Payphone • Gavico

3.

Gavi baja del avión con la cabeza baja, aún siente el sabor salado de sus lágrimas sobre sus labios. Solo una persona podría quitarle ese sabor amargo ahora mismo.

Los flashes lo deslumbran mientras cruza el aeropuerto en dirección a una de las furgonetas, aprieta la mandíbula y se cubre lo máximo que puede con la capucha.

Una mano se posa en su espalda, gira la cabeza para ver a su amigo Ansu, más cercanos últimamente por las situaciones que se están viviendo en el equipo.

Con Nico de baja - y lejos de Gavi por sus decisiones personales -, Eric recién operado, Pedri también lesionado y Ferran pasando uno de sus peores momentos personales, los ánimos en el equipo no están para celebrar.

— ¡Gavi! ¡Gavi! — el chico escucha los gritos, pero se mantiene con la mirada fija en sus pies, no deja de andar — ¡Gavi! — camina directo hacia la furgoneta, la luz del flash de los móviles lo deslumbran.

Entrecierra los ojos mientras se sienta pegado al lado opuesto a la puerta. Se pone el cinto cabizbajo, saca el móvil del bolsillo de la sudadera. No hay ningún mensaje que le importe realmente.

Entra en instagram por entrar, pasa las fotos de varias chicas a las que sigue sin prestarles demasiada atención. Suspira cambiando de página a la de la lupa, ahí le aparecen varias fotos del equipo.

Sonríe triste al ver una foto suya con Nico durante la temporada anterior, se queda mirándola un buen rato, las cosas han cambiado demasiado desde entonces.

En aquellos días tonteaban sin ser conscientes de lo que estaban haciendo, cosas de niños, se pensaba el andaluz. Nunca fueron cosas de niños, siempre fue algo más, algo de lo que se dieron cuenta cuando ya era insostenible.

La furgoneta arranca, Gavi ni se da cuenta de quién lo acompaña. Sigue sumido en sus pensamientos mirando hacia los cordones de sus deportivas, siente una presión en su estómago molesta.

Sólo una persona puede calmarle ese dolor, pero es la misma persona que tiene parte de la culpa de que esta exista. Las negociaciones por su renovación con el equipo se complican poco a poco, y no siente la confianza suficiente cómo para hablarlo con nadie.

Muerde el interior de su mejilla, lo único que quiere es llegar a la Masía y tirarse en la cama, no quiere hablar con nadie, no quiere saber nada de nadie hasta que tenga la obligación de hacerlo durante los entrenamientos.

El sabor amargo y salado vuelve a aparecer sobre sus labios, resquebrajados de mordérselos con fuerza. Solloza en silencio, sin llamar la atención. No se limpia las lágrimas, no quiere que nadie se de cuenta de lo que le está pasando.

— Hermano, hemos llegado — escucha a Balde, asiente y el sonido de la puerta abriéndose lo hace tragar saliva.

Se levanta cabizbajo, intenta evitar a toda costa las cámaras que los esperan a la salida del vehículo y llama al timbre del portero. Él le abre y el joven pasa corriendo hacia el edificio que es su casa.

Sube las escaleras sin hacer demasiado ruido, una vez llega a la puerta de su habitación abre con la llave. Deja la mochila tirada en la puerta y va directo a la cama, dónde se acuesta boca abajo.

Siente como el peso de sus hombros se disipa en cuanto suelta un suspiro que permite que todas sus lágrimas salgan sin control. El cuerpo del pequeño de apenas diecisiete años tiembla agarrado a la colcha.

Aprieta con fuerza el edredón mientras sorbe los mocos, aprieta sus labios girando la cabeza. Mira hacia la ventana y observa las luces del paisaje. Muerde su labio inferior, las lágrimas no dejan de caer por sus mejillas.

¿Qué fue lo que hizo mal para que Nico le mintiese de nuevo? ¿Qué fue eso que hizo que él decidiera escogerla a ella y no a él? ¿Qué está pasando que no tiene un futuro asegurado?

Tiene un dolor de cabeza que no es capaz de describir, siente que en cualquier momento le va a explotar. No le gusta sentirse así, odia llorar. Pero odia más notar como se le aprieta un nudo en la garganta a diario. Las lágrimas no dejan de salir. Le duele el pecho.

Así que esto es lo que se siente al tener el corazón roto, piensa.