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Más rápido. No sabe como los pies le siguen respondiendo teniendo en cuenta el terreno irregular por el que corre. Va más rápido. El pelo le cae por la frente empapado.

Lleva lloviendo desde que dio un par de pasos fuera de la casa de campo de sus padres. No ve nada por el grosor de las gotas.

«Caen chuzos de punta»

Puede escuchar la voz de su abuela en su cabeza, la imagina apoyada contra el cristal de la ventana. Es capaz de notar el calor de procedente de la cocina de hierro que tiene. Los tonos anaranjados siempre iluminaban la estancia. Es capaz de oler la madera de eucalipto seca y escuchar el chispeo de la misma al arder.

Recuerda el cielo grisáceo y los tonos oscuros de un día de lluvia en Galicia a través de aquel cristal. El verde nunca brilla como los días soleados, se vuelve siempre de un color bastante parecido al negro.

Se refugia debajo de un carballo, parece que la lluvia moja menos bajo las hojas del árbol. 3 de junio y el cielo parece de la segunda mitad de diciembre.

La camiseta se le pega al cuerpo, es incómodo para él la forma en la que las mangas se ciñen a sus bíceps. Quizás debería acostumbrarse a eso teniendo en cuenta las posibilidades que tiene de irse a Inglaterra.

Se pasa una mano por la frente, intentando apartar - sin demasiado éxito- el pelo de esa zona. Ciñe sus dedos al puente de su nariz con fuerza. Quiere dejar de pensar en todo, dejar de agobiarse por cosas que no están en su mano. No puede hacerlo.

Se fija en su mano, tiene los dedos en carne viva, las uñas por detrás de la línea de crecimiento. Suspira mientras se apoya en el tronco del árbol.

No quiere volver a casa, por eso está interesado en seguir corriendo. Aprieta sus labios suspirando. No tiene el móvil encima, no pueden encontrarlo.

Piensa en Gavi, en Praga en este preciso momento. ¿Cómo estará él? Resopla, también se lo quiere quitar a él de la cabeza, eso haría más fácil muchas cosas. Se le viene a la mente Adriana, pero a ella es más fácil olvidarla.

Parece que la lluvia amaina un poco, no es poalla, pero tampoco lo hace con la misma intensidad de antes. Decide seguir corriendo.

Sabe que ahora la oferta de los Wolves es la más factible, también es consciente de que el equipo de sus sueños no se quiere desvincular de él por completo, pero le pone lo suficientemente nervioso pensar en tener que adaptarse a una nueva ciudad, un nuevo ambiente...

No está preparado para eso.

Más rápido, intenta volver a coger el mismo paso que tenía antes de que la intensidad de la lluvia lo hiciese parar. Gira a la derecha, subiendo por un cortafuegos por la ladera del monte.

Se conoce la zona perfectamente, lleva tantos años corriendo por las mismas zonas que siempre recordará los caminos. Cruza el cortafuegos para bajar por un pequeño atajo.

Se resbala, no llega a caerse. Pasa sobre unas piedras que sobresalen en el camino, aprieta los labios notando la irregularidad del terreno en sus pies.

Observa el pueblo a lo lejos, mira la hora y deja de correr para empezar a andar. Como si el cielo lo supiese, vuelve a llover más.

Nico lleva la mirada al cielo, está cansado de todas las situaciones que tiene que vivir, de las decisiones que tiene que tomar y tanto odia hacerlo.

Sólo quiere volver a un lugar al que sabe que ya no va a poder entrar otra vez.

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