III

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La noche pintaba sosiego en la inmensidad oscura tapizada de fragmentos titilantes sobre la bóveda celeste. Un pacifismo absoluto que acarició su rostro con el suave soplo al recorrer el camino de piedra hasta la habitacion aledaña. El claro de la luna apenas oculta tras las esponjosas nubes iluminó su silenciosa andanza. Su padre encendió la luz, ya con el tablero dispuesto al frente sobre la mesita.

Shikamaru observó aquel rostro tan similar al suyo, más maduro, cubierto de cicatrices de batallas pasadas, surcado de finas líneas que el tiempo había dejado en su tez. Los ojos de su padre rezumaban sabiduría. Casi la mitad de sus enseñanzas y consejos de vida habían provenido de él.

Se sentó en posición de loto, sus ojos cansados exhibiendo apenas un leve destello de interés en el tablero de shogi. Las partidas nocturnas lo habían ayudado en gran parte a sobreponerse al duelo. Mantener la mente ocupada en estrategias lo privaba de hundirse en la tristeza y la culpa por lo sucedido.

Esta vez no había salido de su casa. Decidió tomarse el día libre de todo y de todos. No hubo visita a Kurenai, tampoco al cementerio. No quedó con Ino y Chouji  ni se presentó a la torre Hokage para ponerse al tanto con los pormenores de los informes de las misiones futuras.

Nada.

Era un día sin preocupaciones.

Observó cuidadosamente a su padre mover el peón de la torre hacia adelante en su primer jugada de apertura. Shikamaru deslizó a su vez el peón de encima y a la derecha del alfil, creando una formación de alfil lateral que competía con la apertura de su progenitor. Ambos intercambiaron sus piezas capturadas en sus respectivas esquinas del tablero.

-¿Cómo te sientes?

La pregunta de Shikaku hizo a Shikamaru detener su siguiente movimiento. Su mano tembló ligeramente en el aire, ladeó el rostro y regresó a su posición inicial, lanzando un suspiro ahogado de resignación ante el hiriente cuestionamiento que venía esquivando días atrás.

-Bien, supongo- se alzó de hombros y se masajeó el cuello como excusa para no tener que explayarse. Con su madre el asunto era más sencillo porque ella respetaba su luto y se encargaba de dirigir las conversaciones en la mesa hacia puntos equidistantes y yuxtapuestos a la muerte en su afán de distraerle. Shikaku tenía un método menos ortodoxo pero igual de efectivo para hacerle enfrentar el dolor que día a día Shikamaru había estado enterrando dentro de sí.

-Me enteré del regreso de Naruto, ¿Lo has visto?, ¿Cómo está?

Shikamaru bajó la mirada al tablero, sintiendo un extraño calor ascendente en su rostro que se encargó de ocultar al construir una defensa decente en un par de jugadas.

-Esta bien- comentó en tono neutral. -Se ve más alto.

"E increíblemente guapo"

Tras situar al rey en una posición segura, dispuso a los generales a los costados, con la torre al lado izquierdo de su tablero, apoyado justo en la sexta columna, luego cambió al rey en los siguientes tres movimientos. Una jugada arriesgada debido al nerviosismo impropio que le había generado hablar de Naruto.

Había sido ese el objeto primordial de querer quedarse en casa ese día. Quería ver a Naruto de nuevo. Lo había deseado con todas sus fuerzas luego de dejar el restaurante sin despedirse siquiera la noche anterior. La ansia de querer buscarle lo había confundido bastante, lo suficiente para entrar en un punto muerto respecto a sus propias emociones.

Estaba seguro de que si lo veía de nuevo, se sentiría extraño. Además la fama de Naruto lo fatigaba y agobiaba en partes iguales. Después de ver el creciente número de quienes querían acercarse al Uzumaki, Shikamaru se había sentido desplazado, y había visto a Naruto de una forma en la que no creía posible tan pronto.

Lo vio totalmente inalcanzable.

Su energía arrolladora, esa sonrisa encantadora y repleta de carisma y sus ojos. Esos pedazos de cielo eran capaces de traspasar su alma, estaba seguro.

Deslizó al general de plata del lado derecho y aguardó a que su padre hiciera su respectiva jugada.

En un punto dado Shikamaru se dio cuenta de la posible ruta de escape si movía el peón del borde de la casilla hacia adelante. Iba a hacer esa jugada cuando Shikaku volvió a hablar, acaparando su atención.

-He oído rumores de que se ha vuelto muy fuerte- por supuesto seguía hablando de Naruto. Shikamaru no tuvo que preguntar. -¿Por qué no quedan para entrenar juntos? Podrías aprender unas cuantas cosas.

Shikamaru sintió sus mejillas enrojecer. De nuevo ahí estaba esa sensación tan problemática martillandole el pecho en cada ocasión que el nombre de Naruto salía a colación en algún tópico.

Inquieto, se rascó la mejilla, retrocediendo el cuerpo hasta quedar sentado sobre sus talones, con la pieza aún aferrada y la estrategia de su mente desdibujada y transportada a segundo término al sobreponerse el tema del regreso del ninja más ruidoso y cabeza hueca de toda Konoha.

-No sería mala idea- exhaló, aún inseguro, sabiendo que su padre estaba deseoso de que encontrara otro pasatiempo que le ayudara a sobreponerse de la muerte de su sensei.

Una docena de jugadas más tarde, su padre había roto y atravesado todas las barreras y defensas que le puso al paso empleando recursos tácticos y defensivos para apoderarse de su rey, logrando un jaque mate perfecto.

Shikamaru sonrió ladino. Jamás lograba vencerlo pero siempre aprendía nuevas jugadas, ataques y defensas para usar en su siguiente partida.

Ya era tarde, sin embargo seguía teniendo sueño. Tomaría una larga siesta y por la mañana retornaría a su rutina suspendida y quizá, buscaría a Naruto para hablar a solas.

Recordar el tacto extremadamente afectuoso de su abrazo le hacia anhelar fervientemente su presencia.

-¿Desde cuando me siento así?- murmuró a la nada, cruzando los brazos detrás de su cabeza cuando su padre abandono el recinto. -Tsk, que problemático.

Intenciones ocultas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora