˚ 𓏲 ͎ ࣪𓂃˖ 🍂 Capitulo XI

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Un par de orbes dorados miran por la ventana, las nubes arremolinadas de manera graciosa en la bóveda celeste mientras el sol lentamente se coloca en el cielo, al mismo tiempo que el canto de las aves inunda el ambiente; le producen cierta paz que...

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Un par de orbes dorados miran por la ventana, las nubes arremolinadas de manera graciosa en la bóveda celeste mientras el sol lentamente se coloca en el cielo, al mismo tiempo que el canto de las aves inunda el ambiente; le producen cierta paz que se ha negado a sentir por un largo tiempo. Sus párpados cubren sus ojos un instante, en tanto sus fosas nasales aspiran el aroma fresco del rocío mañanero; agradece en silencio por estar vivo un día más y entonces deja escapar el aire que contenía en sus pulmones. Senjuro es un amante de las mañanas como está, en las que parece que algo grandioso sucederá. 

Con su energía habitual, hace un repaso por la lista de pendientes del día. No es necesario que vea el reloj para que sepa la hora, es consciente de que ningún chico de su edad estaría despierto, sin embargo, él tiene una rutina autoimpuesta, producto del breve tiempo que vivió con su padre mientras su hermano encontraba una manera de sacarlos de aquella situación; la sensación de tristeza nubla por un segundo su razón, trayendo consigo aquellas miles de preguntas que comienzan siempre con un “¿Y si…?”, no obstante, aleja el sentimiento con rapidez. 

A veces no puede evitar preguntarse qué sería de él si aún continuara en el hogar familiar. Tras la muerte de su madre, algo se había roto, era como sí uno de los engranajes que mantenía unida a su familia, simplemente dejará de funcionar y los pocos recuerdos de su infancia que no estaban corrompidos por el alcoholismo de su padre, eran lo único que atesoraba con cariño; pese a eso, la actitud de Shinjuro bajo los efectos del alcohol, aún le provocaba escalofríos y náuseas, no cree nunca poder agradecerle a Kyojuro por sacarlos de ahí, a pesar de todas las dificultades. 

Es sábado, por lo que supone que su hermano debe seguir dormido; no lo culpa, sabe lo mucho que ha trabajado, así que, está contento de poder ayudarle mientras descansa. Con eso en mente, se toma un tiempo para hacer los deberes, limpiar su cuarto y enviar algunos mensajes a sus amigos; a medida que las manecillas giran, el hambre se abre paso por su pequeño cuerpo, piensa que es un buen momento para preparar algo que calme las protestas de su estómago. A paso lento, camina hacia la cocina, tarareando en voz baja una vieja canción de cuna que recuerda vagamente de las noches difíciles en su infancia, ensimismado en los ingredientes que debe usar para el desayuno, abre la puerta, sin darse cuenta que ya hay alguien más ahí.

—¡Buenos días, Senjuro! —enuncia Kyojuro mostrándole una sonrisa a ojos cerrados.

El menor salta en su lugar, en parte por el sonido estridente de la voz del mayor, y en parte por la sorpresa de verlo a las ocho y media de la mañana, totalmente aseado y listo para afrontar el día, además haciendo el desayuno. Supone que su rostro refleja su sorpresa, pues Kyojuro ladea la cabeza sin apartar su mirada de él.

—¿Qué pasa? ¿He vuelto a hablar muy fuerte? —Kyojuro toca sus aparatos, como si buscara ajustar el volumen de estos.

—N-no… Es decir, sí, pero… No es eso —menciona Senjuro, recomponiendose de su sentimiento inicial. —No esperaba verte aquí tan temprano.

Memorias Al Óleo. ❴𝐔𝐳𝐮𝐑𝐞𝐧❵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora