Si te amo, ¿a ti qué te importa? · [ JIKOOK ]

(15) Nada de personajes y libros, solo tú y yo

Nota de la autora: Este capítulo contiene NSFW / Contenido adulto explícito. Por favor, léelo solo si eres mayor de edad.

Ninguno podría decir con certeza cuánto tiempo estuvieron allí aferrándose al otro como un salvavidas, respirándose mutuamente en la boca del otro, dejándose ser por primera vez en mucho tiempo.

Jimin terminó suspirando con fuerza, elevó su mano a la mejilla del otro, asegurándose de que era real. Jungkook dejó reposar su frente en la del otro y ambos cerraron los ojos permitiendo que sus latidos se calmaran ligeramente.

—Deberíamos... Deberíamos volver... Si quieres...—sugirió el mayor dubitativo.

—Claro que quiero —afirmó Jungkook tomando su mano y llevándolos de vuelta.

No se apresuraron a volver, tenía ya poco sentido estando completamente empapados y era demasiado agradable caminar al fin de la mano como para renunciar a ello tan rápidamente.

Al llegar, Jimin le ofreció prepararle un baño. Al principio dudó de si sería muy rápido sugerirle que lo tomara en su bañera o si debería hacerlo mejor en la del baño general. Sin embargo, pronto se deshizo de esas reticencias; no tenía mucho sentido si al fin... querría... querría comenzar algo con él y no era como si le estuviera pidiendo que se bañaran juntos, solo estaría compartiendo con él ese espacio.

En un abrir y cerrar de ojos estaba volviendo a su enorme en-suite en el que Jungkook le esperaba ya dentro de la bañera, fascinado con el nivel de lujo y ostentación que desbordaba por todas partes. Se había quedado literalmente boquiabierto cuando habían atravesado el dormitorio principal y su sorpresa solo se había visto acrecentada al entrar a la sala en la que estaba ahora.

El dormitorio de Jimin parecía sacado de una revista de decoración. Las paredes decoradas con papel pintado de color gris marengo y motivos victorianos, las puertas altas y blancas a juego con el tocador y su pequeño taburete. Había también un gran armario dentro del que seguramente podría uno echarse una siesta de lo enorme que parecía y que iba a juego con las mesillas de noche y el baúl a los pies de la cama que parecía hecha para un rey. No faltaba un espejo de pie, un par de cómodas que probablemente no fueran tales, sino muebles con extravagantes nombres en francés. Todo parecía, en conclusión, sacado de un palacio, absurdamente grande y fastuoso.