Capitulo 4. ¿Como pedir ayuda?

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Sarah Fiore a travesó la puerta, la noté un poco inquieta, y eso me puso en guardia, de nuevo el temor de que el rumor de que había terminado con mi novia porque me había sido infiel con su fotógrafo, llegara a ella, empeoró mi humor, después de todo la noche que sucedió fue la única persona que me había visto, el que se diera la idea de que había terminado con Elena, era lo de menos, pero que se haya enterado de la verdadera razón, era lo que me tenía tan mal. ¿Cómo debía actuar?

— Como César no estaba, me tomé el atrevimiento de anunciarme sola — se disculpó, y yo solo asentí.

— Está bien, tome asiento.

Con nerviosismo, dispuso sobre la mesa documentos donde me explicaba la logística del próximo evento en puerta, a pesar de su fluidez al hablar y comunicarme cada punto de forma detallada, su postura y el que esquivara mi mirada, como si sintiera vergüenza de verme, no dejaba de mandarme constantes llamadas de atención, en un momento, cuando ella empezó a relatar una serie de problemas que estaba presentando, debido a la transportación de nuestro equipo al salón donde sería el show, me hizo retomar mi mal humor, y aunque traté de tranquilizarme, no pude, me levanté de mi silla.

— ¿Y no puede arreglar esos detalles? – la cuestioné sin tacto.

— Claro que sí, señor, no estoy diciendo...

— Porque para eso se le paga, licenciada Fiore, para que solucione este tipo de contratiempos.

— Lo sé, es solo que...

— No quiero más excusas ante su falta de compromiso en el trabajo — le dije, y ella me miró con terribles ojos, lo único que quería era que me dejara solo.

— Disculpe, señor.

— ¿Podría irse? — me dejé caer sobre mi asiento y le di la espalda, no quería verla más, a ella, ni a nadie.

— Claro.

Escuché a mis espaldas, como mi coordinadora abandonaba la oficina, me sentí aliviado, y por fin pude relajarme, hasta ese momento no me había percatado de lo imbécil que fui con ella, me deshice el nudo de la corbata y decidí no pensar más en ello... Ya no quería agregarle más problemas a mi día.

Había dejado de percibir el paso del tiempo, no pensé que habían pasado tantas horas, hasta que me fijé por la ventana y descubrí que ya era de noche. Me quedé pensando en todo lo que me estaba pasando, pero principalmente en Sarah, me sentí culpable por mi falta de tacto, realmente me había excedido está vez, me desquité con ella y debía disculparme.

Me senté frente a mi escritorio, y para distraerme me puse a ver unas muestras de nuevas telas que nuestros proveedores habían hecho llegar esos días, mientras comenzaba a reproducir los mensajes de la contestadora, en su mayoría de mi secretario, diciendo que iba a pasar mis juntas de aquella tarde para el día siguiente y finalmente, el último mensaje era de él despidiéndose y que sí necesitaba algo podía marcarle. En definitivo, creo que el que hubiese movido mis citas era lo mejor, no tenía cabeza para pensar en nada más, pero sentía la presión de dejar todo resuelto lo antes posible, en eso pensaba, cuando escuché el toqueteo en mi puerta. ¿Serían los empleados de limpieza?

— ¿Puedo pasar? — la voz de mi coordinadora al otro lado de la puerta, me impresionó.

— Pase.

No volteé a verla cuando entro en la oficina cerrando tras de sí, así que solo me limité a concentrarme en los pedazos de tela frente a mis ojos.

— ¿Qué necesita, señorita? – pregunté.

Más que un servicio al jefe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora