14

308 56 3
                                    


La cafetería nuevamente estaba llena, y que dos almas estuvieran jugueteando por ahí con los clientes no ayudaba de nada.

— ¿Pueden dejar de joder a los clientes de una vez, inútiles? —Pidió Nayeon con el ceño fruncido y apretando fuertemente un paño de genero que estaba usando hace unos segundos para limpiar el mostrador. Miró con una mirada filosa a las almas que era ni más ni menos que Sana y Jihyo.

—Nay, cuidado, que luego te miraran como una loca al estar enojada con la nada. —Dijo Mina mirando a los clientes para disimular, sonriendo nerviosamente.

— ¿Y eso que carajos me importa? No estoy de humor para que vengan unas inútiles a jugar como si fueran niñas de cinco años. Si van a venir a la cafetería, al menos trabajen o sirvan de algo.

Fue el turno de Jihyo para fruncir su ceño. — Hemos estado muchos años muertas, permítenos pasarla bien, ¿no?

— No. —Se negó rotundamente Nayeon.

— Te regreso la vida y así me lo agradeces. Qué asco de valores los que tienes. —Atacó Jihyo cruzándose de brazos con un mohín. Nayeon solo hizo una mueca y siguió limpiando, retirando pequeñas migajas y basuritas del mostrador.

Mientras tanto, Mina miró hacia la entrada al escuchar la campanita de la puerta sonar.

Sus ojos se abrieron como platos y su boca quedó entreabierta al ver a las dos señoras que venían juntas caminando a su dirección, mirándolas directamente.

— Cuidado, Mina, que te entra una mosca. —Molestó Sana tirando un pedacito de galleta hacia dentro de la boca de la rubia, la cual le miró con el ceño fruncido, masticando de cualquier forma la galleta.

Buenos días. —Dijeron al unísono las mujeres adultas una vez que llegaron al mostrador, frente a las jóvenes.

Ambas chicas se miraron entre ellas por un segundo de forma nerviosa y saludaron de igual forma al mismo tiempo. — Buenos días.

— ¿Qué les podemos servir? —Preguntó educadamente Mina con una mini sonrisa, intentando aparentar tranquilidad.

— Me gustaría un espresso. —Comentó la señora Son. Nayeon miró confundida a su mamá porque a ella no le gusta el espresso. Asintió de todas maneras y empezó a prepararlo.

— A mí un americano. —Mina asintió dudosa dándose vuelta para empezar a preparar el café de su mamá. A su madre no le gustaban los americanos, ¿por qué pediría algo así?

Ambas jóvenes se tomaron el atrevimiento de echarles ellas mismas cierta cantidad de azúcar a los cafés de sus madres para que no les sepa mal, y es que ambas conocían cuantas cucharadas usaban sus mamás al tener que tomar esos cafés en ciertas ocasiones.

Entregaron los cafés a cada una, dejando las tazas en el mostrador bajo la atenta mirada de las señoras.

Ambas mujeres tomaron un sorbo de los cafés, y se miraron entre ellas como si con sus miradas pudieran saber lo que pensaba la otra.

— Chica, —Llamó la señora Lee, captando la atención de su hija de forma inmediata. — ¿Podría pedirte poner otra canción, por favor? —Pidió refiriéndose a la música clásica que sonaba por la cafetería.

Mina asintió. — ¿Alguna de preferencia?

— Intenta adivinar una canción que me guste.

Nayeon intercambió miradas con Mina, ambas buscando respuestas entre ellas ante la situación que cada vez se les hacía más rara.

La rubia solo asintió y fue a cambiar la canción, eligiendo reproducir una canción que su madre amaba: La vie en rose de Louis Armstrong.

Apenas empezó a sonar la canción, la señora Lee abrió su boca sorprendida para luego llevar su mano a esta misma, esta vez para retener sus sollozos.

La pelinegra que miraba todo no tenía idea de que hacer o cómo actuar. Estaba entrando en pánico.

Justo llegó Mina que miró preocupada a su mamá, acercándose de inmediato a ella para tomar sus manos como solía hacerlo cuando era Minsang.

— Estoy aquí, puedes llorar cuanto quieras. —Consoló Mina, acercando a la mujer hacia ella para abrazarla y refugiarla en sus brazos.

Aunque los demás no las veían, las que eran unos tipos de ángeles para Mina y Nayeon, miraban nerviosas a la rubia, con el miedo que revele la verdad directamente.

Nayeon tampoco sabía qué hacer. Tenía miedo de lo próximo que pudiera decir la menor.

Minsangie, mi pequeño Minsangie. —Ese simple apodo que hizo el corazón de Mina parar por un momento para latir más rápido.

Su madre ya le había reconocido, y la verdad podría decirse sin romper reglas.

— Creo que es mejor si van a la oficina a hablar, Mina. Yo cubro aquí. —Dijo Nayeon.

— ¿No deberías hablar conmigo también, Namg? —Habló esta vez la señora Son. La pelinegra le miró sorprendida, sus ojos prontamente llenándose de lágrimas.

Jihyo al ver que estaban siendo reconocidas, corrió a la oficina para ser visible y salió de esta caminando tranquila, ahora si pudiendo verse ante los ojos de los vivos.

— Tranquilas, yo cubriré junto a Sana. —Avisó Jihyo, permitiendo que las reencarnadas puedan irse junto a sus madres a la oficina para poder hablar tranquilamente luego de tantos meses.

*: .. ..:*

— Entonces, ¿reencarnaron? —Preguntó la señora Lee sorprendida.

— Se podría decir que sí. —Respondió Mina asintiendo con su cabeza.

— ¿Alguien más sabe sobre esto? —Preguntó esta vez la mamá de Nayeon.

— Dahyun y Tzuyu lo saben. —Le informó Nayeon a su madre.

— ¿Cómo supieron que éramos nosotros? O, bueno, nosotras. —Preguntó Nayeon curiosa.

— Tu madre me dijo lo que pasó en el cementerio y, aunque parecía alocado, tenía sentido en cuanto a acontecimientos anteriores. Confirmamos todo con los cafés y la canción. —La señora Lee se veía feliz y tranquila, totalmente distinta a como se veía en todos esos meses. Había encontrado a su hijo y el "amigo" de él, claro que estaba tranquila. Miró a su hijo -hija- detalladamente. — Ahora eres una chica... sigues igual de guapo- ¡digo guapa! —Corrigió de inmediato. — Incluso te pareces a mí.

La rubia sonrió y abrazó a su madre, quien le hizo cariño en su cabello y mejillas, dándole besitos por su cara también.

— Al menos díganme que ustedes ya son novias. —Dijo la señora Son acariciando el cabello negro de su hija. Las chicas se miraron y sonrojaron, negando.— La muerte les cambió el cuerpo, pero no la pendejez.

— ¡Mamá! —Se quejó Nayeon.

— Ni te atrevas a quejarte, Im. Estuve sin mi hijo por más de siete meses, déjame molestarte un poco. —Respondió la mujer alzándose de hombros. — Por cierto, tu nuevo apellido y nombre están bonitos, me gusta.

— ¡¿Verdad que sí?! —Dijo emocionada Nayeon sonriendo.

Mina le miró desde su lugar, sonriendo encantada al ver tan radiante a su mayor. Le gustaba verla sonreír, le gustaba ella.


*: .. ..:*

¿Se esperaban que así descubrieran la verdad las suegras?

¡Este no es mi cuerpo! [Adaptación Minayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora