Payphone • Gavico

8.

03:00, un suspiro, un fuerte dolor de cabeza que lo mantiene despierto. El brazo por encima de su frente, haciendo fuerza hacia abajo para intentar paliar el dolor. Está nervioso por algo que desconoce. Resopla sentándose en la cama, los dedos de sus pies tocan el frio suelo. Aprieta los labios y la mandíbula, hace presión sus dientes contra sí mismos.

Se calza unas chanclas de nike, sale de la habitación de la residencia dándole vueltas a muchas cosas, y a la vez a ninguna. Calina por los pasillos hacia algún jardín que hay por las instalaciones. Lleva la mirada al cielo, no se ven prácticamente las estrellas.

El teléfono suena en el bolsillo de su pantalón, suspira. Sabe quién es perfectamente. Sabe por qué lo llama. No está aquí. Aún así, leer su nombre en la pantalla consigue erizarle la piel y lo pone más nervioso de lo que pensaba.

Deja el móvil a su lado boca arriba, para ver si insiste de nuevo o no. ¿Y si le está pasando algo y necesita ayuda? Suspira mirando la pantalla, ya no está la notificación de la llamada.

Recuerda la última vez que estuvo ahí con él, se recuesta en la hierba con las manos detrás de su cabeza. Inspira profundamente, recuerda las manos del chico por su torso acariciándolo con una lentitud que, en aquel momento, le resultaba enfermiza.

Por mucho que se encuentren en una de las peores situaciones posibles, en el fondo le gustaría que sus manos volvieran a tocarlo de esa manera. Que sus labios dejasen besos en lugares que nunca nadie le había besado nunca.

Tiene que quitarse a Nico de la cabeza cómo sea. Ladea la cabeza hacia el lado en el que está el móvil, una llamada entrante de una chica con la que ya estuvo alguna vez.

Coger o dejarlo sonar, ¿ocupar la línea y que Nico no pueda volver a llamarlo? Resopla, aprieta los labios e ignora esa llamada también.

Cierra los ojos, intenta quitarse la imagen mental de Nico acostado a su lado en ese preciso sitio. Es capaz de recordar cómo su fría mano subía por su abdomen. Cómo se susurraban, intentando que nadie los escuchase.

El chico suelta una maldición y se levanta. Vuelve a andar por los caminos de las instalaciones. Odia asociar cada espacio a él. Resopla girando hacia la derecha, ahí está el vestuario en el que alguna que otra vez se habían liado.

Le da una patada a una piedra sin dejar de caminar, está cansado de sentir tanto por una persona que aparenta no sentir nada. O si lo hace, no lo hace como debería.

Sigue caminando con un ritmo lento, las manos en los bolsillos y sigue golpeando la piedra. Muerde el interior de su mejilla, recuerda la cantidad de sitios en la que se han encontrado.

Se le eriza la piel pensando en uno de sus últimos encuentros. Coloca su labio inferior entre sus dientes, posa su mirada en las luces de la carretera.

Saca el móvil y mira la pantalla, ha pasado una hora. No hay otra llamada de Nico. Él suspira, desbloquea la pantalla y decide llamar. Escucha un pitido, otro... decide colgar. Se queda mirando el teléfono, le tiemblan las manos.

Sabe que tiene que parar, que tiene que dejarlo, y que no puede seguir así de ninguna manera. No por él.