Elizabeth había calculado que Darcy llevaría a su hermana a visitarla al día siguiente de su llegada a Pemberley y, en consecuencia, resolvió no perder de vista la fonda en toda aquella mañana. Pero se equivocó, pues recibió la visita el mismo día que llegaron. Los Gardiner, Mary y Elizabeth habían estado paseando por el pueblo con algunos de los nuevos amigos, y regresaban en aquel momento a la fonda para vestirse e ir a comer con ellos, cuando el ruido de un carruaje les hizo asomarse a la ventana y vieron a un caballero y a una señorita en un cabriolé que subía por la calle. Elizabeth reconoció al instante la librea de los lacayos, adivinó lo que aquello significaba y dejó a sus tíos atónitos al comunicarles el honor que les esperaba. Estaban asustados; aquella visita, lo desconcertada que estaba Elizabeth y las circunstancias del día anterior les hicieron formar una nueva idea del asunto. No había pasado nada que lo sugiriese anteriormente, pero ahora se daban cuenta que no había otro modo de explicar las atenciones de Darcy más que suponiéndole interesado por su sobrina. Mientras ellos pensaban en todo esto, la turbación de Elizabeth aumentaba por momentos. Le alarmaba su propio desconcierto, y entre las otras causas de su desasosiego figuraba la idea de que Darcy, en su entusiasmo, le hubiese hablado de ella a su hermana con demasiado elogio. Deseaba agradar más que nunca a la pariente más cercana de su futuro esposo, pero sospechaba que no iba a poder conseguirlo.
Se retiró de la ventana por temor a que la viesen, y, mientras paseaba de un lado a otro de la habitación, las miradas interrogantes de sus tíos la ponían aún más nerviosa y Mary no era de ningún servicio. Esta había accedido a acompañar a su hermana sin poner peros ni trabas al viaje con la condición de que se le diera la libertad de hacer lo que ella quisiera y como consolar, ayudar o calmar a su hermana mayor no estaba en sus planes, se la pasaba todo el tiempo leyendo, estudiando partituras e incluso escribiendo.
Por fin aparecieron la señorita Darcy y su hermano y la gran presentación tuvo lugar. Elizabeth notó con asombro que su nueva conocida estaba, al menos, tan turbada como ella. Desde que llegó a Lambton había oído decir que la señorita Darcy era extremadamente orgullosa, pero, después de haberla observado unos minutos, se convenció de que sólo era extremadamente tímida. Difícilmente consiguió arrancarle una palabra, a no ser unos cuantos monosílabos.
La señorita Darcy era más alta que Elizabeth y, aunque no tenía más que dieciséis años, su cuerpo estaba ya formado y su aspecto era muy femenino y grácil. No era tan guapa como su hermano, pero su rostro revelaba inteligencia y buen carácter, y sus modales eran sencillísimos y gentiles. Elizabeth, que había temido que fuese una observadora tan aguda y desenvuelta como Darcy, experimentó un gran alivio al ver lo distinta que era.
A los Gardiner todos los presentes les inspiraban la más viva curiosidad. Las sospechas que acababan de concebir sobre Darcy y su sobrina les llevaron a concentrar su atención en ellos examinándolos detenidamente, aunque con disimulo, y muy pronto se dieron cuenta de que al menos uno de ellos estaba muy enamorado. Los sentimientos de Elizabeth eran algo dudosos, pero era evidente que Darcy rebosaba admiración a todas luces.
Elizabeth, por su parte, tenía mucho que hacer. Debía adivinar los sentimientos de sus dos visitantes y al mismo tiempo tenía que contener los suyos y hacerse agradable a todos. Bien es verdad que lo último, que era lo que más miedo le daba, era lo que con más seguridad podía conseguir, pues los interesados estaban ya muy predispuestos en su favor. Georgiana lo deseaba y Darcy estaba completamente decidido.
Georgiana, en su timidez, no demostró lo sorprendida que se encontraba al conocer la única joven que su hermano había elogiado en su presencia. Le gustó mucho. Elizabeth era muy hermosa, tal como ella se había imaginado, sus modales le agradaron e incluso su hermana Mary le pareció lo bastante bella para sospechar que todas las hijas de la familia Bennet eran igual o incluso más agraciadas de lo que decían los rumores que ella creía con furor. Se sintió engañada al recordar las palabras poco favorecedoras que le habían referido sobre ellas las hermanas del señor Bingley.
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ORGULLO Y PREJUICIO - Aceptando la propuesta
Fiksi SejarahAHORA ILUSTRADO! Elizabeth sentía una furia contenida al escuchar la declaración del señor Darcy. Cuando terminó de hablar se preparó con rabia para responderle. - En estos casos creo que se acostumbra expresar cierto agradecimiento por los sentim...