Capítulo X

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La ventana seguía abierta y el aire de la mañana, más fresco que nunca, entraba secándome las lágrimas y la transpiración, cubriéndome los nervios y haciéndolos desaparecer, silbando dulces melodías como los pájaros.

Un poco de luz empezó a entrar y a iluminar la habitación y ahora eran los pájaros los que cantaban y las gallinas que gritaban que estaba amaneciendo.

Un pajarito azul, con ojos amarillos se posó sobre el marco de la ventana, atrajo mi atención y cantó con una voz potente que me llenó de melancolía.

Yo tenía siete y vivía cerca de un bosque, siempre esperaba a que mi madre me despertara con un beso, palabras suaves y caricias tiernas. Los pájaros azules cantaban todas las mañanas, melodías armoniosas e incomparables. Cada día desayunaba deliciosos panes caseros y calentitos. Mi madre me cantaba una canción de cuna inventada por ella, que yo me sabía de memoria:

"Niña pequeña

No mires para atrás,

Que luego si te pierdes

Llorando volverás.

Niña pequeña

No te desconcentres más,

Que si el camino es difícil,

Fácil caerás.

Niña pequeña

Duérmete ya,

Que se hace de noche

Y oscuro se pondrá."

Era tan bella que, cuando terminaba la melodía, la cantaba otra vez en mi mente y así hasta que me cansara y me quedara grabada por el resto del día.

Un día, después del colegio, fui a la casa de una compañera a jugar. Nadie me buscaba y ya era tarde. Sus padres llamaban a mi madre por teléfono todo el tiempo, pero ella no contestaba, y por más vergonzoso que haya sido, les pregunté si me podía quedar a dormir, que no quería volver a mi casa por si no había nadie.

La mañana siguiente, muy temprano, los padres de mi amiga me despertaron, me dijeron que había alguien esperándome en la puerta. Con toda mi energía, corrí de la habitación hasta la entrada principal, pero no era mi madre, ni mi padre. Era Baldo, mi tío que casi no conocía, por cuestiones que nunca averigüé ni me interesó saber.

- Vamos nena - me dijo forzando una sonrisa - Muchas gracias por cuidar de ella, de verdad perdonen... - les dijo a los padres de mi amiga, que estaban mirando apenados desde la puerta.

- ¿A dónde vamos? - le pregunté inocente y todavía con una extraña sensación.

Nadie contestó mi pregunta. Ni mi tío, ni nadie hasta que llegue a casa. Mi padre estaba sentado en el sillón del salón, me parecía raro que esté en casa porque nunca podía ir, siempre estaba trabajando y volvía tan tarde que solo algunos fines de semana podíamos verlo.

Apenas sé si su relación funcionaba de verdad, no los veía juntos, y cuando tenían la oportunidad de verse, hablaban sobre política, frutas, mesas y gatos, de todo menos de ellos.

Mi padre me invitó a sentarme al frente suyo, su cara era de tranquilidad pero sus manos no paraban de temblar nerviosas y descontroladamente.

Ya no estaba, dejó de existir en el mundo. Al principio pensé que mi padre bromeaba, que se había ido de viaje y que en unos días o quizás semanas volvería. Pero los meses pasaban rápido y aunque la haya visto metida en un cajón, vestida fúnebremente y pálida como un papel, yo seguía creyendo que volvería, pero otra parte de mí se iba desmoronando como glaciares que retrocedían, rompiéndose en astillitas que se clavaban en mi corazón.

Aunque me costara, no volvería a ver sus ojos verdes, ni la oiría cantar, no vería más a la persona que más admiraba y amaba en el mundo.

*Fue una muerte súbita cardíaca, quizás por el estrés del momento* Nunca me lo pude creer, las palabras eran tan falsas, pero no tenía como defenderme.

Mi única opción era vivir con mi tío, ya no quería seguir viviendo ahí, tampoco podía, nadie iba a cuidarme.

Ya han pasado nueve años y ya no lloro cada noche, ya no pienso en dejar la casa de mi tío y escaparme para buscarla, ya no necesito el consuelo y el calor de mi osito de peluche, me obligué a crecer y superar la soledad que pasaba. Aunque todos los años estaba siempre acompañada por los del campamento, ya no era lo mismo.

Pero no siempre logro resistir el peso y siento la necesidad de desahogarme encerrándome en mi habitación y derramando lágrimas.





Este capítulo se lo dedicó a dianaatia5 muchas graciassss por leer y comentar.

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Lancelot -caballo-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora