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La ciudad estaba en completo silencio, más tranquila de lo normal. Pero eso era solo era un motivo más para que Mina -siendo obligada por Nayeon- pueda manejar con calma un poco más lejos que la vez anterior.

El tiempo pasaba demasiado rápido, a tal punto que ya cumplían cinco meses desde que habían vuelto a la vida. Incluso su pequeño gatito ya estaba mucho más grande y gordito en comparación a como había llegado.

Mina esperaba tranquila y callada a Nayeon, mirando entre sus manos una pelota amarrilla antiestrés.

Con cada práctica que tenían para volver a manejar, poco a poco se fue dando cuenta de las dañadas manos pálidas de su mayor. Todas aquellas heridas se hacían justamente cuando iban en el auto, incluso cuando iban en taxi.

Im lo tenía callado, como un secreto. Incluso Mina creía que su compañera no se daba cuenta en el momento cuando, para mantenerse en calma, se enterraba las uñas.

Así que, al tener total conocimiento de que Nayeon no iba a tratar ello, Mina compró una pelota antiestrés para su mayor y que pueda apretar eso vez de sus propias manos.

Cuando escuchó la puerta del auto abrirse fue que Myoui levantó la vista y miró a la pelinegra.

— Oli no me soltaba, se ha vuelto un gato consentido. Recuérdame cortarle las garritas al volver a casa. —Dijo Nayeon mientras cerraba la puerta del auto y se ponía el cinturón de seguridad lo más apegado a su cuerpo posible.

— Toma. —Ordenó Mina pasándole la pelota amarilla. La pelinegra frunció el ceño, tomándola y apretándola un poco.

— ¿Y esto para qué? ¿Es para Oli? —Preguntó pensando en su gatito.

— Es para ti. No quiero que dañes más tus manos, Nay, así que mejor aprieta eso antes que enterrar tus uñas nuevamente en tus palmas. —Confesó. Ante la mirada y sonrisa enternecida de Nayeon, la rubia solo enfocó su vista en donde estaba colocando la llave para encender el auto y empezar a manejar, intentando evitar hacer más evidente sus mejillas coloradas.

— De verdad eres muy tierna, Minari. Gracias.

Una vez el auto empezó a recorrer las calles, ambas se sumergieron en un silencio cómodo, solo para mantener la concentración en el camino.

Mina manejaba cada vez con más confianza al pasar las calles, y Nayeon ya no estaba lastimando sus manos al estar apretando la pelota.

Poco a poco, más cosas de la lista de superar por su muerte se han ido. El miedo a manejar se iba desvaneciendo, algo por lo que podrían respirar y seguir sus vidas de forma más tranquila.

Pero quedaba otro punto importante: Sus familias.

Ninguno de sus parientes sabía que ellas habían vuelto a la vida, ni que cada fin de semana, en la cafetería, los atendían.

¿Cómo hacer que tu familia se dé cuenta que estás ahí a pesar de que hayas muerto?

Debería ser más fácil al estar, técnicamente, vivas. Y no era así, no era fácil: Tenían reglas.

Nayeon estaba ideando algún plan para que sus familias vieran que eran Minsang y Namgung. Estaba tan concentrada en eso que ni se dio cuenta cuando el auto se detuvo frente al cementerio, no hasta que enterró de más una de sus uñas en la pelota antiestrés, perforándola un poco.

Creo que hay otra gatita a la que cortar las uñas. —Murmuró burlona Mina, sonriendo.

— ¿Qué hacemos en el cemente

rio? —Preguntó Im una vez vio por la ventana.

Mina suspiró y apagó el motor, sacando las llaves y recostándose en su asiento. — El otro día escuché a tu hermana y tu mamá hablando en la cafetería, escuché como tu mamá decía que iría a verte al cementerio el próximo lunes, es decir, hoy. Bueno, va a ver a Namgung, no a ti... bueno, sí, pero no a la vez, ¿si me entiendes?

— ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué aparezca de la nada? Además, tal vez ya se fue.

— Aprovecha que tienes la oportunidad de hacerle entender a tu madre que estás con vida. No lo sé, hay tiendas cercanas para que compres algo que sea especial para tu mamá y le transmita un mensaje, ¡como los mensajes subliminales! Y, respondiendo a lo último: Dahyun consiguió información por nosotras. Según ella, la señora Son viene al cementerio en una hora más.

La pelinegra asintió débilmente, mirando nuevamente la entrada del cementerio.

Tomó aire y salió del auto con la billetera de Mina en manos -quien, por cierto, ni se había percatado de que su billetera había sido tomada por Nayeon-.

Se dirigió a una tienda cercana donde vendían lindos objetos para regalos y, apenas vio un lindo broche dorado en forma de mariposa, lo compró sin dudar junto a un llavero que tenía un dije del pequeño árbol de la vida junto a un pequeño corazón de plata que tenía escrito "Estoy contigo".

Saliendo de aquella tienda, fue a una que estaba al lado del cementerio, donde vendían ramos de flores.

Compró un ramo de girasoles junto a rosas blancas y naranjas; las primeras flores siendo las favoritas de su mamá, mientras que las rosas blancas eran las favoritas de su hermana y las anaranjadas las suyas.

Mina al ver por la ventana a Nayeon, salió del auto y le acompañó a entrar al cementerio, caminando a pasos tranquilos hasta donde estaban las tumbas de ambas.

Ver sus fotos en una tumba donde sus antiguos cuerpos estaban descansando seguiría siendo una escena que les apretujaría el corazón y hacer temblar sus manos por mucho tiempo.

La pelinegra dejó el ramo encima de su tumba junto a los regalos, acomodándolos justo en el centro.

Una vez hecho eso, ambas caminaron hacia donde había más árboles y arbustos, aparte de algunos asientos de cemento, alejándose de donde estaban sus tumbas.

Apenas Nayeon vio a su madre desde lejos llegar al cementerio y caminar hacia su tumba, apretó sus manos y retuvo el aire de forma nerviosa.

Mina se dio cuenta de eso y, sin rodeos, entrelazó sus manos con las de la pelinegra, haciendo que esta se relaje y pueda respirar con más calma, tranquilidad que mejoró cuando abrazó a la rubia y escondió su rostro en el enlace del cuello y hombro contrario, mientras que la contraria le hacía caricias en su espalda.

Por otro lado, estaba la señora Son.

Ella levantó las cosas y leyó el mensaje escrito en el llavero.

Su vista empezó a nublarse producto de las lágrimas listas para caer por sus pálidas mejillas. Apretó fuertemente el ramo contra su pecho, mirando hacia la foto de su hijo en la tumba.

Sin saber el porqué, levantó la mirada y buscó entre la zona, deteniéndose al observar como a lo lejos la chica de la cafetería que tanto le recordaba a su hijo abrazaba a su compañera de trabajo. Estando atenta a cada acción de ellas.

Pudo ver como la rubia alzaba el rostro de la chica de cabello negro, acariciando su mejilla con sus pulgares y besando la frente de la otra.

Vio a su hijo junto a Minsang, estaba segura de ello. Y algo dentro de ella le decía que Nayeon era su hijo, o, bueno, ahora hija. Y la chica rubia era Minsang, el que juraba que sería su yerno.

Tal vez se estaba volviendo loca, pero prefería verse como una loca y acercarse a aquellas chicas antes que dejarlas ir nuevamente. 

¡Este no es mi cuerpo! [Adaptación Minayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora