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Ya había caído la noche, haciendo que las calles se iluminen con las farolas y las luces de las casas cercanas.

Nayeon escribía en la agenda que le había regalado Mina, escribiendo todo lo que sentía en ese momento: Sus pesadillas, temores y sentimientos. A veces era más fácil escribir en un par de hojas todo lo que no te atreves a decir en voz alta.

Mina tocó la puerta con su mano, pidiendo permiso para entrar. Escuchó un "Pase" y abrió la puerta, encontrándose con la pelinegra escribiendo.

— ¿Pasa algo? —Preguntó Nayeon al ver a su amiga nerviosa y tensa.

Se conocían hace unos años, específicamente desde que ambos estaban en los primeros años de universidad: El mayor estaba en su segundo año, mientras que el menor en el primero. Curiosamente, ambos estaban cursando la misma carrera, siendo "Administración de empresas". En el segundo año de, en ese entonces, Minsang, fue que decidieron arrendar un departamento juntos, convirtiéndose en compañeros de piso.

Y aunque tuvieran gustos y costumbres diferentes, supieron acoplarse bien.

— Vi a mi mamá en la tienda de decoraciones. —Se recostó en la cama de Nayeon, relajando su cuerpo. — ¿Cuándo les diremos a nuestros cercanos que somos nosotros?

— Dahyun ya lo sabe. —Mina miró sorprendida y confusa a la otra, esperando una explicación. Nayeon rodó los ojos y se recostó al lado de la rubia. — Fui a la cafetería y ahí le dije. Me costó un poco que me creyera, pero lo hizo al final.

— Una menos, ahora faltan los demás. —Nayeon asintió. — Que complicado es volver a la vida.

*: .. ..:*

El día en la cafetería solía variar según la estación del año, pero incluso en verano, a cafetería se volvía famosa con sus cafés helados y postres frescos.

Los meseros tomaban órdenes por doquier, llevando los pedidos en las bandejas que estaban en sus manos.

Dahyun y Nayeon estaban revisando el presupuesto. Pronto tendrían que pedir algunas cosas para el lugar. Aunque, la única que realmente estaba revisando y sacando cuentas era Nayeon, ya que Dahyun la miraba de vez en cuando, ignorando los papeles en sus manos.

— ¿Acaso te gusto que me miras tanto? —Dahyun negó rápidamente, haciendo una mueca. — ¿entonces?

— Es solo que me estaba preguntando cuantas personas que han muerto volvieron a la vida.

— No tengo ni la menor idea, pero supongo que no somos las únicas.

La puerta fue abierta abruptamente por uno de los meseros. — Lo siento por interrumpir, jefas, pero hay una chica que dice que las conoce y quiere hablar con ustedes.

— Está bien, déjala pasar. —Dijo sin interés Nayeon.

Mina entró nerviosa a la oficina de la cafetería, viendo tímidamente a Dahyun, esperando en silencio que Dahyun la reconociera.

Dahyun llevó su vista a la recién llegada, enarcando una ceja al mirarla de pies a cabeza. — Siento que ya te he visto antes.

— Pues claro, si es Minsang. —Dahyun abrió su boca sorprendida, formando una "O".

— Cuanto tiempo, eh. —Saludó un poco incómoda al sentir la mirada curiosa de Dahyun.

— Ustedes me volverán loca. —Suspiró cansada, apartando la mirada. Nayeon solo negó divertida, y Mina se sentó en el sillón que estaba en el lugar.

Mina no tenía nada mejor que hacer en el departamento, además de que no le gustaba estar sola justo cuando escuchaba bocinas de autos provenientes de la calle. Así que decidió ir a ver la cafetería un rato.

Obviamente fue caminando: No quería volver a subirse a un auto por ningún motivo.

Cuando llegó la noche y cerraron la cafetería, se despidieron de Dahyun y caminaron hasta su departamento.

Cada vez que pasaba un auto, o se escuchaban las bocinas de estos sonar, Mina se colocaba nerviosa, empezando a jugar con sus manos y ponerse alerta.

Nayeon solo pudo entrelazar sus manos con las contrarias, dándole apoyo y tranquilidad a la rubia.

Sabía que la contraria no quería volverse a subir a un auto, menos si debía manejar. Pero no se quedaría de brazos cruzados; Nayeon se prometió a sí misma que ayudaría a Mina a superar el miedo, ¡sino dejaría de llamarse Im Nayeon! Y realmente esperaba que lo pudiera lograr porque amaba su nuevo nombre.

Nunca era fácil superar un miedo o un trauma, pero tarde o temprano tendrías que enfrentarlo. Claro que esto podría lograrse con ayuda profesional.

Pero en ese momento, ambas jóvenes no estaban completamente listas para hablar con un psiquiatra. En cuanto vieran que su vida iba recuperando estabilidad y se acostumbraran al cambio, irían con un doctor.

Cada mala experiencia nos deja una consecuencia, y estaba en nuestras manos si esforzarse para superarlo, o solo dejarlo de lado porque, aunque quisiéramos, jamás podríamos olvidar algo que nos marcó. Tal vez nuestra mente bloqueará aquel recuerdo, pero nuestro cuerpo reaccionaría como cuando se provocó el miedo.

Y no necesariamente lo podríamos lograr de la noche a la mañana: Todo costaba tiempo.

¡Este no es mi cuerpo! [Adaptación Minayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora