Capítulo III: Misión imposible

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Confieso que contaba las horas para recuperar la USB del diablo, pero debía aparentar una tranquilidad a su lado que no poseía. Pensar en esto me llevó a recordar que sucedía después de que aclaraba mi sentir con mi potencial pareja, si mi abuelo viviera seguro diría "—Niña, uno no puede matar el tigre y temerle a la piel", porque en efecto eso es lo que me sucedía; cada vez que estaba a un paso de empezar una relación mi sentir, mi enamoramiento puf puf... desaparecía. No entendía por qué si el chico me gustaba y pasaba horas y horas hablando con él de un momento a otro mi interés bajaba a la velocidad de la luz... y no necesariamente en sentido figurado.

Recuerdo cuando salía con David, las llamadas tardes, las salidas en fin de semana, eventos donde compartíamos nuestras amistades, nos gustábamos y mucho, pero entonces un viernes nos dijimos el famoso "me gustas" y el sábado en la mañana mi interés ya no estaba ¿Qué hizo mal? Nada ¿Me empezó a gustar alguien más? Para nada... simplemente hablábamos por whattsApp y ya no tenía palabras para el siguiente mensaje. Luego uff. Evitaba estar en la misma estancia que él porque de una u otra manera jugué con su tiempo y su sentir, así que dejé de prestarle atención a ese sentir tan volatil.

¿Les ha pasado igual? Porque a mí me pasaba todo el tiempo hasta que conocí a Nic y se preguntarán, entonces ¿Por qué no dejar que vea la declaración y esperar que mi enamoramiento desaparezca? Sencillo, porque eso también podría dañar nuestra amistad y prefiero seguir enamorada en el anonimato, que desenamorarme y perder a un buen amigo.

—Uff este día sí que ha demorado, ¿ya estás lista Stephanie?

—Claro, vamos.

A diferencia de mí, él tiene un auto heredado de su padre, no es último modelo, pero es elegante y practico... como su dueño. El tiempo que demoramos para llegar a su casa fue un cómodo silencio.

—Madre, ya llegamos. —enunció Nic al abrir la puerta de su casa.

—¿Llegamos? No me digas que trajiste a la cacatúa de Sof... ¡Oh! Stephanie que gusto verte. —saludó Ana a tres metros.

—Buenas tardes señora Ana, es un gusto verla después de tanto tiempo.

—No, el gusto es mío mi niña, pero antes de que me saludes por favor vete a bañar.

No crean, en su momento sus palabras me bloquearon, comencé a pensar que olía a feo o que tenía la ropa sucia y no me había dado cuenta y había pasado todo el día con Nic en tan precario estado.

—Mamá no empieces.

—Nicholas, ¿Sabes lo terrible que es ese virus? Es más, tú también te debes bañar. —los comentarios de la Señora Ana no hacían más que calentar mis mejillas.

Pero después de un corto tiempo del intercambio de palabras entre madre e hijo entendí la cuestión: después de la muerte de Nicholas padre hace un año la señora Ana quedó con cierta fobia a los virus y bacterias; el pobre hombre fue por un dolor en el pecho y murió por una infección en la clínica, los médicos fueron tan negligentes que había pruebas de más en el proceso de responsabilidad médica en su contra e indemnizaron a la familia Muñoz, pero eso no cubre la perdida.

—¡Ay! Mi niña no te quería ofender, pero sabes que es mejor prevenir que curar.

—La entiendo y claro no tengo inconvenientes en bañarme.

—Pero, tú no trajiste ropa. —aseveró Nicholas.

—¡Oh! Eso no es problema, yo le puedo prestar unas prendas totalmente limpias de gérmenes.

—Madre, ens..

—En ese caso ¿Dónde queda el baño? —corté el argumento de Nic, había que entender a su madre.

Más sala' que el mar y más dulce que la mielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora