Apenas conseguí unas horas de sueño cuando el trío C llegó a despertarme, tuve que lavarme con agua fría para espabilar. Ahora estamos las cuatro frente al armario con los brazos cruzados.
—No estoy segura de lo que debería usar para un día en el campo —comento a las chicas—. Lo cual es bastante irónico dada mi procedencia.
Por lo pronto, ya llevo encima la ropa interior y mi collar, el cual dudo sea conveniente llevar fuera, pero no tengo la menor intención de quitármelo.
—Puede ponerse el vestido verde que utilizó el primer día —sugiere Clarisa—. Es de los más ligeros, es sencillo y las mangas son más cortas.
—Además ya lo usó una vez y estará más cómoda —agrega Clara.
Asiento varias veces, dándoles la razón, y comenzamos la rutina para prepararme. Esta vez mi cabello está bien sujeto en una coleta alta a la cual se unen dos pequeñas trenzas que me hicieron al frente para recoger los cabellos cortos de alrededor de mi cara.
Me calzan lo que parecen unos zapatos de cuero con suela de madera por encima de los de andar por castillo. En un parpadeo ya estoy lista. Las chicas me ven pasear por la habitación y les aclaro que no estoy nerviosa sino emocionada. Realmente necesito salir, respirar aire fresco.
Justo cuando me dejo caer en la cama se escuchan un par de golpes en la puerta. Me levanto con un salto y les pido a las chicas que abran. Trevor aparece y saluda con una corta reverencia, avisándome que el Príncipe espera en el patio de armas.
Me despido de las chicas y Donegan sale conmigo de la habitación para acompañarme, comentando que iba a preparar una cuadrilla para nosotros, pero que sería mejor si sólo nos escolta él. Por algún motivo presiento que el Príncipe va a disentir.
Llegamos al patio unos momentos después y veo la sonrisa de Henry ampliarse conforme nos acercamos.
Hoy lleva puesto un pantalón negro como sus botas de cuero. No trae su chaqueta y la holgura de la camisola negra lo hace lucir más joven, la lleva un poco abierta del pecho y cuando el aire pega la tela a su cuerpo resalta su figura esbelta y hombros amplios; realmente es muy guapo.
Me detengo perpleja, no por lo bien que luce sino porque he notado lo que está vistiendo, algo que normalmente no hago con otras personas. Y me sorprendo un poco más al darme cuenta que en los últimos días he estado haciendo precisamente eso, percatándome de muchas pequeñas cosas con respecto a él.
—Buenos días, Emily —dice, pasándose la canasta que sostiene de una mano a otra.
Trago saliva y disipo mis pensamientos, concentrándome en su saludo.
Sé que espera que le responda igual, pero pensar en su nombre me recuerda a nuestro último encuentro y no me emociona la idea de que Trevor Donegan note, bueno, cualquier cosa, si lo pronuncio.
—Buenos días —suelto sonriente, como si no hubiese tenido mi vista clavada en su pecho—. Trevor dice que va con nosotros.
Me siento mal por usarlo de escudo, pero funciona y el Príncipe desvía su atención a él.
—Iremos solos, Trevor, te lo mencioné —dice, abriendo los ojos, y Donegan le comenta que por seguridad debería ir al menos él, pero el Príncipe se niega.
—Como ordene, Alteza —Cede con un brillo travieso en los ojos—. Entiendo que quiera privacidad después de esforzarse tanto para tener la mañana libre, me disculpo.
Henry le lanza una mirada asesina que no lo hace ni parpadear y sonrío ante la interacción.
—¿Por qué hay tres caballos? —tercio.
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Esa no es mi zapatilla
RomanceEl príncipe Henry buscaba a la chica que le robó el corazón en un baile midiendo una zapatilla de cristal a cada mujer del reino. Pero, como seguro le faltaba la mitad del cerebro, Henry convirtió en su prometida a la primera chica que le quedó la d...