Capítulo 17

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Eugene Marcet

El consejero real tiene a alguien investigando sobre Emily.

El guardia enviado justifica sus interrogatorios como órdenes de la corona, algo curioso considerando que el que es conocido por el valor que da a la clase social es Lanister.

Todos los entrevistados hacen lo posible por cuidar sus palabras para proteger a Emily. Es conocida entre los habitantes del pueblo y es apreciada por la mayoría. Sin embargo, cuando la noticia de que ella era la mujer que el Príncipe buscaba se extendió a otros pueblos, los rumores no tardaron en volverse maliciosos.

Hace unos días el mismo consejero real se presentó en la granja.

—¿Es usted el amigo de la infancia de la joven Kassel? —preguntó nada más llegar, pronunciando sus palabras de forma despectiva e incrédula.

—Sí, señor, somos muy cercanos, nos conocemos de casi toda la vida.

Al confirmar aquello tuve el presentimiento de que mis palabras serían mal interpretadas y el gesto arrogante que le cruzó la cara, lo comprobó.

—Su padre y mi madre están enfermos, compartimos un entendimiento...

Alzó la mano para interrumpirme y mirarme con desdén.

—No me interesa en lo más mínimo la patética relación de un par de campesinos, vine aquí por información y ya la obtuve.

No intenté detenerlo porque podría haber complicado las cosas y lo que menos quiero es causarle problemas a Emily.

Avanzo por la calle con calma y ya estoy a algunos metros de mi casa cuando veo a un grupo de personas charlando en una esquina. Llama mi atención el tema que están discutiendo, especialmente ver entre ellos a Bertha, una de las clientas de Emily que siempre la defiende.

—Pero dicen que no es ella, aquella mujer lucía totalmente diferente.

—¿Y quién lo dice?

—Los que asistieron al baile —suelta un hombre.

—Probablemente son mujeres celosas de no haber sido elegidas —tercia ella.

Me acerco a ellos.

—¿Qué sucede?

Me observan en silencio, considerando contarme o no.

—Hace rato vino un hombre de Linch con rumores de su pueblo —empieza una chico, debe tener menos de veinte años—. Contó que la hija de la costurera fue al baile, que ella vio de cerca a la mujer misteriosa porque le gustó su vestido y asegura que la descripción de la panadera no encaja para nada con la joven que ella vio.

Él me mira arqueando la ceja, esperando que argumente algo contra su valiosa información.

—Si ella no fuera la mujer con la que estuvo en ese baile él lo habría descubierto desde el momento en que la vio. Están faltando el respeto a la inteligencia de Su Alteza.

Mi voz suena inusualmente áspera.

—¡El Príncipe va a desposar a Emily porque le quedó una zapatilla de cristal! —Ataca en voz baja—. ¿Dónde está la inteligencia en eso?

—Además en la tienda ella dijo que no había asistido al baile —suelta alguien atrás.

Exhalo frustrado.

—Juzgan a Emily por elegir ser soltera, ¿creen que ella contaría que asistió a un baile donde el Príncipe buscaba a quien desposar?

Guardan silencio y se miran los unos a los otros.

Esa no es mi zapatillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora