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Su expresión apática demudó a la contradicción en un gesto apretado de labios tan pronto evocó en su memoria aquel inesperado aforismo profesado por Naruto. La calidez de su mirada celeste y el rubor en sus mejillas.

La honda exhalación no llegó a salir de su boca, quedó exanime en su garganta y se disolvió como el frío rocío de la mañana ante la primera brisa matutina.

Sus ojos castaños e indiferentes abandonaron el techo tan pronto la voz de su madre se dejó oír dentro de la residencia. A un tiempo exigente y apremiante.

Problematica. Asi era su vida. Y ni su rango de Chunnin o su elevado coeficiente intelectual lo habían salvado de la estupidez propia del nerviosismo y la perplejidad cuando Naruto expresó abiertamente su deseo de saberse instruido por él en el arte de los besos.

Los primeros segundos no supo cómo reaccionar, qué decir o siquiera como pronunciar la menor sílaba. Entonces la duda se esparció en el semblante de Naruto y solo hasta ese momento Shikamaru encontró su propia voz para dar una respuesta asertiva.

Le aleccionaría a besar si era lo que quería. El óbice primario era que él no tenía idea de cómo besar, asi como tampoco sabía de qué manera se llegaba al corazón de las féminas. No era más que un impostor metido en serios aprietos.

Y pensar que se había imaginado años atrás teniendo una vida tranquila y libre de todo drama. Se supone que en diez años más estaría casado, retirado y con una familia pequeña.

Como había cambiado su proyecto de vida y sus ideales conceptuales en ese tiempo. Ahora la sola idea le parecía a Shikamaru irrisoria, cuasi rídicula. Claramente no tenía madera de padre. No era paciente ni soportaría atender a un crío ruidoso, ni hablar de envolverse sentimentalmente con una mujer. Demasiado problematico.

Además, Naruto le gustaba...no, era mucho más que eso. No le costaba pensarse siendo la mano derecha del futuro Hokage, estar a su lado aconsejandolo y apoyandolo. Desde la academia había sentido por Naruto más de lo que él mismo, a su corta edad, comprendía. En la actualidad Shikamaru lo tenía más claro que nunca, pero no por ello resultaba simple salir del closet e ir a confesarse a quien (Se suponía) ayudaba en su liosa empresa por conquistar a Sakura Haruno.

Mucho enredo para una vida.

Por si fuera poco la quinta lo había citado en la torre Hokage al mediodía para ultimar los registros faltantes.

El tedio se apropió de su semblante sereno al pensar en el papeleo que tenía pendiente clasificar junto a Temari.

Mentalmente agotado de darle vueltas al asunto, cerró los ojos, volvió a cruzar tras su cabeza los brazos para relajarse un poco antes de empezar con su extenuante rutina diaria. En eso estaba cuando la voz de Yoshino le taladró los timpanos de una forma imprevista e indecible.

-¡Nara Shikamaru, será mejor que estes en la mesa antes de que termine de poner los cubiertos!

-Tch- abrió un párpado y optó por apartar las frescas mantas de su cuerpo-. Que malditamente problematico.
***

La mañana pintaba para ser apacible. Aún después del desayuno caótico donde su madre le había vuelto a reprender por aquella inherente falta de interes y holgazaneria matutina que le impedía unirse a tiempo a la merienda. El lado menos pesimista de Shikamaru le había dictaminado que el día mejoraría a partir de entonces. Terminaría rápido con sus deberes en la participación del registro y corrección de expedientes de los ninjas extranjeros de Iwagakure y Kumogakure.

En cuanto finalizara, iría a buscar a Naruto para acatar su extraño pedido.

No que se quejara. Tal vez era esta su oportunidad para decirle a Naruto lo que realmente sentía por él. Aunque descartaba la idea tan pronto recordaba el fin de todo ese barullo.

Naruto quería a Sakura. Y él quedaba fuera del axioma.

Un tanto pensativo, Shikamaru se adentró al cuarto pasillo de la biblioteca para tomar otro de los tantos volumenes que había estado retirando y leyendo desde que Naruto le había solicitado su ayuda.

Fue en aquellos textos tan ambiguos que Shikamaru pudo instruirse un poco a si mismo, extraer la información más relevante sobre las relaciones hombre/mujer.

Hasta ese extremo había llegado con tal de ser de utilidad.

Rebuscó en uno de los estantes y al reconocer la voz monótona en el pasillo aledaño, tuvo que fundirse con la pared más cercana para pasar desapercibido.

Atribulado, Shikamaru siguió con la mirada al joven anbu que llevaba en los brazos dos volumenes cuyas pastas Shikamaru creyó identificar similares a las que él sacara días antes.

¿Sería una gran coincidencia o habría algo más detrás de ello?

Indeciso sobre ir a preguntarle, Shikamaru sacudió la cabeza, eligió otro libro al azar para ocultar el primero y se encaminó hacia la salida.

¿Para qué necesitaría Sai un libro sobre cómo cortejar?

¿Acaso él...?

Un pensamiento fugaz, casi extinto, se abrió paso en su psique al recordar a Sai caminando junto a Naruto días antes.

No. No era posible.

Desde que se acoplara en la aldea, Sai había despertado toda clase de rumores entre ninjas y aldeanos. Su forma de vestir afeminada hacía despertar la vaga sospecha sobre su inclinación sexual.

¿Sería posible...?

Confuso por sus precipitadas teorías, Shikamaru echó a andar hacia las escaleras de la torre Hokage. Tendría que preguntarle a Naruto qué hacía con Sai el otro día, y debía idear la manera de plantearselo sin sonar impertinente.

"Que reverendo fastidio"
***

La noche había caído inclemente sobre la aldea para cuando Shikamaru se vio libre de labores.

Corriendo, bajó la empinada escalinata y se dirigió sin pausas al departamento de Naruto.

No creyó que demoraría tanto. En realidad ni siquiera tenía idea de que la Hokage les delegaría todo el trabajo a Temari y a él para poder irse de jerga al casino a apostar hasta el último centimo de su bolsillo.

Una vez más se reiteraba a si mismo lo complejas y problematicas que eran las mujeres.

Por más que Shikamaru quiso imprimir prisa a sus actividades consistentes en la revisión y la colocación del sello que acreditaba al ninja en cuestión como apto para unirse a los examenes, el tiempo se había ido volando. Y es que habían tenido dos mesas a rebosar de papeles. Con toda seguridad se habían inscrito muchos más gennin que en años pasados.

Ahora tendría que justificarse con Naruto por la hora tardía, y después repetirlo con su madre antes de que decidiera excomulgarlo y darle la regañina de su vida.

Ojala su padre no se fuera de la lengua después. Ya había decidido que adjudicaría toda la culpa a la quinta, pero su padre tenía trato directo con ella y bien podría enterarse de la hora a la que se retiró de la torre. Eso era lo de menos ahora.

Agitado se detuvo al llegar a la sección de departamentos. Se sostuvo las rodillas para regular un poco su respiración errática. Lo que vio después le congeló cada músculo del cuerpo. La puerta del departamento de Naruto se había abierto y Sai acababa de entrar.

Perdido en un mar de confusión y conjeturas a medias, Shikamaru no tuvo el valor suficiente para continuar su recorrido.

Intenciones ocultas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora