5.

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Lo último que recordaba eran los destellos azules de la ambulancia, los gritos de la gente. Tiene pequeños flashbacks, mezclados con un gusto metálico en su boca y un fuerte dolor de cabeza, ¿qué ha pasado?

— ¿Hola? — le duele el dorso, lleva una mano a la zona frunciendo el ceño sintiendo el latigazo en la zona.

— ¡Hijo! — piel erizada, cuerpo completamente alerta.

La respuesta normal de su sistema nervioso cada vez que su padre está cerca. Abre ligeramente los ojos, la claridad le molesta. Observa a contraluz a su padre, no es la primera persona que se esperaba que estuviera ahí.

— ¿Qué ha pasado? — deja caer con suavidad su brazo derecho sobre su frente, no sabe como hacer para que deje de dolerle la cabeza, ¿por qué no va ningún enfermero?

— ¿Cómo que qué ha pasado, Nicolás? — el gallego traga saliva y aprieta la mandíbula, suspira.

— Necesito que llames a alguien que me pueda dar una pastilla para el dolor de cabeza, papá... — pide con un tono débil, más por el miedo que le produce la posible reacción de su padre.

— ¿Pero estás bien? ¿Puedes recibir visitas? Hay gente que te quiere ver, Nicolás, no les puedes hacer el feo.

— Sí... sí — dice con un tono cansado, le duele todo el cuerpo, no es capaz de pensar ni qué responderle a su padre.

Mientras, en el pasillo, tres chicas esperan a que el padre del futbolista salga de la habitación, pero no son las únicas. Dos de los compañeros del chico también lo hacen, uno de ellos juega con una pequeña pelota de tenis, dando botes suaves a su lado.

— ¿Podrías parar? — un tono agudo llama la atención sobre el silencio que hay en el pasillo — Es molesto, no puedes hacer ruidos en un hospital público— el otro compañero de Nico alza las cejas, mirando hacia el que está sentado en el suelo, apretando la pelota con fuerza en su mano izquierda.

— Prácticamente no se escuchaba — dice Ansu, con un tono tranquilo y media sonrisa.

— Se escuchaba lo suficiente — el moreno frunce el ceño viendo cómo ella aparta la mirada alzando la cabeza— ¡Fran! — grita.

— No se hace ruido en un sitio público— recrimina Gavi en un tono alto, ganándose una mala mirada por parte de la chica.

— Podéis pasar, por turnos — la chica morena asiente y camina hacia la puerta—. Igual queréis pasar vosotros antes, chicos— ella se gira seria, el andaluz se levanta del suelo con una sonrisa triunfal—. Así luego os vais a entrenar — ambos asienten, Gavi se abre paso dándole un pequeño empujón a la chica con el hombro.

— Niñato conmigo no juegues — le dice en un susurro a Gavi, la mira por encima del hombro de arriba abajo con un gesto despectivo.

— No soy yo el que está jugando contigo, bonita — le suelta con desdén, cerrando las puertas a sus espaldas.

— Que terrenal por tu parte — escucha a Nico desde la cama.

— Y ni te lo mereces después de todo lo que has hecho — escucha cómo el gallego resopla, se mueve un poco en la cama y suelta un sonido de dolor—. Estate quieto, te vas a hacer más daño — se acerca a la cama y lo mira desde arriba—. Te ves mal de cojones, eh.

— Gracias por tus ánimos— murmura con los ojos cerrados.

— ¿Qué hiciste para chocarte con la mediana en casi pleno centro?

— No lo sé. iba... — suspira— Iba discutiendo con Adriana en el coche, ella me colgó y...

— Y es mejor correr por ahí hasta que te estampas en la primera rotonda que te encuentras, bastante sentido tiene, sí.

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