Lección #4: Alec Boyes y yo podemos mantener una paz armada.
Fruncí el ceño cuando, al entrar al área de pediatría un pastelito de materializó frente a mí, levanté la mirada al tipo que lo sostenía.
- ¿Sigues con eso?- fruncí el ceño cruzándome de brazos.
- Lo siento.- dijo acercándome el pastelito más, robándome una sonrisa.
- Gracias, consideraré si perdonarte.- lo tomé antes de dirigirle una sonrisa.
Me miró unos momentos más antes de asentir con su cabeza, miré el pastelito mientras caminaba a la oficina. Volví a verlo como pidiendo permiso para dejar mis cosas ahí, un asentimiento de su cabeza me confirmó que podía.
Su comportamiento tan repentino me pareció genuinamente extraño, miré por última vez el pastelito antes de morderlo mientras me preparaba a mi misma para empezar mi turno.
Entonces me di cuenta de lo hambrienta que estaba, nunca desayunaba antes de venir al trabajo, por lo que el pastelito cayó como un misil alivianador en mi estómago.
Con mi bata y mis implementos puestos salí, le sonreí al pequeño Ryle apenas nuestras miradas se cruzaron, a pesar que constantemente llegaban nuevos niños, principalmente a consultas pero me había encariñado mucho con los niños internados.
- ¿Cómo te sientes?- le pregunté acercándome, acerqué las cosas para cambiar el vendaje y limpiar las suturas.
- Carson.- Boyes me llamó desde el otro extremo de la sala.- ¿Tienes la Clorhexidina?- preguntó, haciéndome ver las cosas enfrente mío, como si en realidad no supiera ya lo que tenía.
- ¿Alcoholica? Si.- respondí, mantuve la mirada en él, como esperando que dijera algo, pero asintió con su cabeza y comenzó a buscar otro antiséptico.
Devolví la vista al niño y comencé el proceso de cambiar la venda de herida, respondiendo las preguntas de porque ninguno de nosotros habíamos estado ayer y negando ser novios.
Antes muerta me vuelvo novia de ese ser insoportable.
Entonces, mientras acomodaba el suero de uno de los niños, vi a una niña rubia, de ojos azúles y vestido floreado con un oso de peluche abrazado, mi atención se posó en ella, no la había visto en la semana y media que llevaba trabajando en esta ala.
Su mirada se centró en mí, como mirándome extrañada, le sonreí afablemente acercándome.
- Lindsay, bienvenida- la voz de Boyes resonó sobre la mía. Una enorme sonrisa en su rostro...
Nunca lo había visto sonriendo.
Él era atractivo, era fácil notarlo pero trataba de no pensar en ello, por que cuando lo pensaba dejaba en segundo plano el hecho que es un patán.
Y eso estaba pasando, su sonrisa marcaba lineas finas en su rostro pero lo volvía diez veces más guapo que de costumbre.
- ¿Estás lista para empezar el tratamiento?- preguntó él, agachándose para hablarle.
- ¿T.. tratamiento?- pregunté, sonriéndole a la niña.
- Si, se llama camoterapia.- me explicó ella, levanté mis cejas sintiendo un nudo en la garganta.
- Quimioterapia.- la corrigió Boyes antes de levantar la mirada a mi.
- Quimioterapia,- se corrigió a si misma.- tengo un problema en la sangre y hay que quitarlo.- contestó ella, asentí con mi cabeza.
Cáncer.
Puta anemia en una niña de seis años, tal vez siete.
Le sonreí asintiendo con la cabeza, mi mirada se cruzó con la de Boyes antes de soltar un pequeño "disculpen" y caminar. Sentía ese nudo en la garganta, infinitas ganas de llorar mientras pensaba que esa pequeña tenía una enfermedad que podría resultar terminal.
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Lecciones del corazón
Teen FictionEn escuela de medicina te enseñan muchas cosas, como funciona el cuerpo, los efectos de la falta de sueño y como tener efecto de drogado con base a deficiencia de hierro. No obstante, en escuela de medicina nunca te enseñan que los doctores que trab...