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Al momento de despertar, empezó a removerse en la cama, sonriendo encantada al sentir algo suave abrigarla.

Cuando ya decidió que era momento, fue abriendo sus ojos con lentitud, tomándose su tiempo para acostumbrarse a la luz.

Al ver toda la habitación, se dio cuenta que ese no era su dormitorio; Había muebles modernos, y la cama era matrimonial, demasiado cómoda a comparación de la suya. Y todo era demasiado blanco para su gusto.

Por otro lado, la otra joven chica empezó a despertar poco a poco. Al despabilarse pudo apreciar que no sabía dónde era que estaba. Genial, de nuevo estaba perdida.

— ¿Namgung? —Preguntó en voz alta, se asustó al escuchar que tenía otra voz.

Se levantó de la cómoda cama, miró sus piernas y se sorprendió. Tenía unas piernas muy distintas a como las recordaba. Se estaba volviendo loca.

— ¡¿Namgung?! —Volvió a llamar de forma desesperada.

El mencionado salió rápidamente de su habitación— ¡¿Qué?! ¡¿Qué ocurre?! —Y formó su boca en una perfecta "o". Frente suyo había una mujer rubia, la cual, debía admitir, que tenía un muy buen cuerpo. — ¿Minsang?

La contraria también estaba sorprendida. Una mujer pelinegra con un cuerpo un poco más delgado estaba frente suyo, mientras lo único que la abrigaba era una bata blanca de algodón. — ¿Namgung? —Preguntó sin creerlo.

Se quedaron mirando para luego caminar en silencio a un espejo que estaba cerca de ellas. Ambas eran mujeres, casi de la misma altura –La rubia era solo dos centímetros más alta que la contraria-, y claramente esos no eran sus cuerpos.

— Mierda —Fue lo único que logró decir la pelinegra.

*: .. ..:*

— Debimos haber leído el contrato.

— Dime algo que no sepa, Lee. —Respondió la pelinegra tirándose al sofá. Volvía recién a la vida y ya sentía estrés en menos de dos horas.

— ¡Buenos días! —Gritó emocionada Jihyo mientras alzaba unos papeles en sus manos.

— Espero que vengas a explicarnos que fue lo que nos pasó. —La pelinegra miró fijamente a la recién llegada.

— Pues a eso vengo —Se fue sentando en una silla mientras dejaba los papeles sobre la mesa. Llamó a las otras para que se sienten frente a ella, las cuales no tardaron en levantarse y sentarse en las sillas frente a Jihyo. — Aquí tienen sus cédulas de identidad, además de datos sobre ustedes. Tú ya no te llamas Lee Minsang, —Apuntó a la mencionada. — ya que ahora eres Myoui Mina. Y tú... —Ahora apuntó a la pelinegra. — ya no eres Son Namgung, sino que Im Nayeon.

— Ahora sí que hay algo bueno dentro de todo. —Sonrió la ahora llamada Nayeon.

Mina, quien había estado leyendo el papel que tenía una foto suya junto con sus datos, miró nuevamente a Jihyo— ¿Tengo veintiséis? Yo tenía veintidós al morir. —Hizo un puchero. Le habían agregado cuatro años más de edad; Genial, adiós a sus recién cumplidos veintidós años.

— Más o menos, ¿Qué más da? —Quitándole importancia, sacó un sobre blanco, pasándoselos. — Contiene dinero, el suficiente para que puedan comprar nuevamente su departamento.

— ¿Están vendiendo nuestro departamento? ¿Cuánto tiempo llevamos muertas? —Mina estaba sorprendida. Habían comprado ese departamento con los ahorros de ambas.

— Dos meses. —Dijo tranquilamente Park.

¡¿Dos meses?! —Preguntaron al unísono.

— Retomando lo que dije antes: Su departamento está en venta. En ese sobre está el dinero para que lo vuelvan a comprar, y en este...—Sacó otro sobre de color celeste. — Hay dinero para que, al menos, puedan comprar comida por un mes. Mientras consiguen empleo, claro. Además, en sus habitaciones hay ropa. Les hubiera traído las ropas que tenían antes, pero claramente la mayoría ya no les va a quedar. —Se levantó para tomar unas maletas y dejarlas al lado de cada una. — Ahí están las cremas que tenían y también algunas decoraciones. ¡Oh! También tengo esto. —Sacó de su bolsillo un pequeño bote de espuma para afeitar la barba. Pero por las expresiones de ambas chicas, las cuales miraban aquella cosa como lo peor, lo guardó nuevamente. — Aunque no creo que lo necesiten tampoco.

— ¡A la mierda afeitarse la barba casi a diario! —Nayeon sonrió feliz.

Ya no tendría que pasar por aquella incomodidad y pérdida de tiempo. Suficiente para empezar a amar su nueva vida.

Mina tomó ambos sobres, solo mirándolos, aun asumiendo los cambios que le ocurrieron y los que vendrían.

— Mina. —La mencionada seguía mirando el sobre. — Mina. —Jihyo volvió a llamarla. Nayeon miró a Mina y movió su brazo, ahí fue cuando levantó la mirada. Cierto, ahora tenía otro nombre, lo había olvidado. — En el estacionamiento hay un auto, aquí tienes. —Dicho eso, le pasó las llaves del vehículo.

La menor tomó con miedo las llaves, mirándolas fijamente por unos cuantos segundos más, solo para guardarlas en uno de los bolsillos de su bata mientras apretaba sus labios.

Nayeon la miró. La rubia tenía una expresión triste, y no era difícil darse una idea de la razón.

— Me debo ir. Volveré de nuevo, aún no sé cuándo, pero será en algún momento. —Dijo Jihyo, levantándose de la silla. Caminó hacia la entrada a paso tranquilo con las manos en los bolsillos de su pantalón blanco. — ¡Adiós! —Y se fue con un chasquido de dedos.

Demasiado en un solo día. 

¡Este no es mi cuerpo! [Adaptación Minayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora