Tengen Uzui ha tenido sueños periódicamente sobre alguien a quien no conoce... Aún.
Plasmar el rostro del hombre con cabellos del color del fuego que le asalta en sueños, se convierte en su nuevo pasatiempo.
Las cosas dan un giro cuando descubre a...
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Su respiración se agita, en tanto su corazón martillea contra su pecho de una manera violenta. Es capaz de oír los latidos febriles de su corazón en sus oídos, como si, de pronto, fuera totalmente consciente de cada sonido a su alrededor. Aún quedan en él vestigios del sueño que ha tenido esa noche, provocando que en su mente no deje de reproducirse aquella melodía infernal del hierro chocando entre sí; puede jurar que el aroma metálico de la sangre mezclado con el polvo flota en el ambiente. Un nudo formándose en la boca de su estómago, a medida que las imágenes se esclarecen en su cabeza, tiene la sensación de que algo terrible ha pasado y aunque no le gusta admitirlo, le da escalofríos lo real que todo se siente. Si pone demasiada atención, juraría que algo en su pecho duele, además del aparente calambre en su mano.
Echa un vistazo a su reloj, notando que se está volviendo tarde para el compromiso que ha hecho esa tarde; aún con la incertidumbre del desconocimiento sobre ese sueño, decide comenzar a alistarse para su salida. Con movimientos perezosos, se traslada hasta el baño, desea darse una ducha, esperando que así pueda alejar el enorme peso que su espalda resiste. Es consciente de los mil y un reproches que le traerá llegar un solo minuto tarde, Giyuu no es muy paciente. Pese a eso, toma su tiempo para recomponerse, pues poco a poco, destellos de lo que parece un recuerdo llegan a sus pensamientos. Una parte de él retoma la sospecha de que aquellas alucinaciones no eran más que sueños lúcidos.
—¡Que extravagante! —se dice a sí mismo, saliendo de su baño con una energía renovada y sonriendo ante la idea, le parece asombroso tener esa clase de "suerte".
Piensa entonces que, si está en lo correcto, alguna razón mística debe existir. Quizás es la manera que tiene la vida para ofrecerle un poco de inspiración y, pese a ser una manera peculiar, debe ser agradecido por ello. Con todo aquello corriendo por su mente, finalmente toma las llaves de su auto y se marcha al encuentro de su viejo amigo.
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Giyuu tamborilea los dedos en la mesa, su mirada perdida en algún punto lejano, negándose a mirar la hora; es bien sabido que Uzui no tiende a ser puntual, aún así, la esperanza de que un día por fin aparezca temprano, se mantiene en el interior de Giyuu. Pueden llamarlo un creyente o un iluso, él se consideraba ambos. El sonido dulce que hace la campana colgante al chocar con la puerta del establecimiento, le hace mirar al recién llegado.
