...
Al día siguiente fui a clase con un suéter rojo y unos pantalones de vestir porque mis padres me habían pedido que nunca llevara vaqueros en la tienda.
Die zminutos después de que sonara el último timbre, vi a Sam apoyado contra el capó de su coche en el aparcamiento del instituto, esperándome.
-Hola.-Dije mientras me acercaba.
-Hola.-Vino hacia el lado del copiloto y me abrió la puerta. Nadie había tenido un gesto como ese por mi nunca, excepto mi padre, que solía hacerlo de broma.-Oh.-Me quité la mochila y la dejé en el asiento.-Gracias.
Sam me miró sorprendido un instante, como si no estuviera seguro de por qué le estaba dando las gracias.
-¿Por la puerta? De nada.
Me acomodé en el asiento de copiloto, mientras Sam rodeaba el coche. Cuando entró, esbozó una sonrisa nerviosa y puso en marcha el motor. Y de pronto, de los altavoces, salió música Jazz.
-Lo siento.-Dijo.-A veces necesito un pequeño incentivo para animarme por la mañana.
Me eché a reír.
-Te entiendo.
Bajó el volumen de la música, pero no la apagó del todo, y poco a poco fue impregnando el interior del coche.
Después Sam, puso la marcha atrás, giró el cuerpo hacia mí, apoyó el brazo en el respaldo de mi asiento y sacó el vehículo del aparcamiento.
Su coche estaba hecho un desastre. Había papeles en el suelo, envoltorios de chicle y púas de guitarra por el salpicadero. Miré los asientos traseros y vi una guitarra, una harmónica y dos estuches de instrumentos negros.
Volví a mirar al frente.
-¿Quién es?-Pregunté, señalando la radio.
Sam estaba pendiente del flujo constante de vehículos a su izquierda, esperando la oportunidad para meterse en la carretera.
-Mingus.-Respondió sin mirarme.
En cuanto vio una pequeña abertura para poder unirse al tráfico, movió el coche y giró rápidamente el volante, accendiendo sin problema a la circulación. Después de eso, se relajo y volvió hacia mi.
-Charles Mingus.-Explicó.-¿Te gusta el jazz?
-Nunca me he parado a escucharlo en serio, así que no se.
-Está bien.-Sam subió el volumen.-Escuchémoslo entonces y así sabrás si te gusta o no.
Asentí y sonreí para mostrarle que estaba de acuerdo. El problema era que, a los tres segundos de escuchar a Charles Mingus, tuve claro que no me iba mucho y no supe cómo pedirle de forma educada que lo apagara. Así que me quedé callada.
Cuando entramos a la librería, mi padre estaba en la caja registradora. Su rostro se iluminó nada más al verme.
-Hola, cariño.-Dijo, centrándose únicamente en mi. Luego se volvió un instante.-¡Hola, Sam!
-Hola, papá.-No me gustaba la idea de que me llamara <cariño> delante de ningún estudiante de mi instituto. Pero como quejarme solo iba a empeorar las cosas, decidí pasarlo por alto.
Sam se fue directo a la trastienda.
-Voy un minuto al baño y enseguida le revelo, señor Rivera.
Mi padre levantó el pulgar en forma de respuesta y se volvió hacia mí.
-¿Cómo te ha ido hoy?-Preguntó mientras yo metía la mochila debajo del mostrador.-Cuéntamelo todo.
Eché una vista a mi alrededor y vi que el único cliente que había en la tienda era un señor mayor leyendo una
biografía militar. Estaba fingiendo que solo la estaba hojeando, pero lo cierto es que se le veía completamente absorto en la lectura. Parecía estar a punto de lamerse el dedo para pasar de página o doblar la esquina de la hoja para marcar su capítulo favorito.
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Los dos amores de mi vida
FanfictionCon un poco más de veinte años, Danna se casa con su amor de juventud, Jorge. Juntos construyen una vida a su medida, alejada de las expectativas de sus familias y entorno más cercano. Recorren el mundo, Danna como escritora freelance y Jorge como a...