02

531 84 9
                                    


Poco a poco fue abriendo los ojos, cerrándolos de nuevo fuertemente cuando una luz blanca le cegó e hizo doler los ojos.

Nuevamente intentó abrir sus ojos, esta vez tomándose más tiempo, al igual que poniendo una de sus manos sobre sus ojos, haciendo que la luz no nuble tanto su vista.

Mientras se iba acostumbrando a la luz, empezó a sentarse, apoyándose de su brazo.

Apenas pudo empezar a mirar el lugar tranquilamente, un fuerte dolor de cabeza le azotó, ahora llevando su mano a su frente, como si eso fuera a ayudar de algo.

¿Qué había pasado?

Aun con dolor, empezó a buscar con la mirada a su amigo, viéndolo no muy lejos de él.

Namgung estaba tirado en el piso blanco. Se veía realmente herido: Su cara y manos tenían heridas, además de que estaban manchadas de sangre ya seca en ellas.

Se fue levantando, dándose cuenta del dolor que sentía en su cuerpo también.

Sin importar ello, siguió caminando hacia el pelinegro lentamente y a pasos torpes.

Al momento de estar a su lado, empezó a sacudirlo sin ser rudo, esperando a que despierte.

— Gung, despierta. —Pidió en un tono suave, suspirando aliviado cuando escuchó el gruñido del joven.

Namgung fue abriendo sus ojos muy lentamente, intentando acostumbrarse a la luz fuerte.

¿Qué pasó...? —Preguntó en un susurro, mirando a todos lados, sentándose en su lugar.

— No tengo ni la menor idea, no recuerdo nada. —Agotado, se fue sentando con cuidado al lado de su mejor amigo, dejando que el contrario apoye su cabeza en su hombro para descansar mientras él intentaba recordar algo.

Giró un poco para mirar atrás suyo al escuchar pisadas detrás de ellos, buscando de dónde venían aquellos pasos, pero su atención se vio interrumpida cuando su amigo le tomó la mano y entrelazó sus manos con las suyas. Lo miró y supo que estaba asustado.

— Es un gusto conocerlos. —Habló una voz no muy grave por donde habían escuchado los pasos. Se dejó ver, mostrando a una joven mujer de cabello castaño con grandes ojos, de piel un poco pálida y traje totalmente blanco.

— ¿Quién eres? —Preguntó directamente Namgung, mirando seriamente a la chica.

— Park Jihyo, su salvadora. Soy quién les permitirá volver a la vida. —Ambos chicos fruncieron el ceño. Park solo sonrió inocente y llevó sus manos detrás de su espalda relajadamente. — Acompáñenme.

No tenían a donde ir, no sabían dónde estaban. No tenían otra opción.

Mientras caminaban, pasaron una neblina densa en la que, al salir de ella, pudieron apreciar una casa enorme de color blanco. Era demasiado elegante todo.

Cuando entraron a la casa, se dieron cuenta que aquella estructura no hacia como tal de hogar o vivienda, sino que de un establecimiento de trabajo al ver oficinas dentro de esta.

Los trabajadores que caminaban por ahí vestían igual de blanco, sonriendo alegres. Por lo visto, les gustaban sus trabajos.

Entraron a una oficina, sentándose frente a una mesa de cristal que hacia como escritorio. Del otro lado, frente a ellos, se sentó Jihyo.

— Bien, —Empezó a hablar la joven una vez se sentó. — ¿Recuerdan lo que ocurrió? —Ambos jóvenes negaron mirándole atentos. — Murieron la noche del siete de abril a las veintidós horas con cuarenta y tres minutos. —Informó encogiéndose de hombros, casi en señal de quitándole la importancia al asunto.

Ambos chicos le miraron sorprendidos, lo cual solo duró dos segundos porque sus emociones cambiaron totalmente: Minsang empezó a llorar, llevando su mano a su boca para acallar los sollozos, mientras que Namgung miró enfadado a Jihyo.

— ¿En serio lo dices así? ¿Cómo si nada? —Mientras le dedicaba una mirada furiosa y fría a la castaña, fue acercando al rubio hacia él para abrazarlo y darle consuelo.

Viendo la escena, Jihyo llevó su mano a su nuca, rascándola de forma nerviosa. — Tal vez debí cuidar mis palabras.

— ¿Tú crees? —Habló duramente Namgung sin dejar de dar esa mirada intimidante que empezaba a afectar a la joven.

Sentía que esa mirada la podía matar en cualquier momento -A pesar de que ya estaba muerta.-

— ¡Pero hay un lado positivo! —Informó sonriendo nuevamente Jihyo, solo que esta vez estaba nerviosa de cagarla otra vez. — Yo puedo devolverles al mundo de los vivos en un chasquido de dedos si aceptan.

— ¿C-Cómo? —Preguntó esta vez Minsang, calmando sus sollozos.

— En un chasquido de dedos, ¿no lo acabo de decir? —Dijo nuevamente Park. Al recibir de nuevo la mirada fría y filosa del chico pelinegro, decidió volver a hablar. — Oh, se refieren a lo que deben de hacer, claro. —Carraspeó, reacomodándose en su sitio, revolviendo unos papeles que estaban situados en frente suyo. — No es tan fácil: Deben firmar un contrato donde aceptarán las condiciones escritas en este. Son reglas básicas como no matar, robar y cosas así. De igual forma, ustedes pueden leer el contrato y sus condiciones.

— Fácil, ¿Dónde firmamos? —Preguntó el pelinegro. Sus ojos ya no brillaban en ira sino que en pura esperanza y alegría.

— Yo no diría "fácil", ya que tendrán que acostumbrarse a sus nuevas vidas.

— Da igual. Denos el contrato, queremos firmar. —Pidió Minsang en un tono amable.

Jihyo sonrió encantada: Jamás un contrato había sido así de fácil.

Tomó dos papeles de entre las hojas blancas, las cuales eran el contrato. Pasó una a cada uno al igual que unos lápices de tinta.

Ambos jóvenes firmaron sin leer lo escrito, menos leyeron el aviso que estaba en mayúsculas y en color rojo.

La castaña tomó los papeles una vez firmados, guardándolos en una carpeta junto al resto de las hojas.

Park sonrió emocionada. — Eso es todo. ¡Buena suerte, chicas!

¿Cómo que "chicas"? —Preguntaron juntos los jóvenes.

— ¡Bye, bye! —Se despidió, chasqueando sus dedos haciendo que ambos chicos cayeran en un profundo sueño.

La nueva aventura de los jóvenes chicos empezaba volviendo al mundo de los vivos, o, bueno, mejor dicho... las jóvenes chicas.

☆*: .。. .。.:*☆

Por eso siempre hay que leer antes de firmar 😎

¡Este no es mi cuerpo! [Adaptación Minayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora