- ¿Qué haremos cuando lleguemos a San Francisco?- pregunté volviendolo a ver, acomodándome en el asiento del avión.
- Vamos a llegar a casa y hoy te vas a quedar conmigo.- dijo con total seguridad, abrí mi boca impresionada.
- Gracias por la invitación, hubiera sido prudente un aviso antes.- sonreí, las comisuras de sus labios se levantaron volviéndome a ver.
- Ese era el aviso.- comentó, acercándose para tocar mis labios con los suyos.
Extendió su brazo y me permití abrazarme a él, reposando mi mejilla en su hombro, sintiendo la calidez de su cuerpo mezclarse con las mariposas en el estómago que me producía sentirme tan cerca de él.
- ¿Hay algún doctor?- una azafata se presentó a la división de nuestra clase, la angustia presente en su voz.
Alec y yo nos dimos una mirada rápida, la alerta que empezaba a resonar en mi pecho visible en su rostro.
- Nosotros lo somos.- le dije a la señorita parándome, el hombre a mi lado lo hizo también.
- Vengan, por favor.- dijo la mujer, miré a mi compañero, que me devolvió la mirada entrelazando sus dedos con los míos.
Caminamos, yo adelante suyo en el estrecho pasillo, nuestras palmas aún juntas cuando lo ví.
Tirado en el suelo, un hombre convulsionaba, dos azafatas y la que nos trajo alrededor suyo, el miedo en sus rostros al no saber exactamente qué hacer.
- Necesitamos el EMK.- les dijo Alec, apresurándose a ubicarse a un lado del hombre, comenzó a levantarlo.- Brie, ayuda.
- Se requiere el permiso del...- objetó una de las azafatas.
- No me interesa, consíguelo, rápido.- le respondió él, rápidamente, tan intimidante en lo que hacía mientras dejábamos al hombre en el suelo.
Sin ningún tipo de coordinación lo hicimos, él recurrió rápidamente a conseguir una almohada en la cual dejar su cabeza, yo quité su corbata, actúamos como metódicamente, sin necesidad de una comunicación, complementando con la ayuda del otro.
Ladearlo, técnicas de primeros auxilios. El hombre había dejado de convulsionar cuando la azafata regresó con el EMK.
- Vamos, hubiera sido un poco más útil antes.- dijo irónicamente.
- Alec...- comencé, tono sugestivo, como diciéndole que hiciera silencio.
- ¿Qué? Es cierto, ya termina...
Su frase quedó cortada cuando el hombre a nuestro lado comenzó a temblar de nuevo.
- Mierda.- dijimos al unisono.
Tomé el kit en lo que mi compañero trataba de estabilizar de nuevo, me encontré a mi misma divagando entre los medicamentos mientras rompía el plástico que cubría una jeringa con aguja, leí unos siete antes de encontrar lo que tanto buscaba.
Anticonvulsionante.
- ¿Qué tienes ahí?- preguntó levantando momentaneamente la vista al inyectable en mis manos.
- Fenitoina.- respondí llenando la jeringa.
Metódicamente quité las burbujas e introducí la aguja en su vena, liberando la medicina.
Nos quedamos veinte minutos ahí, esperando un efecto e ignorando la insistencia de las azafatas de llevar al paciente a otro lugar.
Entonces volvió a temblar.
Pero esta vez no fue una convulsión.
Fue una fibrilación venticular.
Le tenía pánico a las fibrilaciones, a esta en particular por la forma agresiva en que funcionaba, su corazón funcionaba pero no de la manera adecuada, de una manera rápida y descoordinada, nada que ver con la forma en que funciona regularmente. La sangre no llega correctamente a todo el cuerpo y termina por matar a la persona.
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Lecciones del corazón
Teen FictionEn escuela de medicina te enseñan muchas cosas, como funciona el cuerpo, los efectos de la falta de sueño y como tener efecto de drogado con base a deficiencia de hierro. No obstante, en escuela de medicina nunca te enseñan que los doctores que trab...