*Toc toc toc* (alguien golpea la puerta)
No respondí e imité el sonido del silencio (que era más fácil de lo que me esperaba) Pero seguía insistiendo y tomé una segunda decisión: esconderme antes de que pudiera abrir.
Rodé por la cama e hice un salto ninja para entrar al armario. Corrí las perchas intentando no hacer ruido y cerré la puerta dejando solo un espacio para ver quién era.
Como esperé, alguien entró, pero me dio tanto miedo de que me encuentre, que me encogí y me tapé de abrigos. Sentí aire fresco, se había abierto la puerta del armario y aunque fuera invierno, estaba sudando como si el sol estuviera sentado al lado mío. Pero luego de unos segundos, que parecían interminables, se cerró de nuevo la puerta del armario y un poco después la de la habitación.
Pude salir y revisar la habitación, por si también había tenido la misma idea de esconderse que yo. No había nadie así que me senté en mi cama mucho más relajada. El reloj que estaba en la pared marcaba las diez menos cuarto (de la mañana), a las en punto comenzaban las clases de adiestramiento y salto.
Me levanté y caminé dispuesta a escuchar la clase. Bajé las escaleras despacio rozando la pared con mis dedos. Salí de la casa y me dirigí hacia la pista.
A unos metros habían unas sillas de madera y mimbre, una estaba ocupada por un señor que miraba a su hijita que estaba en la pista de al lado aprendiendo a montar en un caballito de baja estatura, que era Buttercandy, y en otra de las sillas estaba Alan, también sin su caballo.
Un hombre, con un paso un poco afeminado pasó caminando por nuestro lado, Michel, nuestro entrenador físico y profesor de equitación. Todos los que tienen una opinión sobre él, dicen lo mismo: no le importa si faltamos o si no tenemos caballos o si se muere alguien querido, ni siquiera se esfuerza por que hagamos todo bien y mejoremos, solo viene por el dinero que pagamos.
Cuando nos pasó y abrió la puerta de la pista, se dio cuenta de que estábamos allí y nos puso una cara de inmensa pena, ensayada seguramente, y luego empezó a dar órdenes a nuestros compañeros.
Me levanté molesta y caminé en dirección opuesta a ellos. No podía soportar la idea de que Lancelot ya no estaba, pensaba que seguro que estaría trabajando para alguien o ya estaría muero, igual que había pasado con mi madre, cada vez que lo pensaba más, me daba ganas de patear algo o llorar hasta morir.
Me acerqué hasta la pista de arena que estaba techada, ahí nadie estaba haciendo clase, no había nadie. Caminé arrastrando mis botas por la arena y llegué hasta unos palos de salto que estaban tirados en el suelo. Todo se veía bien, justo quedaban en el centro así que podía ver todos los ángulos con claridad. El sonido de la puerta corrediza me asustó, había sonado como un golpe fuerte y torpe.
Cuando miré para atrás me encontré con un caballo majestuoso, tan negro como el carbón y tan vivo como un tigre hambriento. Caminaba hacia mí, tranquilo pero torpe y no paraba de mirar hacia atrás.
- Hola Romeo – le dije despacio y sonriendo.
Era tan fuerte y la vitalidad le sobraba, venía dando saltitos y a un trotecito amigable. Me dio la impresión de que necesitaba llamar la atención, que estaba aburrido y no lo estábamos aprovechando. Era verdad, ahora que mi tío se había comprado otro caballo más joven y rápido se había olvidado de Romeo, su primer potro criado en su club.
Cuando ya estaba a mi lado, levanté la mano para acariciarlo pero levantó la cabeza con brutalidad y miedo, salió a todo galope pegando patadas al aire, furioso por no tener ese amor que le daban antes.
Hace años que no lo tocan, siempre ha estado en el prado liderando a las yeguas con sus potrillos, libre sin el peso de la montura o la incomodidad de la embocadura de hierro.
Ya no debe sentir lo mismo que antes, ese fuego que subía por sus venas en los concursos internacionales. No sentía hace tiempo lo que era ser admirado por todos, los flashes de las cámaras y las veces que repetían su nombre por los altavoces.
Ya había perdido mucho tiempo desde que Lancelot había sido robado y si no hacía algo no lo encontraría, tenía que empezar a actuar. Fui a los establos, que ya estaban hasta la mitad reconstruidos, pero todavía quedaba la parte del box de Darley y otros más.
Tenía que imaginarme como y cuando lo habían sacado, por donde lo habían llevado y donde lo tendrían ahora. Habían muchas huellas en las cenizas así que era imposible saber cuáles eran las de Lancelot.
En ese momento entró Baldo y al verme allí evitaba mis ojos, evitaba que viera su expresión, solo me comentó que lo seguían buscando y que la policía creía que se lo habían llevado al bosque, pero por alguna extraña razón no se atrevían a entrar y lo buscarían por aire.
Al terminar de decirme eso, se alejó por el enorme agujero que había en la pared, provocado por las demoledoras, que querían tirar las paredes para empezar de nuevo.
- ¡La caja! ¡tengo que buscarla! – dejé escapar un chillido cuando me acordé de la caja que me encontré en el muro.
- ¿Qué caja? – Me dijo Frank que al parecer estaba allí cuando mencione esa frase.
- No, una caja de chocolate que me encontré – le mentí arrepintiéndome por haber dicho una cosa tan tonta.
No me creyó y me pidió una explicación con su mirada. Confiaría en él pero no estaba segura si decirle, ponerlo en peligro si tuviera algo ilegal o explosivo. De todos modos no quería meterlo en este tema así que tuve que inventarme alguna otra excusa.
- Es la caja que mi madre me dio – le dije fingiendo estar un poco desilusionada – tiene unas cartas que ella escribió para mí y quiero leerlas.
- Está bien, si me necesitas estoy afuera... ¿sí? – me dio unas palmaditas en la espalda relajándome totalmente, se lo había creído.
Cuando salió, corrí hacia mi habitación, subí las escaleras a tropezones y pateé la puerta con toda mi fuerza para abrirla, pero al parecer estaba cerrada con llave por dentro y me choqué contra ella.
Como la había pateado con tanta fuerza, rebotó y me obligó a caer hacia atrás y golpearme la cabeza contra el barandal de la escalera. Y de nuevo, quedé tendida esperando ayuda.
Primero que todo, perdón por hacerlos esperar tanto. Desde hace años que vengo con problemas y me cuesta seguir sinceramente.
Segundo y más importante Gracias a todos, de verdad agradezco muchísimo que haya gente que gaste su tiempo en mi novela. Últimamente necesito ayuda para seguir publicando, necesito saber que les gusta y que vale la pena. No quiero pedir que me voten, pero necesito saber que hay alguien leyéndola detrás de esta pantalla. Y con mucho amor, les mando un beso grande.
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Lancelot -caballo-
FantasyZaira es una chica que vive con su tio, despues de una tragedia. Historia hipica de ficcion en la que no solo hay simples humanos. Como en toda novela hípica, los caballos son el corazón de los personajes y de seguro (si te gustan los caballos) te...