10.

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Hace varios minutos que la voz de su padre empezó a sonar como un murmullo en su cabeza. Sus ojos se mantienen fijos en el mantel de cuadros, decorado con pequeños dibujos marrones que siguen la cromática del ule.

Deja de escuchar ese murmullo de fondo, decide levantar la mirada, su padre lo observa fijamente. Nico traga saliva, gira la cabeza sintiéndose incapaz de mantenerle la mirada.

La lluvia choca contra el cristal de la pequeña casa, de una única planta y paredes exteriores de piedra. Cinco grandes conforman la pared de la cocina, cerca de doscientas - 193, específicamente- de tamaño medio, ocupan el resto de la pared.

El sonido de una gaita de fondo capta toda su atención, por las fechas, es lo más habitual que ya suene el folkore gallego por las calles. Se le escapa una pequeña sonrisa al reconocer el ritmo inicial de la muiñeira de Sabaxans.

— ¿Me has escuchado? — asiente por inercia, su cabeza sigue el ritmo de la muiñeira— ¿Y qué piensas?

— No sé — sabe que de esa manera le repetirá lo que le ha dicho, lo hace siempre.

— ¿No crees que sea buena opción irte fuera? Te querrán traer de vuelta, Nico... — el chico muerde el interior de su mejilla, no quiere irse, objetivamente sabe que es lo mejor, pero no quiere.

— Yo quiero jugar en el Barça, papá.

— Sí, ese es el punto, Niquiño, jugar. Cosa que en el Barça no haces, no te pueden tener calentando banquillo.

— Lo sé... — dice en un murmullo—. Pero quiero quedarme, yo... — quiere al equipo con su vida, sabe en que otro sitio puede jugar más, pero no quiere irse.

— Nico sabes que yo solo veo por tu bien, ¿verdad? — asiente, aprieta los labios— Lo mejor es buscar algo fuera, el Tottenham no está tan mal. O el Valencia.

Está lo suficientemente lejos de todo lo que conoce. Su mente intenta irse de nuevo a las gaitas pero no las escucha, nota la presión en el pecho, ¿se va a morir? Traga saliva mirando a su padre, no lo reconoce.

Es capaz de verse a si mismo en los ojos que tiene delante, pero a la vez no hay nada, está todo vacío. Traga saliva, no baja. Su corazón late con mucha velocidad. Fran ni se inmuta.

— ¿Nico? — aprieta los labios sin dejar de mirarlo, tiene un dolor en el estomago que lo hace querer vomitar.

— No... no sé, aún tengo tiempo, ¿no? — Fran se encoge de hombros, levantándose de la silla.

— No sé, hijo, haz lo que te de la gana — Nico ve como va hacia la puerta, él siente que el nudo de su garganta aprieta mucho más, no llora—. Pero espero que seas consecuente, ya rechazaste al City cuando tuviste la oportunidad y mira a que has quedado relegado. Gavi es más pequeño que tú, mira todo lo que juega... Que a mi me importa sólo lo que haces tú, eh — asiente—. Pero... es increíble, ¿cuándo lo vuelves a traer a casa?

Nunca.

— No sé, está ocupado, con la selección y eso... — otro punto que no debía haber mencionado, Fran alza las cejas y asiente.

— La selección... porque tiene minutos y puede jugar, entiendo — Nico suspira fuerte pero en bajito, le empieza a doler la cabeza—. Sus padres tienen que estar orgullosos de él.

— No lo sé... — la familia de Gavi siempre le dio mucho respeto a Nico.

Fran no dice nada, abre la puerta de la cocina y deja solo a Nico. No es la primera vez que lo hace después de hablar con él. Siempre es la misma fórmula, siempre es el mismo resultado.

Las cosas bonitas siempre dejan de tener sentido cuando su padre está metido por el medio.

Payphone • GavicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora