...
Cuando llegué al bar, Sam iba vestido con una camisa vaquera y unos chinos grises.
Me dio la sensación de que llevaba un poco de gomina en el pelo, y cuando se acercó para saludarme, me di cuenta de que se había puesto colonia.
Sabía que era una cita. Quería que fuera una cita.
Pero la colonia, el olor a cítrico y madera, lo dejó más que claro.
Le gustaba a Sam.
Y él me gustaba a mí.
Puede que la cosa fuera así de sencilla.
Aunque sabía que no lo era. Pero quizá pudiera serlo.
—Estás muy guapa —dijo Sam.
Cuando me preparé para esa noche, me puse una falda negra ajustada y una camiseta de manga larga de rayas
negras y blancas que resaltaban lo mejor de mí.Hacía años que no me aplicaba la máscara de pestañas con tanto
cuidado. Incluso usé un imperdible para separar las pestañas que se habían pegado.Después me puse unas bailarinas rosa pálido y fui hacia la puerta.
Me miré en el espejo justo cuando estaba a punto de salir de casa.
Algo no iba bien. No iba a funcionar. Me di la vuelta y me cambié las bailarinas por unos tacones negros.
De pronto, mis piernas parecían mucho más largas.
Sintiendo más confianza en mí misma, fui al baño, me perfilé los labios con una línea carmesí perfecta y rellené el
interior con un pintalabios llamado Rojo Rusia.Solo lo había usado una vez, hacía unos meses, cuando fui a cenar con Vania a un restaurante elegante en Back Bay.
Pero me gustó como me quedó. Igual que me gustaba en ese momento.
Estaba guapa.
Y lo sabía.
Había conseguido tener mi mejor aspecto.
—Gracias —dije a Sam en el bar. Apreté los labios y me senté en el taburete que había junto a él—. Tú tampoco estás mal.
La camarera, una mujer alta e imponente de pelo oscuro, se acercó y me preguntó que qué quería beber.
Eché un rápido vistazo a la lista de cócteles de la casa, pero no hubo
nada que me llamara la atención. Todo parecía la misma mezcla de zumo de fruta y vodka.—Un gimlet —dije.
Ella asintió, se volvió y se puso a preparar la bebida.
—¿Qué estás bebiendo tú? —pregunté a Sam.
Estaba sentado frente a una cerveza rubia de barril
—. Espero que no la hayas pagado. Se suponía que corría por mi cuenta.
Sam me miró y esbozó una sonrisa de pena.
—He tenido que pagarla cuando me la sirvieron —explicó.
—. Así que eso significa que tendrás que pagarme la segunda.
—Me parece bien.
La camarera dejó la copa delante de mí y yo le entregué mi tarjeta de crédito.
Luego se marchó.
—De acuerdo, pero que sepas que pienso pedirme la cerveza más cara de la carta.
Estábamos sentados frente a la barra, mirándonos por el rabillo del ojo.
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Los dos amores de mi vida
FanfictionCon un poco más de veinte años, Danna se casa con su amor de juventud, Jorge. Juntos construyen una vida a su medida, alejada de las expectativas de sus familias y entorno más cercano. Recorren el mundo, Danna como escritora freelance y Jorge como a...