El castillo elfo.

11 2 0
                                    


Desvastado, Xinux creyó que no había más que hacer. Lleno de lágrimas acercó lentamente sus labios a los de ella y con ternura la beso suavemente. Sus labios húmedos con las lágrimas mojaron aquellos labios resecos de Ámbar, que poco a poco fue volviendo a su color. Su pulso y su respiración volvieron. Seguidamente abrió los ojos, encontrando los labios de Xinux cerca de los suyos. Pronto él noto que Ámbar había vuelto en sí y que no presentaba ningún daño. Recordó entonces su posición ante ella y alejó su rostro.

—¿Ámbar estás bien?—. Balbuceó estupefacto al sentir su respiración.

—Sí, estoy bien... ¿Qué ha pasado?—.

—Has mordido la fruta prohibida, pero ¿Por qué? Merry ya te había advertido—.

—Un Dowgs me lo obsequio—.

—¿Un Dowgs? No lo he visto—.

—Estaba junto a mí cuando gritaste...—.

—Juro que no he visto a nadie más que a ti.

—Estaba junto a mí...—. Redundó, recordó entonces aquella visión que tuvo antes de encontrar a aquel Dowgs, se puso de pie comenzó a correr. —¡Ven Xinux!—. Chilló.

Xinux algo extrañado siguió a Ámbar, feliz por un lado, parecía que ella estaba bien y eso era lo más importante. Corrieron hasta donde habían dejado sus pertenencias, encontrando todo desparramado por los alrededores.

—¡No!—. Exclamó Ámbar asustada. —¿Dónde está? ¿Dónde está? —Repitió varias veces mientras lo buscaba bajo las cosas.

—¿Qué buscas Ámbar?—.

—Busco...—. Expresó pero pronto calló, al ver al pequeño gatito trayendo aquella bolsita marrón que con tanto anhelo buscaba. —¡Pardy!— Exaltó. —¡Ven pequeño!

Al tener al animalito en sus manos y lo que este portaba sintió alivio.

—¿Estás bien, Ámbar? Te encuentro algo extraña...—.

—No pasa nada Xinux, perdóname, sentí que perdía lo que más amo...—.

—Sé lo que has sentido, ha pasado por ello hace pocos minutos cuando no reaccionabas, si sólo supieras... Si tan sólo pudiera decírtelo...—. Pensó, pero no había tiempo para eso, sin más distracción le anunció: —Juntaremos las cosas e iremos hacia el oeste—.

—Tardaremos más...—.

—No importa, vale más vuestra seguridad—.

—¿Qué ha sucedido? Cuéntame Xinux—.

—Nos están siguiendo, eso es indudable—.

—¿Quiénes?—.

—No lo sé. Escuché a unos bárbaros hablando sobre nosotros, ellos fueron los que revolvieron nuestras cosas y al parecer no encontraron lo que buscaban—.

—Debemos irnos entonces...—. Propuso, temiendo que pudiera llegar a perder el rubí.

—Tienes razón—.

Juntaron sus pertenencias y marcharon bordeando el lago rumbo al oeste.

Llegaron al extremo oeste del lago algo cansados.

—¿Quieres refrescarte?—.

—Realmente sí...—.

—Detrás de aquellos árboles encontraras una pequeña cascada, donde podrás refrescarte tranquila, mientras yo vigilo que aquellos hombres no se acerquen a nosotros—.

SAGA UNAMILUM; Ámbar, el dragón y el rubíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora