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Leccion #7: A Alec Boyes le gusta aparentar amenazador con niños de universidad.

- ¿Hoy es tu último día?- Lindsay y sus brillantes ojos azules me miraron espectantes, saqué mi labio inferior asintiendo con mi cabeza.- No quiero que te vayas.

- No me quiero ir tampoco, pero tengo.- me encogí de hombros.- Pero prometo que voy a venir a visitarlos.

- Te cerraré la puerta en la cara.- comentó Alec sin verme, acomodando medicinas distraídamente.

- Entraré por el patio.- respondí de la misma manera, lo oí exhalar una risa que me hizo volver a verlo sonriendo.

Su mirada se mantuvo en la mía unos momentos antes que ambos, casi instintivamente quitáramos la vista del otro.

Había algo que me entristecía de tener que dejar de venir, adiós a compartir tiempo con él; al mismo tiempo resultaba tranquilizante, tranquilizante por que sabía que alejarme de él posiblemente mitigaría mis crecientes sentimientos a él.

Ambos volvimos a vernos cuando la sirena comenzó a sonar, no hicieron falta palabras, yo me apresuré a apagar el taladrante ruido mientras él se iba, pronto comencé a ver enfermeros ir y venir, gente entrar y salir, fruncí el ceño sin entender bien, me encontré a mi misma caminando hacía la zona de emergencias, me acercaba a Colton cuando alguien tomó mi brazo.

- Iba a mandar alguien a buscarte, ven, necesitamos manos.- dijo la doctora Moore jalándome hacía unas camillas.

- ¿Qué pasó?- pregunté siguiéndola, viendo las personas a mi alrededor, era un completo caos.

- Tiroteo escolar, para variar era primaria, secundaria y preparatoria en una sola institución.- dijo ella, tomando su cabello para amarrarlo, la imité.

Pronto nos pusimos manos a la obra, cada vez llegaban más y más personas, niños, profesores, adolescentes, Colton se veía saturado, lo veía pasar de paciente en paciente en cuestión de un minuto, la sombra de una sonrisa apareció en su rostro cuando nuestras miradas se cruzaron, en medio del desórden.

Los policías iban y venían, cada vez más personas eran declaradas muertas, sobre todo los niños, que habían recibido más impactos de bala que los adolescentes, ellos habían sido capaz de esconderse mejor, en un momento choqué con la espalda de Alec, que justamente cerraba una bolsa negra que cubría un cuerpo, levanté las cejas viendo la imagen.

Pareció notar que no estaba bien, sentía mis ojos llorosos y un nudo en la garganta, nada parecido con él, que se veía fresco como una lechuga.

- Esto es demasiado.- viéndolo a los ojos.

- Lo sé.- me atrajo para abrazarme, me permití reposar mi cabeza en su hombro, aguantando las ganas de llorar.

- ¡Brie, manos!- gritó la doctora Moore desde el otro lado, viéndonos.

- ¿Estarás bien?- Alec dejó sus manos en mis hombros, asentí con mi cabeza empezando a caminar hacía la doctora.

Hemorragia provocada por la bala, mis guantes pronto se volvieron a manchar de sangre cuando mis manos presionaron la herida para detener la sangre en lo que ella buscaba los materiales para sacar la bala.

- ¿Duele mucho?- pregunté al adolescente que esperaba en la camilla, ella asintió lentamente con su cabeza antes de hacer una mueca.- Lo siento.

- Le saco la bala, tú anestesias, yo grapo, rápido, sino perderá mucha sangre.- me indicó, asentí con mi cabeza.

Y en cuestión de un minuto lo hicimos, suspiré tranquila cuando la doctora puso la venda en el abdomen de la chica, que pronto empezó a mancharse de sangre pero no era una cantidad ni remotamente parecida a la de antes.

Lecciones del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora