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Las gotas de agua chocaban contra las ventanas del departamento, creando un sonoro sonido con estas.

El gatito que había estado durmiendo plácidamente en el sillón hecho bolita, se despertó en estado de alerta apenas escuchó la lluvia. Antes de que empeore, salió corriendo hacia alguna de las habitaciones para esconderse y seguir durmiendo.

Nayeon miró al gatito salir corriendo, un poco sorprendido por la rapidez de este. Se alzó de hombros y siguió caminando hacia el sillón para dejar un par de mantas, una siendo de color blanco la cual le pertenecía a Mina, mientras que la otra era color gris.

Las dejó dobladas perfectamente, ni siquiera la evidencia de alguna arruga estaba presente.

Por último, pero no menos importante, fue a buscar las palomitas que ya estaban listas y recién hechas.

Una vez todo listo, tomó su celular para enviarle un mensaje a Mina, o llamarla si es que no le llegaban los mensajes a tiempo.

No hizo falta ninguna de esas ya que la rubia llegó justo cuando iba a enviar un mensaje.

— ¡Ya estoy en casa! —Anunció desde la entrada la menor mientras se quitaba los zapatos mojados por la fuerte lluvia de afuera. Agradecía haber ido a trabajar con botines de cuero en vez de ir con sus zapatos deportivos, sino sus pies estarían igual de mojados que los botines, ropa y cabello.

Podría estar completamente mojada, pero prefería eso antes que sentir sus pies y calcetines mojados al igual que el interior de sus zapatos.

— ¡Al fin! —Exclamó Nayeon dirigiéndose hacia la entrada para encontrarse con la sorpresa de que Mina estaba realmente empapada en agua. — Te dije que lleves un paraguas, pero ni caso me hiciste. Anda rápido a quitarte esa ropa y date una ducha, porque no quiero escucharte quejándote después de que andas resfriada. —Ordenó seriamente con los brazos cruzados.

Mina sonrió y asintió, corriendo al baño para hacer tal cual lo que le dijo Im.

La rubia había ido a la casa de su madre para pasar un tiempo juntas que poco a poco retomarían luego de todo el drama vivido y tiempo perdido.

Mientras que Mina ya tenía resuelto todo con su familia, Nayeon aún tenía que esforzarse para que su hermana y padre se den cuenta de su vuelta a la vida.

Sabía que costaría un poco más, y no porque sean escépticos o algo por el estilo, sino que ellos demoraban mucho tiempo en conectar las ideas y darles un sentido. Eran demasiado despistados para darse cuenta de los detalles, incluso hasta lo más visibles.

En lo que la pelinegra pensaba que hacer para que su padre y hermana se den cuenta fácilmente de las cosas, Mina ya se encontraba en la sala con una toalla mediana secando sus cabellos rubios y con su pijama ya puesto.

— Unnie, ¿vas a ver una película? —Preguntó la menor apuntando con su mano libre la fuente con palomitas.

— Sí, contigo. —Respondió en un tono tranquilo Nayeon dirigiéndose a la rubia para quitarle la toalla con la que secaba su cabello. — Siéntate, te voy a secar el cabello.

Myoui hizo caso de inmediato, sentándose en un sillón individual mientras esperaba a su mayor que había ido por el secador de cabello. Una vez esta llegó, echó su cabeza hacia atrás cuando la pelinegra se puso detrás de ella, refregando su cabello mojado de manera juguetona en el estómago de la otra.

Nayeon frunció el ceño y se quejó con un simple "Ya...". Y aunque parecía molesta, apenas Mina se detuvo y se sentó correctamente, se permitió mostrar la sonrisa que había estado reteniendo.

Enchufó el secador de pelo, encendiéndolo de inmediato para empezar a secar el cabello de la menor.

Mina sonrió encantada por el tacto de la mayor, disfrutando la sensación de sentir las manos de la persona que le gustaba por su cabeza, casi pareciendo lindas y delicadas caricias.

Cuando ya su mayor había terminado de secarle su cabello, esta fue a dejar el secador en donde había estado anteriormente. Por otro lado, Mina se levantó para ir a hervir agua en el hervidor eléctrico y servir el agua caliente en dos tazas donde, en una, agregó café sin azúcar, y en la otra un té de manzana con canela.

Hecho eso, se dirigió nuevamente a la sala donde la pelinegra ya estaba abrigada por la manta gris e iba buscando una película en Netflix en la televisión ya prendida.

"Call Me By Your Name" se fue reproduciendo en la televisión. Ambas se sumieron en un cómodo silencio. Lo único que se escuchaba era la película que no estaba muy alta, los pequeños sorbos a sus bebidas calientes, el muy leve sonido de las palomitas siendo digeridas y la lluvia calmada que seguía afuera.

Mina no sabía en qué momento era que se había ido acercando a la pelinegra, ni siquiera cuando sus brazos ya rosaban entre ellas. Menos cuando se le había quedado mirando, visualizando cada detallito de la cara de Nayeon: Sus lindos ojitos, sus labios no muy delgados ni demasiado gruesos de un color rojo pastel, un lunarcito debajo de su ceja. Todo esto ante la baja cantidad de luz en la sala al estar prendida únicamente la televisión y el cielo ya empezaba a oscurecerse.

Se dio cuenta que esos pequeños lunarcitos eran los mismos que cuando era Namgung.

Al igual de que ahora fue consciente de que había estado tanto tiempo pensando en su nueva vida y enfocándose en ello que había dejado de lado lo que sintió por su amiga.

Y, ¿para qué evitarlo? Lo que seguía sintiendo por esta.

Pensó que, porque era ahora una mujer, su atracción por ella cambiaría. Cuando era un chico, estaba seguro que era gay, pero segurísimo. Ahora se encuentra con la sorpresa de que no se trataba de si era una chica o un chico, simplemente estaba enamorada de la personalidad de su amiga, tanto cuando era un chico como una chica.

Se podría decir que era como Nayeonsexual, aunque no existía una orientación como tal.

— Deja de mirarme, das miedo. —Pidió Nayeon mirándola por un segundo para volver a mirar la pantalla.

— Unnie. —La mencionada emitió un ruido parecido a un "Uhm", indicándole que siga hablando. — ¿Puedo abrazarte?

Nayeon le miró un poco confundida y asintió en silencio. Esta pensó que solo le iba a dar un abrazo como tal, pero su menor le tiró del brazo, haciendo que quede encima de la rubia, quedando ambas recostadas en el sillón.

Mina se iba removiendo un poco al estar estirando las mantas sobre ambas para que ni ella ni Nayeon pasen frío. Se quedó tranquila cuando ya estaba todo ordenado.

La pelinegra decidió quedarse callada y reposar su cabeza en el pecho de la contraria, la cual empezó a acariciar su espalda.

No era necesario decir más, o pedir explicaciones. Ambas sabían perfectamente que sus sentimientos seguían a pesar de haber pasado a otra vida, e incluso que estos crecían cada vez más.

Incluso parecía que el pequeño Oliver se daba cuenta de ello, porque había llegado a donde ellas mirándolas fijamente, pasando su mirada de Mina a Nayeon y así sucesivamente. Antes de irse nuevamente, soltó lo que parecía un suspiro cansado y caminaba elegantemente a la habitación otra vez.

Sus humanas podrían estar juntas hace bastante, pero no decían nada. Tontas humanas.

¡Este no es mi cuerpo! [Adaptación Minayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora