𝐓 | ❝ Si tu llegas a derramar lágrimas, yo derramaré sangre por ellas ❞
Athanasia es abandonada por Claude y esté ordena enviar a su hija lejos de él a un territorio completamente fuera de su poder dentro de su Imperio para que fuera criada hasta s...
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━━━━━ La mirada de una madre rechazada.
Esa sería la última vez que Lilian sostendría entre sus brazos a la princesa Athanasia. Sería la última vez que podría leerle un cuento de hadas. Sería la última vez que podría verla y sentirla a su lado.
Su majestad, el emperador de todo aquel grande Imperio reconocido como Obelia, se aproximaba hasta el palacio de la gema roja trayendo junto a él un séquito de soldados a su disposición. La ida que realizarían hacía el oeste de Obelia sería peligrosa, él no podría estar al pendiente de solo esa niña, necesitaba mantenerla a salvo y sin ningún rasguño hasta poder llegar a la capital del estado aislado.
Los ojos se la castaña estaban cubiertos por las lágrimas. No deseaba abandonar a la hermosa niña, su corazón estaba gritándole con todas sus fuerzas el huir de allí con ella a donde sea, si era necesario debajo de una piedra, para no ser encontradas por él pero era demasiado tarde.
—La princesa— exigió el pelirrojo. Él, por ordenes del rubio superior, mantendría contacto con lo que es su hija y para él, su princesa heredera—Por favor, no deseo involucrar a la fuerza en esto.
Lilian abrazaba a la bebé como si de ella dependiera su vida.
—¡Félix!— oyó gritar a Claude—Si es necesario, mata a la sirvienta pero trae a esa niña pronto— ordenó retomando el camino primero y iniciando el viaje hasta el oeste.
—Sé que es difícil— la mirada de Robane estaba totalmente rota, de la misma forma que la de York—Cuidaste de ella demasiado tiempo y te has encariñado pero desde un inicio tendrías que haber aceptado que esté día llegaría en algún momento. La princesa debe partir a un lugar en donde estará mejor.
—Creen el saber lo que es lo mejor para ella— la mirada de la sirvienta reflejó enfado—¡Pero solo yo lo sé!, ¡La única mujer que la ha cuidado día y noche!
Las demás sirvientas del palacio observaban está clase de conducta inaceptable de su parte. Su vida acabaría allí mismo.
Félix decidió usar la fuerza bruta entonces.
Lilian York, la joven sirvienta de hermoso cabello castaño y brillantes ojos celestes, cayó al suelo con fuerzas golpeando todo su cuerpo en el proceso. Su niña ya no estaba en sus brazos. El escudero de su majestad la había podido tomar sin problemas tan difíciles de resolver con un solo golpe al pecho.
—¡Aguarde!— trató de ir detrás de él. Los demás guardias que perduraron allí hasta que su principal al mando cumpliera con la toma de la princesa, detuvieron a la mujer colocando dos lanzas cruzadas delante suyo en frente de su Comandante—¡No puede llevársela!— sollozó—¡Ella debe de crecer al lado de su padre no al lado de un desconocido!
