𝐓 | ❝ Si tu llegas a derramar lágrimas, yo derramaré sangre por ellas ❞
Athanasia es abandonada por Claude y esté ordena enviar a su hija lejos de él a un territorio completamente fuera de su poder dentro de su Imperio para que fuera criada hasta s...
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━━━━━ Un dolor egoísta.
—¡Karsenn sentirá mi dolor!, ¡Ningún padre podrá abrazar a su hija en este territorio! —determinó Keith en un ataque de locura— ¡Si yo no puedo tener a mi hija entonces ningún otro hombre podrá tenerla tampoco!
Los gritos de agonía de tantas mujeres sonaban por todos los rincones del imperio. Los hombres que alguna vez fueron padres derramaban sus lágrimas en los cuerpos de sus hijas que ya hacían muertas en sus brazos.
Los hijos varones tenían una luz milagrosa encima de todos ellos, pero las hijas mujeres eran cruelmente asesinadas por los soldados del ducado Hyperion.
—Maestro. —Bennet Valentine fue uno de los espectadores principales de la masacre más cruel y fría hecha por las manos y órdenes de Keith Hyperion—. Detenga este infierno.
—¿Crees que es justo? —su voz sonó en un hilo. Sus lágrimas tampoco se detenían en derramarse como cascadas de agua, pero aún teniendo una mirada carmesí tan destrozada no podían dejar de sonreír ante todo ese dolor que oía y observaba por igual—. No lo es. —jamás en toda su vida se había sentido tan aterrado de la persona que tenía delante suyo. Esa persona que significó mucho para su vida y que ahora era alguien totalmente nuevo—. No es justo que ellos puedan tener a sus hijas y yo que haya perdido a la mía. ¡No es justo!
—¿Usted cree que asesinando a todas las niñas del territorio va a sanar su herida?
—No. —él era consiente que sus actos eran terribles. Sabía que esto era cruel, pero no deseaba ser el único que sufriera un dolor tan terrible. Él quería que todos sintieran su dolor. No quería ser el único hombre que llorara la pérdida de su princesa—. Pero podré esparcir mi dolor por toda esta tierra para que Dios entienda que cometió un error al llevarse a mi hija de mí lado.
No perduró ni un minuto más delante de él. Prefirió irse de allí lo más lejos posible de ese monstruo.
En su regreso al palacio ducal, su camino se hizo tan pesado. Era como ver el infierno.
Los padres lloraban aferrados a los cuerpos de sus hijas inocentes que habían sido asesinadas por las manos de los soldados. Se arrodillaban contra el suelo y gritaban con todas sus fuerzas "¿Por qué?, ¿Por qué mi dulce hija?". Prefirió apresurar el paso y llegar lo más rápido posible al ducado.
—¡No. Alto! —se detuvo al oír aquel grito. Un padre era retenido por cuatro soldados mientras otros dos arrastraban con brusquedad a una infante menor— ¡No le hagan nada!, ¡Mi hija no cometió ningún pecado para que le hagan esto!, ¡Detengase!
—¡Adelaida! —oyó el grito de una mujer. La femenina mayor fue golpeada por otro soldado bruscamente para impedirle que se acercará y se interfiera en la ejecución. Deseaba hacer algo. Quería detenerlos, tomar su espada y castigar a aquellos hombres que con frialdad en sus miradas y llenos de agobio por también perder a sus hijas, tomaban con tanta rudeza a aquella pequeña niña de los brazos.
