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Lección #2: Hay niños en pediatría que hacen menos berrinche que el doctor.

- ¿Lista para otro maravilloso y provechoso día de trabajo?- preguntó Colton cuando abrí la puerta de mi habitación, ya lista para ir de nuevo al hospital.

- Claro, muero por regresar a la reconfortante compañía de mi supervisor.- dije irónicamente ladeando mi cabeza.

- Lo odias.- aseguró, hice una mueca.

- No es odio, es un desagrado profundo.- me encogí de hombros.

- Él ni siquiera habla, no entiendo por qué te desagrada tanto.- objetó.

- Por que eres un médico que trabaja en un ala diferente, es insoportable conmigo como su interna.- rodé los ojos acercándome a la encimera de la cocina.

- ¿Por qué la tiene tan en contra tuya?- preguntó poniendo leche en mi café.

- No lo sé, desde mis primeras rotaciones acá lo hace.- respondí simplemente.

Me permití llevar el café a mis labios y tomar un par de tragos, cuatro días trabajando en pediatría al lado del idiota Doctor Boyes parecían mil, comúnmente mis supervisores eran agradables, incluso había llegado a hacer amistad con algunos (como Colton) pero simplemente no podía intentar hacerlo con Boyes, no era capaz de soportar ni perdonar lo que me hizo hace un año.

La humillación, el apoyo de las enfermeras riéndose ante su comentario.

Todo.

- ¿Qué escuchamos en el auto?- preguntó mientras caminábamos fuera fe la casa.

Nos miramos un momento.

- High School Musical.- dijimos al unisono, sonreí mordiendo mi labio inferior.

- Dos.- dije.

- Ew, qué mal gusto tienes.- negó con su cabeza sacando las llaves del auto.

Colton y yo hicimos clic al momento, literalmente el día en que nos conocimos descubrimos que congeniábamos bien y ese mes, tenerlo como supervisor fue una maravilla, cuando mis rotaciones en su área se terminaron permaneció nuestra amistad, cuando me fui seguimos hablando e incluso, la vez que fue a Virginia nos tomamos un café. Fue sencillo mantener nuestra amistad.

Entre este clic instantaneo que habíamos hecho se encontró su influencia sobre mí musicalmente. Resulta y sucede que Don Colton es un gran aficionado de los musicales y tuve que comerme sus súplicas que escuchara uno por meses hasta que, cuando nos vimos, no tuve manera de escapar de estos.

Y bueno, ahora me gustaban bastante, aunque nuestros favoritismos solían diferir.

Entré al lado de mi amigo al hospital, la enfermera de recepción me miró mal pero la ignoré como había hecho ya tres días seguidos.

Me despedí de mi amigo en el pasillo y me encontré a mi misma caminando al área de pediatría, abrí la puerta a una madre con un niño en silla de ruedas, le sonreí cuando me agradeció, la mirada de Boyes se levantó a mi, la evité caminando a la oficina a dejar mis cosas.

- ¿Puedo saber qué haces aquí?- preguntó una voz atrás mío cuando rodeaba mi estetoscopio en mi cuello.

- Vine a... ¿trabajar?- dije obvia volviéndome.

- ¿Y quién te dio permiso de dejar tus cosas aquí?- ladeó la cabeza, el desdén en su voz era obvio, fruncí el ceño.

- Lo he hecho desde que llegué acá.- respondí encogiéndome de hombros, estaba lista para salir de la habitación cuando su mano me detuvo.

Lecciones del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora