Salto, Doma, Cross, entre otras disciplinas. Romeo era el caballo de mi tío, -es el caballo más fiel y tierno que conozco- como siempre decía mi tío. Era viejo, quizás unos diez y siete años, pero era como un potro por dentro, le gustaba juguetear con los demás potros y comer azúcar y zanahorias.
- ¡Zaira! Necesito que me ayudes.- dijo el tío Baldo.
Sus palabras me distrajeron y enseguida fui corriendo hacia él. Estaba en los boxes. Nunca lo había visto más feliz. O por lo menos así de feliz.
- Zaira, querida, como hoy es tu cumpleaños,...
Si, ese día era mi cumpleaños. Estaba lejos de la ciudad donde estaban mis compañeras, pero no me importaba porque prefería celebrarlo sola y no quería fiestas, ni tortas, ni cantos de cumpleaños.
- Te quiero regalar algo, porque siempre me ayudas y no te doy nada a cambio.-Dijo el tío, con una sonrisa de oreja a oreja.
- Pero yo no quiero nada...-le conteste.
- Cierra los ojos y espera un rato.
Esperé como tres minutos o algo así en lo que se me ocurrió:
¿Qué puede ser? Para mí que es dinero. No, el año pasado me dio eso. Unas botas de cuero para completar mi conjunto de equitación, o puede ser un libro. Si, debe ser eso. Él sabe que yo amo los libros. De seguro que es sobre...En lo que llega mi tío Baldo. Yo estaba confundida. Olía a caballo recién bañado. Un olor que no me resultaba desagradable para nada. Me gustaba.
- Abre los ojos...
Cuando abrí mis ojos, frente a mí estaba mi tío, desabrigado y lleno de tierra. Pero detrás de él, había un caballo, que parecía de tres o cuatro años de edad. Me gustaba. Me encantaba. Era hermoso, se veía tan fuerte, tan vivo.
Era de un color canela, muy brillante, con las crines y cola del mismo color, un alazán precioso. Su cara era grande y parecía mantenerla arriba para mostrar superioridad. Tenía una mancha en el la cara. Sus ojos eran grandes y llamativos ya que los tenía de color celeste. Su cuerpo era muy estilizado y tenía una mancha en el vientre. Era sin duda el caballo perfecto.
- EE... Es... ¿Es para mí? - tartamudeé atontada por la belleza del animal.
- ¡Claro que es para ti tontita! ¿Para quién más sino?
Sentí una alegría inmensa al descubrir que era mío. Casi lloro de la emoción del momento. Salté a los brazos de mi tío y lo llené de besos por toda la cara. Él parecía feliz también.
Después de todo el llanto y la emoción, me acerqué al caballo. Medía bastante. Acerqué mi mano a la manchita que tenía en su nariz y lo acaricié. Parecía de seda, por lo brillante y suave que era.
- ¿Ya tiene nombre?- pregunté sin dejar de mirar sus ojos grandes y húmedos.
- No, le vas a tener que poner uno.
Un nombre... ¿Cuál podría ser? Lo pensé durante un tiempo en el que se me vinieron varios nombres. Pero ninguno le quedaba bien.
Canelón fue el primero que pensé, por su color. Pero me acordé de que hay una comida que se llama igual. Mancha, Zeus, Willy, Hassan, StandarBread...No, ninguno de esos es bueno.
Tenía que pensar en un nombre original y lindo, porque me acordé de un amigo que se llamaba Fígaro, un nombre original pero nunca le pondría así a alguien. Me reí por un momento, ¿Quién le pondría Fígaro a un chico?
Bueno, sigamos con el nombre. Busqué en unas revistas viejas que estaban en el salón del club hípico. Eran revistas de caballos, en donde salían los nombres de los jinetes y de sus caballos. Encontré una revista muy vieja, rota y empolvada. Me pareció ver en la tapa unos nombres escritos. Limpié el polvo y encontré un nombre que decidí ponerle sin consultarme por segunda vez.
- Lancelot.
- Que original, ¿cómo se te ocurrió?
- Lo encontré en una de las revistas que están por allí- dije señalando la pila de revistas.
- Ahh, y ¿no te gustó la foto de Romeo y yo cuando ganamos el premio del Concurso Internacional de Salto?
¿Romeo saltaba? No tenía ni la menor idea. Con razón siempre anda dando saltitos por todo el prado.
- Debe haber sido un campeón en los saltos cuando era joven ¿no?-le pregunté
- ¡Claro querida! Gané muchas competencias con él. ¿Qué tal si le enseñas a saltar a tu caballo?
Me pareció buena idea, ya que era un hermoso caballo para salto, por su tamaño y su musculatura. El problema es que yo solo montaba cuando mi tío me enseñaba, o cuando necesitaba ir a comprar algo al pueblo.
- Yo te puedo enseñar, era muy profesional en mis tiempos...
Y antes de que empiece a contar una de sus largas y aburridas historias me fui a observar a mi nuevo caballo Lancelot. Me senté a observarlo, me enamoré de él. Como sentía que él quería escuchar mis pensamientos, hablaba en voz alta, con él.
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Lancelot -caballo-
FantasiaZaira es una chica que vive con su tio, despues de una tragedia. Historia hipica de ficcion en la que no solo hay simples humanos. Como en toda novela hípica, los caballos son el corazón de los personajes y de seguro (si te gustan los caballos) te...