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El tic-tac del reloj es lo poco que se escucha en la sala. Las respiraciones pausadas de dos jóvenes que ya no son tan niños como cuando se conocieron. Una caricia suave, la mano enredada en el pelo del otro. Uno de ellos escucha el bombeo intenso del corazón de su acompañante con claridad.

— ¿Te vas? — pregunta el más pequeño en un murmullo, el mayor traga saliva.

El chico quita la mano del pelo del otro, acaricia su mejilla y une con una línea imaginaria los lunares de sus mejillas. Pasa la yema de su dedo con cuidado por un rostro que conoce perfectamente, desde la nariz hasta los rosados labios que tanto le gustan.

— Nico... — murmulla el pequeño, a pesar de disfrutar de las caricias de su acompañante, necesita respuestas.

— Sí... — susurra, intentando no romper la pequeña burbuja en la que se encuentran—. Firmo mañana con el City — añade, sintiendo que quedarse escueto en la información fuera a traerle problemas.

El gallego nota sobre su pecho una corriente de aire fría, procedente de las fosas nasales del andaluz tras soltar un intenso suspiro. El sevillano se levanta apoyando una de sus manos en el pecho de Nico.

— Creo que es mejor que te vayas — dice, recogiendo del suelo algunas prendas y vistiéndose—. Tienes que descansar para tu gran día — habla en bajo, pero el tono irónico se mantiene en su voz.

— Gavi... — la mirada del nombrado va fija hacia el que habla, cubierto por las sábanas de la cama.

Gavi lo mira serio, sin ningún ápice de expresividad en su cara. Ese gesto frío produce en Nico un escalofrío, él es consciente de que es todo fachada, que realmente es una coraza para evitar salir dañado. El más alto de los dos se levanta de la cama bajo la atenta mirada del otro.

— ¿Qué? — dice, observando cómo el chico camina hacia él — ¿Qué quieres? — pregunta, sintiendo un pinchazo en el pecho.

Nico acaricia levemente la mejilla de Gavi, lo que para el primero es un contacto habitual, al segundo le quema. Da un paso hacia atrás, nota cómo le pican los ojos. Mantiene la respiración calmada, de esa manera es capaz de gestionar las lágrimas.

— Es mejor que te vayas — repite, sintiendo cómo se agrava esa molestia en el pecho.

— Pero, Gavi... — niega girándose, si dice algo más es probable que se eche a llorar y no está dispuesto a ello.

El andaluz observa, a través del reflejo del cristal cómo el mayor recoge sus cosas y se viste. Gavi aprieta los labios y pestañea mirando hacia arriba. Cierra los ojos cuando siente los labios cálidos del gallego sobre su cuello.

Es un acto inconsciente el llevar sus manos por encima de la cabeza para enredarlas en el pelo de Nico. Su respiración comienza a ser irregular, el mayor es consciente de ello.

— Nico, para... — habla en un susurro ahogado, mezclado con un jadeo que hace que se erice la piel del gallego—. Por favor...

Nico se queda estático, nunca le había pedido por favor nada, no Gavi. Se aleja un poco y observa el rostro del andaluz en el reflejo, sus grandes ojos están brillantes, pero de una forma dolorosa. Nico traga saliva y suspira. Le da una pequeña caricia en la cabeza antes de irse hacia la puerta.

— Gavi — el sevillano gira la cabeza hacia la puerta. donde Nico está quiero mirando hacia él—, perdón — él aprieta los labios esperando a que diga algo más— por lo de estos meses. Yo...

— No pasa nada — dice Gavi, bajando la mirada a sus pies—, tenía que ser así — sonríe algo triste.

— Ha estado divertido, ¿eh? — Gavi asiente.

— Suerte en Manchester, Nico — dice el andaluz, el gallego asiente.

— Igualmente a ti aquí, Gavi.

El más pequeño no aleja sus ojos de la puerta hasta que se cierra detrás de él. Una fuerte presión se cae de sus hombros y las lágrimas brotan por si solas, vuelve a mirar hacia la ventana.

En el ascensor, Nico no está en una mejor situación. El gallego tiembla mientras reprime el llanto, observa sus manos tilitar apoyado en una de las paredes del cubículo. Abandona la residencia sin mediar palabra con nadie, hay pocas personas en un día cómo hoy, pero aún así evita cruzarse con nadie.

Gavi observa desde el ventanal la figura de Nico, por poco que viese, sería capaz de diferenciarlo. Tiene los hombros caídos, la capucha puesta y camina en dirección al mercedes en el que tantas veces estuvieron ambos.

Nico se gira hacia arriba, no es capaz de diferenciar nada en la distancia, sabe que Gavi está ahí. También es consciente de que toda esta situación ha sido por su culpa.

— Perdón — vocaliza el gallego hacia el ventanal.

Ahí ya no hay nadie viéndolo.

Payphone • GavicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora