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Se podría decir que la vida de ese momento de Lee Felix en un punto llegaba a ser estresante; 1984 no era un año fácil para un chico de 21 años en una nación desconocida. O sea, mantener un promedio en la Universidad a la vez que se trabaja en un restaurante no era para nada simple, pobre hombre.

Todo a causa de sus padres que aún vivían en Australia, mas ellos eran coreanos y por esta misma razón anhelan, desde lo profundo de sus pechos, que su preciado hijo se educara con los estándares coreanos —esos mismos que cuando Lix solía escucharlos de los relatos de su padre durante su infancia los catalogaba como inverosímiles—. ¡Los australianos no estudiaban tanto como los coreanos! Por lo tanto, deseaban un buen futuro para su Yongbok, incluso si esto implicaba casi que matarlo a la hora de estudiar.

Fue así que Felix terminó viajando en soledad al país natal de sus progenitores. En tanto ellos continuaban disfrutando de la vida australiana, él se esforzaba trabajando en un mini restaurante en Busan donde vendían la mayor parte del tiempo tteokbokki y, a medio día, se llenaba de estudiantes universitarios hambrientos, tal como él.

Al menos, la propietaria del lugar era de lo más amable con él, es más, lo trataba como su propio hijo; siempre le estaba alimentando, preocupándose por él cuando llegaba cansado y halagando sus delicados rasgos porque: "¡Qué envidia, Yongbok-ah!, ya desearía tener el perfil tan definido como el tuyo".

Esto le hacía sentir amado en cierta parte, claro que sí.

Sin embargo, incluso así no podía evitar todas las inseguridades que conllevaban sus pecas genéticas, ¡eran tan imperfectas! Entonces en sus días libres, después de salir de las clases, se dedicaba a comprar maquillaje para ocultárselas. Obvio, con el pretexto de que era un encargo de su novia... quien sabe que le podían llegar a hacer si descubrieran que era para usarlo en su rostro.

Pero bueno, tocando el tema, no tenía novia ni le interesaba alguna por el momento, su horario estaba demasiado apretado para estar pensando en alguien más que en su propio ser. Y no es que le hubiesen interesado tantas niñas en la república de los quokkas.

—¡Señora Yang, he llegado! —Avisó a la vez que se deshacía de sus converse amarillas, las cuales había comprado en Australia, en el recibidor de la entrada, acomodándolas parejas para que se viera agradable y ordenado.

El pecoso no había terminado de decir la frase cuando la mujer estaba allí recibiéndole, mientras le pellizcaba sus mejillas, puesto que adoraba esos puntitos café en la cara de su empleado. Lo cierto es que Yang EunYoung no solo le encantaba las pequitas de su trabajador, sino que también amaba al muchacho. Era imposible no hacerlo con esa personalidad tan encantadora y su sonrisa grande.

—Yongbok-ah, te he dicho que no me digas señora, ¡solo tengo 35 años! —Reclamó dándole unas palmaditas en su frente. Aunque llevaba, al menos, unos seis meses allí el australiano seguía tratando a todos tan formal. Aparte de que le daba un poco de pena porque su experiencia en el coreano no era tan basta y muy seguido se enredaba con su propia lengua, por lo tanto su pronunciación de vez en cuando le fallaba.

—Lo siento, EunYoung. ¿Hoy ha-

—¡YongBok hyung! —gritó un niño con shorts azules y una camisa de mangas cortas unas tallas más grandes que la que le correspondían ya que el calor en esos momentos podía matar a cualquiera.

Corriendo hasta el mencionado abrió sus brazos en grande para ser recibido en el proceso por el bonito castaño, sin importarles la alta temperatura. O sea, el pequeño había sobrevivido sin su hyung toda la mañana y parte de la tarde.

Este infante con ojitos rasgados como zorro era el hijo de la señora Yang, Yang Bomin.

El pobre Bomin sufría acoso por parte de sus compañeros de clase porque: "Eres muy delicado y afeminado, pareces niña" o "¿Acaso te gustan los niños, Bomin?". Claro que al afectado en su inocencia pura ninguna de estas dos situaciones le parecían una afección, es decir, las niñas eran muy lindas y caían muy bien; además, no había problema si le llegaba a gustar un chico, ¿verdad? Sin embargo, el problema se transformaba en algo totalmente diferente cuando a simples palabras se tornaban en empujones o golpes "accidentales". Así que era muy acertado decir que apenas Yongbok llegó a su solitaria vida le tomó tanto cariño como para considerarle su hermano mayor.

anemoia ⸼ MINLIXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora