Capítulo 2

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Luego del entierro, Mark decidió irse con Maddie, o mejor dicho, seguirla. Thony le había ofrecido acompañarla a casa, pero ésta se negó rotundamente. Ni siquiera quiso marcharse con sus padres: quería estar sola. Ella esperó a que todos se fueran del cementerio, incluidos los padres de Mark, y se arrodilló frente a la tumba de su mejor amigo. Mark no volvió a intentar hablarle, sabía que ella no lo escucharía, ni lo vería, sería inútil, y eso no lo haría sentir mejor, aunque él quisiera que su mejor amiga esté bien. Mark se agachó a su lado, y apoyó su mano en el hombro de ella. Él sintió ese tierno y acogedor cosquilleo que siempre sintió cuando ella estaba demasiado cerca. Esta sensación se intensificó para Mark cuando notó que ella distraídamente había apoyado la mano sobre la de Mark, claro que la traspasó, pero la sensación estaba. ¿Realmente ella lo había sentido? Lo dudaba. Tal vez sólo había sido una coincidencia, una maldita coincidencia.

—Te quiero —murmuró ella en voz baja, extendiendo su mano para poder tocar la piedra en la que decía Mark Oswald. Todo parecía algo irreal, Mark suponía que aún no había comprendido del todo que realmente estaba muerto. Maddie se besó los dedos y luego los apoyó en la piedra que tenía delante. Mark deseó estar allí, junto a ella, vivo, y que realmente le dijera que le quería, y que le besara la mejilla, como ella solía hacer.

Mark se levantó en el momento en que ella lo hizo, y la siguió. Tenía ganas de estar con ella, transmitirle de alguna manera, sus sentimientos. Maddie salió del cementerio, y Mark creyó que iría directamente hacia su casa, pero ella siguió caminando sin rumbo y en silencio por las aceras. No prestaba atención a las personas a su alrededor, ni por donde iba. Mark deseó poder regañarla en el momento en que cruzó una calle sin mirar, y una camioneta casi la choca. Le gritó a todo pulmón, sin recordar la realidad. Él agradeció mentalmente al chofer por haber pisado el freno a tiempo, pero Maddie no pareció darse cuenta de nada, ni que estuvo a punto de morir. Una molestia se apoderó del pecho de Mark, sintiéndose intensamente culpable.

Por alrededor de una hora, Mark siguió a Maddie en su recorrido. Él dedujo, que ella necesitaba pensar, asimilar que su mejor amigo se había marchado. Mark la entendió, porque se imaginó su situación, pero a la inversa: que haya sido Maddie la que esté muerta, la que tomó la decisión de quitarse la vida, eso era mucho para Mark, definitivamente no lo aguantaría, y en ese escenario, Mark no descartaría la idea de que quisiera quitarse la vida.

—Maddison, ¿dónde te habías metido?—preguntó Belinda, angustiada, en cuanto su hija entró en la casa. Mark entendió lo que quería decir Belinda, ella temía que el retraso de Maddie, haya sido por intentar herirse a sí misma por la culpa que estaba cargando. Mark ya conocía a Belinda, como si fuera su segunda madre, y para él no pasó desapercibido el alivio que reflejaron sus ojos en cuanto vio a su hija. Belinda se refregó los ojos, ella había llorado la muerte de Mark, pero ahora intentaba ser fuerte para su hija.

Maddie no le respondió, estaba demasiado concentrada en desabrocharse el abrigo. Belinda suspiró, y se acercó a su hija despacio. Intentó apoyar la mano en su hombro, pero ésta la esquivó duramente.

— ¿Cómo estás? —preguntó Belinda, despacio, temerosa con las palabras que utilizaba.

—Oh, muy bien mamá —contestó Maddie sarcástica—. Mi mejor amigo acaba de morir, y ya no lo veré nunca más. Ahora está pudriéndose dentro de un cajón.

Mark se impresionó al oír aquellas palabras crudas y bruscas de la boca de su mejor amiga, pero sin embargo, eran ciertas. Los ojos de Belinda se abrieron de par en par. Normalmente la habría sermoneado, pero en aquel momento, entendía el dolor de aquella niña que crió con tanto amor.

—Maddison...—comenzó lentamente la mujer, intentando buscar las palabras adecuadas para tratar con ella, para tratar de aliviar su dolor, tomando aire, y soltándolo despacio, en silencio.

Hasta que lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora